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Capítulo 4


No sé cuanto tiempo estuve en la cama sin hacer nada, solo mirando mis converses desgastadas. Pero la verdad es que no tenía ganas de hacer nada. Mis piernas no me reaccionaban así que me quedé sentada.
Me espabilé cuando noté caer unas lágrimas en mi mano, no sé por qué, pero últimamente lloro cuando menos me lo espero… Puedo estar dando saltos y de repente empezar a llorar, se puede decir que no llevo el control de mis sentimientos.

No quería deshacer la maleta, si la deshacía significaría que ahora esto sería mi hogar… Pero la verdad es que siempre pensé que el hogar es donde haya una persona a la que quieras así que ahora mi hogar es la tumba de mi hermano… Es algo triste, la verdad.

A todo mi pesar empecé a deshacer las tres maletas, no sé para que me traje tanta ropa si pasaré el día con el uniforme… pero estos son los inconvenientes de no querer que tus padres te informen de nada. Los zapatos, los pantalones, las camisetas, las sudaderas, los gorros, las bufandas, los guantes, la ropa interior, los calcetines… Todo ya estaba colocado.

Había cogido tres sudaderas y un par de camisetas de mi hermano, olían a él… Cogí su sudadera favorita entre mis manos y aspiré su aroma, olía a jabón y a un perfume fresco, pero sobretodo olía a mi hermano… Él tenía su olor especial. Y volví a llorar, esto empezaba a cansarme ¿cada vez que me acordara de él iba a llorar? Doblé la sudadera y la puse en el armario junto a las otras.

Entonces empecé a desnudarme para colocarme el uniforme, no era plan de ir contra las normas el primer día. Me quité mis converses, mis calcetines, mis tejanos claros rasgados en la rodilla, mi jersey negro que me llegaba por debajo de la cintura y empecé a colocarme el uniforme.

De repente escuché como la puerta se abría.

- ¿Este es el cuarto de la chica..AAAAAAAAA, perdona, perdona, no miro, ¿ves? No miro.

Me tapé rápidamente con mis manos y miré a la persona que hablaba. En la puerta había una chica que se tapaba los ojos fuertemente.

- ¿Ya te has vestido?- me preguntó sin apartarse las manos de los ojos.
- Eh…no.

Rápidamente me puse la falda, el polito, los calcetines y los zapatos negros.

- Ya- dije.

La chica bajó lentamente las manos de sus ojos, se había puesto roja.

- Lo siento, enserio… Creía que, uf, no sé. Que mal rato he pasado.

La chica era un pelín más baja que yo, de piel algo tostada, de ojos verdes claros y llevaba su cabello castaño en una coleta.

- ¿Para qué me buscabas?- pregunté.
- ¿Así que eres la nueva? Encantada- con un gesto rápido puso su mano delante de mí para que la cogiera-. Yo soy Abigail, pero dime Abby.
- Ah.

La chica vio que no le cogía la mano y la bajó lentamente.

- ¿Y tú?
- Yo soy Hayley.
- ¿Hayl?
- No, Hayley.

La chica rio tímidamente, la pobre estaba pasando un mal rato con mis contestaciones bruscas, pero ahora mismo no estoy para hacer amigos y sobretodo, mi hermano era el único que me podía llamar de otra manera.

- ¡Uy! Son ya las 8 y media. Habrá que ir al comedor. ¿Quieres que te acompañe?
- Va a ser lo mejor, si no estaré media hora dando vueltas como una tonta.

La chica abrió la puerta y se puso a un lado para que yo pasara. Pasé a su lado y empezamos a caminar hacia las escaleras. Mientras que mi paso imitaba al de un zombie, el suyo más bien parecía el de un hada.

- ¿Mañana te incorporas a las clases?- me preguntó.
- Si.
- ¿Sabes ya a cuales vas?
- No he abierto todavía el sobre.
- Bueno, pues espero que nos toque alguna junta- me dijo sonriendo- ¿Cuántos años tienes?
- Tengo 17.
- ¡Los mismos que yo!

Hubo un silencio un poco incómodo y como la chica ya había puesto mucho de su parte intenté poner algo de la mía para iniciar una conservación.

- Este uniforme me queda fatal.
- No digas eso, te ves muy bien.  Pareces una modelo.
- ¿Crees que me aceptarán como modelo de uniformes?- empecé a poner caras raras.

La chica empezó a reírse, tenía una risa muy mona.

- Yo creo que sí- me dijo.

Le sonreí. Tampoco era plan que las pocas personas que iban a intentar conocerme las rechazaras. Seguimos bajando las escaleras, Abby me contó cosas de los profesores, que no era normal que alguien entrara después de empezar el curso y tal y cual. Llegamos a las puertas del comedor, estaban abiertas de par en par. Las mesas eran cuadradas con bancos, ya había gente con las bandejas en la mesa.

- ¿No se suponía que se cenaba a las nueve?- pregunté.
- A las nueve es cuando entra al directora y le gusta que estemos todas ya sentadas con la comida en la mesa.

Miré al comedor y era enorme, por primera vez vi a chicos… Hasta entonces creí que era un internado solo de chicas, lo que no me habría importado. Fuimos a coger las bandejas y echamos la comida, yo cogí un filete de ternera y algo de puré de patatas, no tenía mucho apetito. Fuimos a una mesa vacía cerca de una ventana, como el comedor estaba en la planta baja desde la ventana se podían ver los árboles.

- Ya viene la directora- me avisó.

Por la puerta apareció la señora Rigby, sería como antes y miró a todo el comedor.

- Espero que la comida sea de vuestro agrado- dijo.
- Si señora Rigby- respondió todo el mundo.

Entonces de fondo se escucharon unos pasos y unas risas que retumbaban en el silencio del comedor, todo el mundo miró atrás de la directora y tres chicos aparecieron por la puerta. Dos de cabellos castaños y uno de cabellos dorados, los de cabellos castaños llevaban el uniforme pero el otro no.

- Buenas, señora Rigby- dijo el de cabellos dorados haciéndole un saludo militar con desgana.

Si la voz de Abby me había resultado dulce, la de este chico era tan dulce que si lo escuchabas con la boca abierto te provocaba caries en las muelas, pero su voz tenía un toque que hacía que me entrara cosquillas por todo mí cuerpo y también tenía un tono que imponía. El chico iba entero de negro, lo que me hizo pensar en el chico del avión.

- Señorito ¿y su uniforme?
- Es domingo, tenga un poco de consideración- dijo el chico- Además, acabo de llegar del avión y tenía que ver a unos amigos, no me dio tiempo.
- Se cree que puede hacer lo que le da la gana- me susurró Abby.

Yo la miré, admito que me costó quitar la mirada de ese chico.

- Que no se vuelva a repetir, ahora cojan la comida y siéntense- la directora nos miró a todos- Buenas noches.
- Buenas noches, señora Rigby- dijeron todos.

Seguí con la mirada al chico de cabellos dorados, él buscaba a alguien con su mirada, pero uno de sus amigos le tocó el brazo, haciendo que dejara de buscar. Yo miré a Abby, que mordisqueaba una patata frita.

- ¿Son los de último curso?- pregunté.
- Si. Bueno, ese, el rubio aquel repitió algún curso y vario de sus amigos también.
- ¿Tiene 19 años?- pregunté.
 - Si.

Como mi hermano, pensé. Pero mi hermano ya entró en la universidad, él se ganaba la vida no como eta gente.

- Bueno… ¿quieres una patata frita? Están buenísimas.

Me encogí de hombros y cogí una, si que estaban buenas. Abby empezó a hablar de cosas, no sé, la verdad es que no le presté mucha atención, estaba muy entretenida cortando mi filete, pero oí un comentario que no me gustó nada.

 - Anda, mira, la nueva y la rara. Que pareja más bonita.

Levante mi cabeza y vi a una chica de piel blanca, con cabello rubio suelto y ojos azules.  Atrás suya había dos chicas más.

- ¿Perdona? –le pregunté.
- Te doy un consejo, si no quieres ser una rarita como ella, vente con nosotros.
- A ver, Barbie, déjate de tonterías y sigue caminando hacia tu mesa- dije bajando mi mirada a mi plato.
- Ay, que alago, gracias por lo de Barbie.
- Lo decía por lo de plástica, no por lo de guapa. Porque cariño, esas tetas- dije mirándola a los ojos.… ¿Cuánto te han costado?

Escuché unas risas de chico, detrás de ellas venían los dos de cabello castaño de ante.

- Oh, Camille, ahí te han dado- dijo uno.

La chica puso las manos en la mesa para acercarse a mí.

- Mira guapa, te vas a arrepentir de esto toda tu vida.
- Si, no voy a poder dormir.

La chica se puso de nuevo bien, me miro con cara de asco y siguió andando. Yo seguí con mi filete.

- Gracias… pero no hacía falta.- me dijo Abby.
- No era solo por ti, era también por mí. Estoy harta de las chicas como esas. Mi hermano me enseñó a defenderme con las perras.

La chica rió débilmente cuando escuchó mi vocabulario.

- ¿Te molesta mi vocabulario?- pregunté.
- No, no, si es justo lo que yo pienso… Pero jamás lo digo.
- Pues tendrías que hacerlo, cariño o al final explotarás.

Eso es algo que hubiera dicho mi hermano. Solté el tenedor en el plato, ya no tenía hambre. Se me tuvo que poner la cara blanca, porque Abby me preguntó.

- ¿Estas bien?
- Hoy ha sido un día muy largo, creo que me voy a ir a mi cuarto. ¿Te importa?
- No, no, está bien, te entiendo. ¿Quieres que te acompañe?
- No, déjalo.

Me levanté de mi asiento con movimientos un tanto ortopédicos, mis ojos empezaron a cubrirse con una fina capa de lágrimas. Creía que iba a poder llegar a la puerta del comedor sin que nadie se diera cuenta que tenía la cabeza demasiado agachada, un síntoma de que estaba a punto de llorar, pero no fue así, vi unos zapatos negros demasiado limpios y cuando levanté la vista, allí estaba ella de nuevo.

- Así que eres como todas, se hacen la fuerte pero cuando están solas lloran. Lo siento si te moleste, amor.- dijo la Barbie dedicándome una dulce y agria sonrisa.

Pestañeé y ya no había resto de lágrimas en mis ojos.

- A ver, Barbie, ni tu ni nadie me va a joder.
- La niñita se cabrea.- dijo jugando con un mechón rubio.
- La niñita no tiene tiempo como para malgastar hablando contigo.

Y dicho eso, avancé hacia delante dándole en el hombro, dando por finalizada la conversación, pero la cosa no terminó allí. Avancé tan decidida que me di cuenta demasiado tarde que había un chico vestido de negro delante de mis narices, así que me choque pero el cuerpo del chico ni se inmutó.

- ¿Una nueva presa, Camille?- dijo el chico.
- No soy la presa de nadie- susurré ya mosqueada.

Era más alto que yo, así que tuve que subir la mirada. Labios rosados, ojos color miel, piel sin imperfecciones, cabello desordenado. Él me miró a los ojos nada más que se dio cuenta que lo estaba mirando.

- ¿Hay algo que te guste, querida?- dijo sonriendo sin ser descarado.

Hice una mueca con mi boca e intenté moverme para avanzar, él se volvió a interponer entre yo y la puerta.

- ¿Ya te vas a la cama? ¿Por qué no te quedas un rato con nosotros?
- Si me quedo un minuto más a tu lado, vomito.- dije mirándole a los ojos lo más fríamente que pude.

Él se acercó más a mí, tanto que noté su aliento en mis labios.

- No me intimidas, cariño- dijo susurrando, con la mirada puesta en mi, una mirada que daba miedo.
- Ni tú a mí.

Y después de eso, repetí lo mismo que con la Barbie, me fui chocando mi hombro con el suyo. Antes de irme por la puerta, pude escuchar un ‘niñata’ de la boca del chico. Había empezado con buen pie el curso. No me acordaba donde estaba mi cuarto, así que fui hasta la puerta por la que había entrado con la directora y fui acordándome de los pasos y giros que habíamos dado. Acabé delante de una puerta, metí la llave y listo, esa era mi habitación. Me quité la ropa, quedándome en ropa interior, no tenía ganas de buscarme un pijama. Cogí la primera sudadera de mi hermano que vi y me la coloqué antes de meterme en la cama.


Después de 150 respiraciones, un mordisco a la almohada y cuatro lágrimas, me dormí. Mañana iba a ser un mejor día... O eso esperaba.

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Ojala no existieran los primeros 10 capítulos.... srsly, como los odio ._. Son más aburridos hjevjtvhjyvjevjhrvtrvterh pero bueno, se intenta hacer lo mejor que se puede... ¿Alguna sospecha sobre quién puede ser el chico de negro? uhmm.... Yo tengo una leve sospecha de que si sabéis quien es lol Bueno, muchas gracias por leerme y don't worry que esta novela va a ser mejor de lo que aparenta.

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Capítulo 3


Justo en la puerta del aeropuerto me esperaba un coche  negro con un hombre de cincuenta años vestido de traje apoyado en él.

- ¿La señorita Reeves?- me preguntó nada más verme.

Asentí con la cabeza, pocas veces me llamaban por mi apellido. El hombre cogió las maletas de mi lado y las colocó en el maletero del coche. Yo agarré el codo de mi brazo derecho con mi mano izquierda, estar en un lugar desconocido y sola me había intimidado. No había sol en el cielo, ya que lo tapaban las nubes.  Iba a extrañar a mi pueblo, lo sabía.

- Ya podemos irnos- dijo el hombre cerrando el maletero.

Yo volví a sentir con la cabeza y fui a meterme dentro del coche. El interior del coche era de cuero negro, me coloqué el cinturón y me quedé rígida en el asiento. El coche arrancó.

- ¿Nerviosa?- me preguntó.
- Un poco- admití.
- He oído hablar maravillas del internado al que va.

Asentí con la cabeza, tampoco sabía que decir. El hombre me miró por el espejo retrovisor de dentro. Su bigote negro destacaba.

- ¿Prefiere que no le hable en lo que queda de viaje? Quedará como una media hora.
- Me da igual, de verdad. Perdone si estoy siendo borde, pero no estoy pasando por mi mejor momento.
- La entiendo, créame usted que la entiendo.

Mire al espejo y pude ver como sus ojos se habían aguado, supe al instante que había perdido a alguien cercano hace poco.

- ¿Entonces es bonito el lugar al que voy?- dije intentando cambiar de tema.
- Si, no tema, no es uno de esos castillos que sale en las películas. Son edificios normales y corrientes.
- ¿El curso empezó hace mucho aquí?
- No, la semana pasada. No habrán dado mucho temario.

Quité las manos de mis piernas y toque el cuero del asiento, giré mi cabeza y miré por la ventana, mis movimientos eran parecidos a los de un robot. Solo se veían árboles y pequeñas casas.  Se parecía a mi pueblo, pero no era mi pueblo.

- ¿Tendré que llevar uniforme?
- Me temo que sí. Falda gris y un polo blanco. No es feo entre lo que cabe.
- Está bien, menos tendré que pensar cuando me levante cada día.

Falda. Mi hermano siempre me decía que apenas me ponía falda, que siempre llevaba pantalones como los chicos. Por eso me puse una falda es su funeral, para que viera que su hermana también lleva falda. En su funeral. Mi hermano estaba muerto. Empecé a llorar.

Al principio eran dos o tres lágrimas, luego la cosa empeoró, vi como el hombre me tendió un pañuelo blanco. Lo cogí y me sequé las lágrimas.

- Gracias- dije con un hilo de voz.
- ¿Por qué? Aquí no ha pasado nada.

Por el espejo vi como me guillaba un ojo. ¿Era tan fácil ver que no me gustaba que la gente me viera llorar? Le sonreí, se había ganado mi sonrisa.

- Descansa, yo la despertaré cuando lleguemos.

Asentí con la cabeza y me acomodé en el sillón. Siempre pensé que el mejor lugar donde dormir es en un coche, el traqueteo que lleva me relaja. No pude llegar a contar cincuenta respiraciones ya que me dormí.



- Señorita, señorita- me decían mientras me movían el brazo- Ya hemos llegado.

Abrí los ojos lentamente, el conductor había abierto la puerta más cercana a mi para despertarme y podía notar como aquí hacía más frío. Me dio un pequeño escalofrío y me abracé.

- ¿Ya?- pregunté.
- Si, ahora le espera una mujer para enseñarle todo lo que tiene que saber.

El hombre se alejó de la puerta y pude salir. Estiré un poco los brazos y lo miré.

- Gracias por el viaje.
 - Ha sido un placer señorita. Tenga mucha suerte.

Sonreí y asentí con la cabeza. Mis maletas ya estaban fueras del maletero, cogí mi mochila y me la coloqué en la espalda. Vi como el hombre se metía en la parte delantera del coche y se despedía con la mano antes de largarse. Me había caído bien, no sé porque, pero siempre me llevo mejor con la gente mayor que con la gente de mi edad.

Levanté la mirada y vi el internado, eran edificios no muy bajos, la fachada era de color beige, grandes ventanas blancas y tejados rojos. Era bonito. Se podían ver desde donde yo estoy cuatro edificios iguales formando un cuadrado, pero había bastante distancia entre cada uno.  Los edificios estaban lejos, eran alargados y en el que estaba enfrente mía estaba la puerta principal, había un camino de azulejos hasta una acera donde me esperaba una mujer muy alta y delgada, con su cabello rubio recogido, con una falda de tuvo negra, una camisa blanca y una americana negra. Daba la apariencia de ser muy estricta. Me acerqué a ella, arrastrando como podía mis maletas.

- ¿Hayley Reeves?- preguntó.
- Esa soy yo.
- Encantada, yo soy la señora Rigby.

Me tendió su mano y yo la acepté, tenía una voz dulce para lo sería que parecía.

- ¿Por dónde desea empezar?- preguntó.
- Al ser posible dejando las maletas.
- Oh, no se preocupe, ahora el conserje se las llevará a su cuarto. Empezaremos por la pista de pádel y con la de baloncesto.

La mujer aunque llevaba unos tacones con un tacón más fino que un alfiler, andaba más rápido que yo. Me fue difícil mantenerme a su lado. Me empezó a enseñar el exterior, había para practicar cualquier deporte desde baloncesto hasta hípica. Algo que me gusto mucho fue que todo estuviera rodeado de verde, me recordaba a mi pueblo.

La mujer hablaba como si me quisiera vender la residencia, que si el césped era de primera calidad, que si disponían de las mejores pelotas para jugar al tenis. Lo último fue la gota que colmó el vaso y empecé a preguntarle cosas que me interesaban.

- Y dígame ¿compartiré habitación?
- No, sus padres cogieron una para que no tuviera compañera.
- ¿Allí estará mi uniforme? ¿Y cuándo empezaré las clases?
- Si y mañana lunes te incorporaras.
- ¿Dónde está todo el mundo?
- La gente suele reunirse dentro, son las seis y ya empieza a hacer mucho frío.
- ¿Me podría llevar ya a mi habitación?
- De acuerdo, mañana te enseñarán las clases.  En tu habitación encontrarás un plano y tu horario.

Asentí con la cabeza y la seguí. Entramos en uno de los cuatros edificios, empecé a ver gente, todos vestían el mismo uniforme, escuché risa, murmullos… Mi cabeza siempre creía que todo eso era por mí, que yo era el motivo de sus risas y murmullos. Cuando pasé al lado de un grupo de chicas, me miraron de arriba a bajo. Me volví a sentir pequeña, pero sé que no tendría que sentirme así, soy más fuerte que todos esos comentarios. A mi lado pasó una chica, tenía el polito desabrochada marcando pecho y jugaba con su pelo rubio teñido. Iba a dar un paso más pero con mis reflejos vi como la chica iba a poner su pie, yo hice lo que mi hermano me enseño y la que fue al suelo fue ella.

- Ay, lo siento chica, aprende a ver por dónde vas- dije sonriéndole.

La chica me miro y si las miraras mataran yo estaría ya muerta. Me volví a girar y avance para volver a ir a la vez que la señora Rigby. Pude escuchar unas risas, nadie me iba a ridiculizar, nadie.

- ¿Sabes por qué se ríen?- me preguntó. Yo me encogí de hombros. – Adolescentes…- susurró.

Tuvimos que subir unas escaleras de mármol, estábamos en el tercer piso o cuarto, la verdad es que no le di mucha importancia. Avanzamos por un gran pasillo con puertas altas de madera. La señora Rigby paró de golpe haciendo que casi me tropezara con ella. Del bolsillo de su chaqueta sacó una llave, la metió en la cerradura y abrió la puerta.

- Esta es su habitación- dijo ella.

Entramos en la habitación, ella primero. Es una habitación grande, me la esperaba mucho peor. Hay una ventana y justo debajo de ella un sofá, a la derecha hay una cama con sábanas blancas con barrotes, a los pies de la cama a escasos metros se encuentra un armario de madera blanca y justo ahora, a mi derecha nada más entrar, se encuentra una mesa de estudio con estanterías arriba. También hay dos muebles para guardar cosas a mi izquierda y una mini nevera.

A mi izquierda están mis tres maletas, en la mesa de estudio hay varios papeles y sobre mi cama está el uniforme. 

- En la mesa está el horario, un mapa y toda la información que vas a necesitar. La cena se sirve a las nueve en punto y son las –miró su reloj-  Quedan dos horas.

La mujer dejó las llaves sobre la mesa, aunque la habitación estaba amueblada todavía tenía un poco de eco.

- Te dejaré a solas para que vayas colocando todo. Con cualquier duda estoy en mi despacho.


Ahora mismo estaba saturada de información. No sabía ni qué hacer ni nada, me quedé mirando mis maletas y me asusté cuando escuché el golpe de la puerta al cerrarse. Todo esto era verdad, ahora sí que sí, ya no había marcha atrás. 

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Subiré otro más ^^ 
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Capítulo 26


Justin

La vuelta a casa es lenta y dolorosa, ella se encuentra perdida en su mundo mientras mi cabeza no deja de pensar en cosas que no debía de pensar. ¿Tendría que sacar alguna conclusión de lo que ella me ha dicho? ¿Estaba haciendo algo mal? La miro, nadie diría que su alma está rota, que por todo su cuerpo se encuentra mutilado por si misma… simplemente parece una chica perdida, como cualquier adolescente.

Intento hacer lo mejor que puedo, pero algunas veces creo que no es lo que ella necesita, que hay algo que hago mal… Pero cuando me mira y sonríe, todas las nubes se van y pudo ver el sol, pudo ver que todo está bien… Que solo hay que darle tiempo al tiempo y que ya mismo todo estará bien. Le acaricio la mejilla suavemente, su piel es tan suave… Ella gira su cabeza y me sonríe, aunque es una sonrisa triste… Hubiera preferido que ni lo hubiese intentado, que no me hubiera sonreído, porque ahora me ha dejado un gusto a amargura que me rompe a cachos pequeños.

- No sonrías si no quieres sonreír, conmigo no hace falta que finjas.

Ella vuelve a mirarme, suspira y cuando vuelve a mirarme a los ojos, noto un poco de alegría en ellos.

- Gracias- susurra.
- No hay de qué.

Ella sonríe, simplemente sonríe sin alegría ni tristeza… simplemente sonríe y vuelve a mirar por la ventana. Ver el paisaje correr le tranquiliza, pero a mí me pone de los nervios, es como si viera mi vida pasar y no estuviera haciendo nada, como si desperdiciara mi vida. Pongo mi mano en su pierna y la acaricio, ella mira mi mano como si de una pistola se tratara, como si fuera a hacer daño y aleja rápido su pierna, yo aparto mi mano como si me quemara. Me mira a los ojos y veo que está asustada, que no ha querido hacer eso pero que no ha controlado su movimiento. Sus ojos se aguan, pero pongo mi dedo índice en sus labios.

- No pasa nada- le susurro.

Ella muerde su labio inferior y vuelve a desviar la mirada. Yo apoyo mi cabeza en el asiento y espero que quede poco para llegar a su casa, ha sido una tarde algo larga y solo quiero descansar junto a ella, decirle lo mucho que deseaba poder pasar todas mis noches a su lado… Espero que pueda hacer por lo menos eso. Llega la parada en la que me suena los bloques, ella se mueve y me quito para que pueda bajar y pulsar el botón. El autobús llega a la parada y se para, salimos de él y ya es de noche. Son las 9 y media, el tiempo pasa volando. Vamos a su portal y ella abre la puerta, odio el silencio cuando tengo miles de cosas que decir.

Subimos arriba, ella se quita su chaquetón dejándose en una sudadera de mangas largas color burdeos y unos jeans oscuros. Va directa a su cuarto, no voy tras ella, creo que necesita un poco de tiempo a solas. Hay que ser paciente, Justin. Me digo a mí mismo. Entonces recuerdo las palabras de la doctora de que le haga algo de comer así que voy a su cocina y empiezo a investigar. Pienso en sus padres y en lo mucho que tienen que aguantar, en la fuerza que tienen por no haberse dado por rendidos… Pero muchas veces necesitamos más que el cariño de nuestros padres. Encuentro unos filetes a la plancha ya hechos que solo hace falta calentarlos y un poco de lechuga. Mientras que pongo a calentar un poco los filetes, empiezo a hacer una pequeña ensalada. Voy colocando la mesa, dos baso, dos tenedores, dos cuchillos, servilletas… Coloco la ensalada y aparto los filetes en dos platos y los llevo. Cuando todo esta listo, decido ir a ver como estas.

Me la encuentro en su cama, de fondo suena Running Around InMy Dreams de Tyrone Wells, ella está en posición fetal agarrando sus piernas mientras tiene los caminos de las lágrimas por sus mejillas, su mirada perdida y sus ojos brillosos. En sus labios tiene pequeñas gotas de sangre de la fuerza con las que se los muerde. Me rompe en dos verla así y saber que en el fondo no puedo hacer nada, me gustaría que por un día se pusiera en mi piel y viera lo que ve todo el mundo, que es hermosa por dentro y por fuerza. Me pongo a su lado y me pongo de rodillas, con mi pulgar le quito la sangre de sus labios.

- Mes estoy volviendo loca otra vez, ¿a qué si, Justin?- dice con una voz entrecortada.
- No voy a dejar que eso ocurra- digo acariciando su mejilla.

Ella me mira a los ojos, puedo ver su oscuridad en ellos.

- Tú no puedes hacer nada… Eso pasa dentro de mí, ni tú ni nadie puede evitarlo. Estoy loca.
- No lo estas.
- Justin…
- No, me niego rotundamente. No estás loca, tienes la fuerza suficiente como para poder luchar con 400 monstruos. No te vas a rendir y aún menos que yo estoy aquí.

Por unos segundos veo es brillo que tanto me gusta en sus ojos, por un segundo logro ver algo de esperanza. Se levanta y baja de su cama.

- Vamos a cenar- le digo agarrando su mano.

Y la llevo hasta donde está colocada la cena, ella mira la comida y me mira a mi.

- No pudo- me susurra.
- Grace…
- No, enserio, no puedo Justin.

Ella intenta escapar, pero la cojo de los brazos y hago que me mire a los ojos, los suyos están rojos y con ganas de estallar.

- Inténtalo- le digo-. Por mí.

Grace baja su mirada y va dirección a la mesa, acorrala un plato entre sus manos, oigo su respiración agitada y tan rápido como un pestañeo, coge el plato con sus manos y lo estampa contra el suelo.

- ¡He dicho que no puedo!- dice gritando.

Me mira a mí, observa mi cara de asombro y llorando corre por encima de los cristales y se va de su casa, cerrando la puerta de un portazo. Cuando cierra la puerta mi corazón late fuertemente. Mi primera reacción es ir tras ella, pero algo me dice que no va a ir muy lejos así que buscó la escoba y empieza a barrer los trozos del plato roto, pero antes aparto el filete del suelo, lo corto a pedazos y los coloco en una servilleta, para Mini.

Bajo a su portal y allí la encuentro, donde sabía que estaría. Acariciando una gatita negra ciega de un ojo pero igualmente preciosa. Cierro suavemente la puerta pero Grace no hace ni dice nada, sigue acariciando a su gata que la tiene entre sus brazos. Yo dejo la servilleta con los trozos de carne en el suelo y Mini al olerlos intenta ir hacia los trozos, lo consigue y empiezo a hablar.

- Cuando la doctora Blevins me reunió a solas en su despacho fue para decirme que no tenías control sobre tu mente, que no sentías como los demás adolescentes… que no sabías o bien no podías querer. Yo creo que se equivoca, sé que tienes el poder de decidir qué es lo que quieres sentir, sé que puedes… pero tú no lo sabes y ahí está el problema… Pero no vengo aquí para darte ningún sermón. La doctora también me dio a entender que quizás estarías mejor sin mí, que interrumpo tu mejoración… Y tenía dudas, quizás estaba en lo cierto… Pero no creo.

Dejo un poco de silencio, esperando que ella responda, pero cuando ya me voy a dar por rendido e irme, ella habla.

- Tú eres lo único que yo necesito ahora. Nada más ni nada menos, solo a ti. Y puede ser que no te lo diga ni te lo demuestre, pero así soy yo… Soy como unos auriculares que los guardas perfectamente y cuando los vuelves a coger estar liados y tardas medio siglo en quitar todos los nudos. Siempre he esperado que alguien tenga la paciencia para quitar nudo a nudo sin correr… Porque yo te prometo, que cuando no tenga nudos ni esté liada, sonaré perfectamente.
 - Grace, para mi eres perfecta ahora y lo serás luego. Y aquí estoy yo, porque otra cosa no, pero paciencia tengo de sobra.

Acaricio su cabello despeinado, ella me mira a mí lentamente y muerde su labio inferior.

- Perdóname por lo de antes… Yo no quería montar ese espectáculo.
- Lo sé princesa, lo sé.


Y a la luz de la luna y de las pocas farolas que alumbran su calle sigue siendo hermosa. Su nariz esta roja igual que sus ojos, sus mejillas brillan por el camino de sus lágrimas. Sus labios están rojos e hinchados, pero siguen siendo igual de apetecibles. Tiene su cabello despeinado y parece la melena de una leona. Parece que se acabara de levantar de una noche de resaca y no sé qué tiene que me encanta.

- Eres hermosa.

Ella limpia con las mangas de su sudadera debajo de sus ojos, pero no puede evitarlo, su boca forma un puchero y empiezan a brotar lágrimas de sus ojos. Se lanza a mis brazos y yo la recibo sin importarle sus lágrimas ni nada, la abrazo como si no hubiese mañana, como si fuera nuestro último abrazo y me rompe el alma escuchar su llanto en mi oído pero me relaja oír cómo se va aminorando el sonido. Paso mi mano por su espalda, intentando darle ánimos e inconscientemente apoyo mi cabeza en su cuello y le doy un pequeño beso, me hace gracia ver como todo su cuerpo tiembla.

- Siempre voy a estar aquí, pequeña.

Ella coge aire y se aleja de mis brazos lentamente.

- No me gusta encariñarme con nadie por el simple hecho de que tendría una excusa para no suicidarme… Siempre intento sacarle fallos a mis padres, odiar a mis amigas… Pero contigo… Lo intento pero no puedo, eres superior a mi Justin, es imposible intentar que me dejes… Y por eso tengo miedo de lo que siento, porque nadie antes habría sido un impedimento para suicidarme- dije absorbiendo con su nariz al acabar.
- Grace- la llamo, susurrando.
- ¿Si?- levanta su mirada y le aparto un mechón de su mirada.
- Creo… No, no creo, estoy seguro de que eso es lo más bonito que me han dicho en mi vida.

Y logro sacar en ella lo que estaba buscando, una sonrisa, una sonrisa tímida pero verdadera. Ella desvía su mirada pero yo no le dejo, agarro su barbilla y levanto su cabeza para darle un pequeño beso en sus labios. Ella coloca sus manos en mi nuca y se pega a mí, sus pestañas me hacen cosquillas cuando cierra los ojos y yo la imito. Y gracias a este beso, la llama vuelve a encenderse dentro de mí, fuera los estúpidos miedos, fuera las inseguridades… Esta chica significa mucho para mí y no dejaré que ningún monstruo la aparte de mí. Lucharé hasta el final. Paso mi mano a su cabello y al terminar nuestro beso, beso su frente, ella respira en mi boca y sonrío.

- Venga, vayamos arriba que hace mucho frío aquí fuera.

Grace mira donde había estado Mini antes, pero ya no se encuentra allí.

- Quizás nos estaba dando algo de intimidad.
- Será eso- dice tímida pero divertida.

Yo cojo la servilleta ya sin ningún trozo de filete dentro y acompaño a Grace hasta su casa, sacó las llaves que cogí antes de salir. Voy a la cocina y tiro la servilleta, salgo y allí esta ella apoyada en una pared, nerviosa.

- Venga pequeña, ve a dormir que ha sido un día muy largo.

Pero ella esta con la cabeza en otra parte, no en el modo de antes, si no como si estuviera pensando en algo.

- ¿Qué pasa?- le pregunto.

Ella me mira y sonríe.

- Nada, mañana te digo.

Y se va hacia su cuarto, cerrando la puerta… yo suspiro cuando paso delante de ella hacia mi cuarto… Me hubiera gustado volver a dormir juntos, pero ella necesita dormir. Voy a mi cuarto y me coloco el pijama, me dejo caer en la cama, muerto por el cansancio… más mental que físico.

Grace

Me coloco mi pijama y me tumbo en la cama, pero sé que me falta algo…  Quizás solo dormí una noche con él, pero fue tan buena que pasaría todas las noches así. Me muevo en la cama, pensando en todo lo que ha pasado hoy y en lo que va a pasar mañana y sonrío, espero que todo salga como lo he planeado. Miro mi puerta, esperando que mágicamente, él aparezca y se meta en mi cama fría conmigo… Pero parece tan imposible. Me acuerdo de la frase que mi madre antes me solía decir mucho: “No esperes nada, ve tú a por ello.” Así que me levantó de mi cama de un salto y abro la puerta de mi cuarto y salgo de él. Voy a nuestro cuarto de invitados y abro la puerta lentamente.


Por la luz que entra de fuera veo a Justin en la cama, esta con los ojos cerrados pero no sé si duerme. Cierro la puerta tras mi después de memorizar el camino hasta la cama, voy hacia ella a oscuras y cuando noto la cama, me subo. Me pongo detrás de Justin y paso mi mano derecha por estómago, acariciando su camiseta blanca.

- ¿Duermes?- susurro.
- Si- dice en apenas un murmullo.
- ¿Puedo tener un beso de buenas noches?- digo como una niña pequeña pidiendo permanecer despierta más tardes de las 10.

Él se gira y quedamos cara a cara, tiene los ojos entre abiertos pero tiene la sonrisa de oreja a oreja. Sus labios se acercan a los míos y me da un pequeño beso, sonrío.

- Siempre hay tiempo para un beso- dice con la voz de estar medio dormido.

Y sonrío en la oscuridad, giro mi cuerpo y dejo que Justin me abrace. Cuando pasa su brazo por mi cuerpo agarro su mano que cuelga y me pego más a él. Cuanto menos espacio mejor. Cuando noto su latido en mi espalda, cierro los ojos. Podría pasarme noches y noches así que sé que jamás tendría pesadillas. Con Justin en mi espalda, abrazando mi cuerpo como si el de una niña pequeña se tratara no tengo miedo a nada. Y por esta noche, por este momento, por este segundo…  Me siento sana y salva. Sus brazos, sus labios y su respiración en mi cuello. Entrelazo nuestras piernas. Agacho mi cabeza para poder besar su mano que esta entrelazada con la mía.

- No me despiertes. Jamás- digo con una sonrisa en mi cara y con los ojos cerrados.


Lo último que llego a oír es su risa en mi oído que hace que corra un escalofrío por todo mi cuerpo y que duerma con una sonrisa en mi cara por segunda vez en mi vida. 

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Sé que los anteriores capítulos no han sido gran cosa, pero este puede ser que os recompense. Quería haceros una pregunta, ¿la novela os está empezando a aburrir? Siento que ya no es lo mismo que antes... Pero quizás me equivoque. De todas formas yo os sigo queriendo y mil gracias por leerme.



Y recordar que detrás de las  ☁ siempre habrá un ☀ resplandeciente esperándoos. LOVE YA.

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Capítulo 2



Me desperté en la cama, había conseguido volver a casa aunque todo estaba a oscuras. Lo primero que vi al abrir los ojos fueron las maletas hechas en la puerta. Tres maletas negras, ayer no me había permitido pensar en que hoy tocaba abandonar el pueblo. Me lo dijeron a los días de la muerte de mi hermano. Mis padres me reunieron en el salón y me dijeron que si ahora no estaba mi hermano ya nada nos retenía allí, que mi madre se iba a ir con mi padre a cada ciudad a la que fuera designado y me dieron la opción de irme con ellos o irme a un internado. Creo que lo dije demasiado rápido, pero nada más que mi padre terminó de hablar dije que iría al internado.

Las clases habían empezado ya hace una semana, pero no había habido problemas, mis padres llamaron y hoy iba a ir allí. Tenía miedo, claro que tenía miedo, no conocía a nadie, pero prefería mil veces eso a estar con mis padres dando la vuelta al mundo. Me levante de la cama, llevaba una braguita y una camiseta de mangas cortas rosa pastel con un conejo rojo descolorido, bueno, en un principio la camiseta era blanca y el conejo rojo pasión…  Pero se destiñó.

Me puse delante del espejo y me observé. Pasé las manos por mis ojos y luego intenté peinarme un poco el cabello. No soy ni muy baja ni muy alta, más bien soy normal en ese sentido. Soy blanca de piel, lo más seguro que sea porque no me gusta ir a la playa. Mi cabello de un color chocolate con leche me llega hasta la mitad de mi espalda o quizás un poco más, depende del día lo tengo o liso o con pequeñas ondulaciones.  Mis ojos son grandes y redondos, son de un marrón casi negro. Tengo una nariz chiquitita y mis mejillas con blanditas y tengo caderas, o como solía decir mi hermano, tengo curvas. Sobre lo de mi peso, siempre fui una pelota, pero mi hermano harto de los insultos que yo recibía en el colegio decidió ponerse a hacer ejercicio conmigo. Hasta que hace unos meses atrás me dijo que ya estaba fantástica, que era una mujer con curvas, que ahora la idea de perfección estaba sobrevalorara.  Mis piernas son largas, creo que si fuera morena todo sería mejor… Pero tengo miedo al agua, tengo miedo a que las olas sean más fuertes que yo y me lleven lejos. Mis labios son ni muy gruesos ni muy finos y rosados, mis dientes están perfectos ya que hace unos años llevé brakets. 

No tengo amigos, tengo conocidos y compañeros a los que no veré más y tampoco me importa. Mi hermano siempre me decía que era porque era muy lista, que no era una fresca como las demás y que siguiera así que no cambiase por nadie. Soy fuerte o por lo menos así me veo yo. No me tomo las cosas muy en serio, aprendí a sobrellevar lo que la gente pensará de mi y a usar mi ironía. No soy fácil, lo asumo, pero gracias a eso sé que la gente que se pare a conocerme valdrán la pena, todavía no he conocido a nadie así.

Fui a mi cuarto de baño, me recogí mi melena y me lavé la cara, despejándome. Luego me puse unos pantalones y una chaqueta, ya que fuera de mi cama hacía frio. No sé donde es el internado, no sé nada, yo elegí no saber nada. No quiero tener que preocuparme por otra cosa más. La verdad es que me alegra irme de aquí, ya que cada cosa me acuerda a mi hermano y no creo poder vivir así.

- ¿Hija? ¿Estas despierta?- gritó mi padre desde abajo.
- Ya bajo- grité.

Me coloqué mis zapatillas de estar por casa y bajé a la cocina, en mi sitio estaba ya mi zumo de naranja y mi tostada con mermelada, como siempre.

- ¿Y mamá?- pregunté.
- Esta terminando de hacer las maletas. En dos horas tenemos que estar en el aeropuerto. Al final conseguí que nuestros aviones salieran a la misma hora.

Mi internado no estaba en la ciudad. Bebí el zumo de un sorbo.

- ¿Me gustará?- pregunté.
- Espero que si- dijo sonriéndome.

Se acercó a mí y beso mi cabeza, luego se fue de la cocina. Terminé de desayunar, lavé el vaso y el plato y los coloqué. No íbamos a vender la casa, no sé porque, no sé si era por no entrar en el cuarto de mi hermano y empaquetar las cosas o por si todavía tenían la esperanza de que algún día nos reuniéramos de nuevo y volviéramos a ser la familia de antes. Ni lo sé ni me importa. Subí de nuevo a mi cuarto, me cambié de ropa y terminé de meter las cosas que quedaban en mi cuarto en la maleta. Luego hice mi bolso de mano. Mi reproductor de música, mi cartera con dinero y con mi nueva tarjeta de crédito. Y mi portarretratos que tenía sobre la mesita de noche, salíamos mi hermano y yo, sonriendo… Cuando estabas a su lado era difícil no sonreír.  Me puse las converses y fui bajando las maletas poco a poco. Cuando fui a bajar la última y subí a coger mi mochila, me quedé sin palabras al ver mi cuarto vacío. Cogí aire, cerré la persiana y baje al salón.

Ya había llegado el taxi, el aeropuerto quedaba a media hora del pueblo y teníamos que salir ya. Por suerte cupieron todas las maletas. Yo me quedé en la ventana, saqué la cabeza y el taxis se puso en marcha, mi madre tenía una mano en mi pierna, no sé si era para darme fuerzas a mi o a ella misma. Miré atrás hasta que mi casa desapareció de mis ojos, entonces deje de asomarme y me senté bien. Puse mi mano sobre la mano de mi madre y le sonreí.

- Todo va a salir bien- le dije.

Ella se mordió su labio inferior para no llorar y asintió con la cabeza. Mi padre me explicó que cuando llegara a donde tenía que llegar, le dije que no me dijera la ciudad, iba a estar esperándome un coche negro, ese coche me llevaría al internado. Allí me esperaría una mujer que me lo explicaría todo.

Cuando me quise dar cuenta, ya estábamos en el aeropuerto, no era la primera vez que montaba en avión así que no era una novata. El avión de mis padres salía de una puerta diferente, así que llegó la hora de despedirnos.

- Con cualquier cosa nos llamas- dijo mi padre mientras me abrazaba- Estudia y no pierdas el tiempo.
- Vale.

Hubo un silencio en el que mi padre me abrazó más fuerte.

- Te quiero- me susurró.
- Y yo a ti.

Cerré los ojos y aspiré su aroma de hombre fuerte, de hombre que sirve al ejército. Siempre estaba en alerta y pocas veces dejaba ver su lado blando. Mi padre me soltó y se movió dejándome ver a mi madre, otra vez llorando, fui a abrazarla.

- ¿Seguro que no quieres venir con nosotros?- me preguntó.
- No mamá.
- Te voy a extrañar mucho- me besó en la mejilla.
- Te quiero- le dije.
- Y yo a ti hija, mucho, te quiero mucho.

Después del abrazó miré a mi madre a los ojos.

- Tienes que ser fuerte, mamá. ¿Vale? Por papá, no puedes estar en la cama todos los días.

Mi madre me tocó la mejilla, se notaba en su rostro que estaba cansada, tenía ojeras marcadas y unos ojos rojos, hacía días que no comía.

- Te pareces tanto a él- me dijo.
- No, no- dije y quité su mano- Jamás me pareceré a él.

Mi madre me miró y me sonrió.

- Que te vaya bien, cariño.

Yo asentí con la cabeza. Fui a donde estaban mis maletas y me despedí de mis padres. Enseñé el billete y el pasaporte, metí las maletas, pase el escáner y tuve que esperar a que pudiera entrar en el avión. Cuando dijeron el nombre de mi avión, me levanté y empecé a avanzar con un grupo de gente, agarré fuerte mi maleta.

Entonces alguien me empujó, levanté mi cabeza y una persona vestida de negro, zapatos, pantalones, chaqueta y gorra negra,  avanzaba pegando codazos a todo el mundo. A mi cabeza me vino el recuerdo del chico que me ofreció un cigarro a la salida de la iglesia. Negué con la cabeza, habría sido demasiada coincidencia. Cuando llegué al avión y encontré mi asiento al lado de la ventana de verdad me empecé a creer todo.


Iba a irme a un internado, lejos de mi pequeño pueblo, lejos de mi sitió, lejos de mis padres y lejos de mi hermano. Me puse el cinturón y esperé a que el avión arrancara. Sentí esa sensación de como si me estuvieran empujando y luego todo fue normal. Me quité el cinturón y me di cuenta de que a mi lado había un hombre mayor y a su lado su mujer, se miraban, se sonreían y estaban cogidos de la mano. Quité la mirada de ahí y mirle a delante, mi mirada se detuvo en el chico de gorra negra, miraba a delante, así que solo pude ver su gorra. Apoyé mi espalda en el respaldo y saqué el reproductor de música. Mientras miraba por la ventana me fui durmiendo poco a poco.

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Que ganas tengo de avanzar unos cuantos capítulos más hjvtjhvejvyhjtvyhrjtret Espero que os este gustando hasta ahora.... Y bueno, no tengo nada más que decir. Gracias por leerme <3

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Capítulo 25



Y cuando nos subimos en el autobús para ir a ver a mi psicóloga, mis padres cogían el coche para irse de vacaciones. Era raro, jamás había ido con nadie a la consulta, ni siquiera con mis padres. No esperaba que se fueran hoy, pero al parecer todo entraba en el plan de la doctora Blevins y lo que ella dice, se cumple. Siempre me pone nerviosa visitarla, cuando visitaba a Padre no me ponía tan nerviosa… quizás porque allí no era la única que iba, pero ahora, seguro que nadie en este autobús va a ir a visitar a un psicólogo. Quedaban libres unos asientos de dos, yo me senté junto a la ventana y saqué algo temblorosa mi iPod.
Miré a Justin, se había estado comportando algo extraño, él miraba por el pasillo a todo el mundo, coloqué mi mano en su rodilla y él me miro.

- ¿Todo bien?- le pregunté.
- Si- dijo él tragando saliva.
 - ¿Seguro?
- Claro- y sonrió algo tímido.

Aparté mi mano de su rodilla y me coloqué los auriculares, busqué la canción de The longer i run de Peter Bradley Adams. Me saqué un auricular y se lo ofrecí a Justin, él respiró profundamente y se lo colocó. Yo apoyé mi cabeza en el asiento, pero poco a poco fui bajando hasta apoyarme en su hombro. Él puso su mano en mi rodilla y me di cuenta que su mano era más grande que mi rodilla, entonces puse mi mano sobre la suya y los dos sonreímos a la vez.

“Echaba de menos la vida que dejé atrás…” Siempre me ha gustado esta canción por esa frase, muchas veces me paró a pensar como era mi vida antes de que todo se pusiera negro y la extraño, extraño ser la niña de cinco años que solo sabía correr y sonreír, que pintaba con los dedos y se manchaba comiendo, aquella niña que no tenía las sonrisas rotas. Por supuesto que me gustaría volver a tener una vida normal, sin tener que preocuparme tanto, sin desear pasar algo afilado por mi piel hasta ver la sangre salir, pero no puedo, estoy metida en un túnel sin salida en el que solamente puedo seguir a delante, hacia bajo.

Cerré los ojos y disfruté del aroma de Justin, sentí su mano bajo la mía… estaba aquí, ahora, y eso era lo único que me tendría que importar. Empezó a sonar Alive de Krewella y sonreí. Las canciones controlan mi sentido del humor, si escucho una triste todo lo malo aparece en mi mente, pero sí en cambio la canción es movidita recuerdo todo lo bueno… Y ahora recuerdo cuando Justin vino, nuestro primer beso o la primera vez que nos hablamos y lo confundí con una chica. Intento meter mis dedos por debajo su mano y la agarro.

- Tú me haces sentir viva- digo mirándole de reojo.

Y algo dentro de él cambia, lo sé porque gira su cabeza hasta mirarme, coloca sus manos en mis mejillas y me da un suave beso, ninguno será como el primero… pero este sabe tan bien. Coloco mis manos en su cabello y lo acaricio, su cabello es tan suave… Bajo a su nuca y él se separa poco a poco, entonces me doy cuenta que me estaba quedando sin aire, suelo una pequeña carcajada y sonrío. Miro a los ojos de Justin, están brillando y su boca sonríe.

- Que me digas esas me hace sentir mejor… Muchas veces no sé si hago las cosas bien- me susurra.

Esta tan cerca de mi boca que cuando habla sus labios chocan con los míos.

- Tú siempre lo haces bien- admito.

Él se aleja de mi lentamente y llevándose con él mi respiración, que este tan cerca me pone el corazón a cien… pero que se aleje hace que me quede sin respiración. Él acaricia mi mejilla y busca los auriculares que estaban por los sillones. Miró a mi alrededor y todo el mundo desvía la mirada, noto como mis mejillas se ponen coloradas. Miro por la ventana y veo como habíamos llegado a la parada.

- ¡Justin! ¡Corre!

Justin con los auriculares en la mano se levantó del asiento y salió corriendo y yo detrás de él. Miré a la calle, grandes edificios y miles de personas caminando, algunas llevaban un vaso de café y otras llevaban tanta ropa encima que casi no se les veía. Giré mi cabeza y allí estaba Justin, mirando a todo el mundo igual que yo. Entonces le quité los auriculares de la mano, lo guardé y cogí su mano libre para guiarle hasta donde era.

La consulta estaba dentro de un edificio de casas normales, me sabía la planta de memoria. Cuando llegamos le solté la mano a Justin y pulsé el botón para que se abriera la puerta, entramos y allí dentro estaba Paul, un hombre ya con sus 60 y tantos años, era de color y siempre estaba ahí para recibir a la gente. Cuando me vio, sonrió.

- Hombre, si eres Grace… Cuanto tiempo hace que no nos veíamos. ¿Qué haces aquí de nuevo? Creía que…
- No se preocupe, es solo revisión- dije sonriéndole.
- No me mienta señorita, que puede que no sea psicólogo pero demasiados años yo he vivido para saber cuándo unos ojos no tienen vida. ¿Y quién es él?
- Un amigo- dije sonriendo.
- Uh, jovencita, los amigos a tu edad son malos… Sobre todo sin son especiales. Cuídala muchacho, esta chica vale oro.
- Por supuesto- dijo Justin algo tímido.

Yo le agarré de la mano y empecé a tirar de él hasta las escaleras.

- Adiós, Paul.

Él se despidió con un gesto de manos. Llegamos a la planta y le guie hasta la puerta, pulse el timbre e Isabel nos recibió.

- Grace, encantada de verte- dijo dándome dos besos.
- Lo mismo digo.

Isabel era una mujer de 30 años que siempre me recibía y siempre te da un café o vaso de agua cuando lo necesitas.

- La doctora te espera, dijo que hoy era un día especial..

Miré a Justin y sonreí.

- Lo es.

Y seguí adelante hasta la sala donde la doctora nos esperaba sentada en su sillón de cuero marrón. Entré dentro y Justin iba detrás de mí, con timidez y observado cada sitio por dónde íbamos.

- Cierra la puerta- dijo la doctora.

Justin la miró y luego miró la puerta mientras lentamente la cerraba, se podía notar la tensión en el ambiente. Blevins me miró y me sonrío, luego miró el asiento alargado donde siempre me sentaba, no me gustaba tumbarme y siempre me quedaba sentada, eso le incomodaba pero un día dejo de insistir. Justin se sentó en una silla algo apartada.

- Buenas tardes, encantada de volver a verte Grace y encantada de conocerte, Justin.- dijo mirándolo lentamente, fijándose en él.
- Lo mismo digo- dijo Justin rápidamente.
- ¿Y para qué estoy aquí?- pregunté.
- Vamos, todos sabemos que eres demasiado lista para esa pregunta, ¿o acaso no recuerdas tu intento de suicidio de hace varios días?
- Ah, cierto- miré mis muñecas todavía vendadas, mañana ya me podía quitar el vendaje.
- Antes de nada me gustaría saber si te incomoda la presencia de Justin aquí- me dijo ella.

Miré a Justin y él estaba sentado en la silla rígidamente, observándonos pero a la vez era como si no nos escuchara, como si estuviera en otro mundo, pero nos miraba fijamente.

- No… Yo… Bueno, sí, porque no tengo que contarte nada, va a ser una sesión rápida y usted quería conocerlo.
- Grace, hace mucho que no nos vemos… Me tienes que contar muchas cosas.
- Mi vida es muy aburrida, usted lo sabe.
- ¿Cuándo volvieron los vómitos?

Ella no se andaba con rodeos... Me quedé mirando mis piernas, acariciando la tela del jeans, observando los kilos que sobraban. Levanté mi mirada y allí estaba ella, con su carpeta en las piernas y un bolígrafo en la mano.

- A las semanas de salir de allí- dije tragando saliva.
- Todos creían que estabas bien.
- Y lo estaba…- desvié mi mirada de ella a la pared, observando cada diploma.
- O quizás te creíste tu propia mentira.
- Una nunca está preparada para salir a la vida real… Allí estas tan aislada de todo…

Miré a Justin, él había doblado su cuerpo para estar más cerca y golpeaba los dedos de su mano derecha en su rodilla izquierda. El movimiento de sus dedos me ponía nerviosa y deje de mirarlo.

- Si no me equivoco, te dieron de alta unos días antes de entrar a clase… ¿Cómo fueron los primeros días?
- Todo el mundo lo sabía, no sé cómo… bueno… si… Los profesores hablaban con mis compañeros diciéndoles que había pasado una mala época y que fueran agradables conmigo.
- ¿Lo fueron?- dijo subiendo sus pequeñas gafas.
- No.

Y la habitación se quedó en silencio por varios segundos, lo que ella tardó en escribir algo.

- ¿Tuviste que visitar al psicólogo cuando te dieron el alta?
- Si, cuatro días. Me dijeron que estaba bien pero que fuera poco a poco.
- ¿Estabas bien?
- No.

Escuché como Justin se movía en la silla, casi me había olvidado de su existencia.  La doctora Blevins lo miró y luego volvió a posar sus ojos en mi.

- ¿Cómo lo conociste?- preguntó.
- Por internet… Un día él me habló y luego seguimos hablando… él fue un gran apoyo.

Miré a Justin de reojo, sus mejillas se habían sonrojados.

- ¿Te ha provocado momentos malos?
- Si… bueno… Casi siempre fueron por mi culpa. Él siempre intentaba hacer lo mejor para mí.

La doctora lo miró por encima de sus gafas y luego escribió algo en su libreta. Me ponía muy nerviosa no saber lo que decía.

- ¿Qué provocaron los últimos cortes? Además de eso, me han dicho que encontraron en tu cuerpo restos de drogas y varios tipos de alcohol. ¿Los has vuelto a ver?

Justin levantó una ceja, eso último no sabía nada.

- Si, ellos siempre me ayudan cuando quiero dejar de pensar.
- Ellos no te ayudan, Grace…
- Si lo hacen, ellos saben la ayuda que necesito, no tú.

Blevins negó con la cabeza y volvió a escribir.

- ¿Puede dejar de escribir? Me pone nerviosa- había pasado de acariciar mi pantalón a dar pequeños pellizcos.
- Tengo que hacerlo- dijo ella.
- Para- repetí.
- Grace…
- No tengo que estar aquí- dije levantándome- Estoy bien, no estoy loca, sé lo que hice… sé que está mal. No volverá a repetirse, lo prometo.
- Tus promesas no valen nada, Grace. Siéntate- me ordenó.
- Estoy cuerda, estoy genial, quiero vivir y usted no me deja. Vamos Justin, levántate que nos vamos.

Él pestañeó dos veces, me miró confuso y se levantó.

- Grace…- dijo ella, frotando su frente.
- Me tengo que ir, doctora. Todavía quedan dos sesiones, ya vendré y le demostraré que estoy bien.

Ella se levantó, era más alta que yo.

- De acuerdo, salga un momento fuera, tengo que hablar con Justin.

Yo los miré a los dos y salí de la habitación dando un portazo al cerrar.

Justin

¿Hablar conmigo? ¿De qué? ¿Qué pasaba? Estaba nervioso y no sabía por qué, mi manos temblaban y me costaba mantenerme concentrado en algo. Ella se apoyó en su gran mesa de madera y me miró atentamente.

- Justin, ¿la quieres?- dijo ella seriamente.
- Si- admití.
- ¿Mucho?
- Si, creo que para el poco tiempo que estamos hablando se puede calificar como que la quiero mucho.
- ¿Se lo has dicho?- me preguntó.
- Una vez en un mensaje… Ella no me ha dicho nada, no sé si lo leyó.

La doctora miró al suelo y luego me miró, lentamente.

- Ella no está en condiciones como para tener sentimientos tan profundos por alguien… Su cabeza no funciona ahora mismo como la de un adolescente cualquiera, aunque ella diga lo contrario.

- Pero no creo que ella controle lo que siente- dije.
- No, no lo hace y eso no es bueno… No tiene control sobre su mente, pero tú si tienes sobre la tuya. Tú sabes lo que está bien y lo que está mal… Tú sabes lo que le viene mejor.
- ¿Qué me está queriendo decir, doctora?- tuve que meter mis manos en mis bolsillos para que no se notara el temblor.
- Ahora mismo nada, pero cuando llegue la hora sabrá lo que me refiero. Y asegúrese de que cene algo, unos filetes a la plancha con algo de ensalada.
- De acuerdo...

Me estaba dando la vuelta para ir, cuando ella volvió a hablar.

- ¿Te pasa algo? Te noto muy nervioso.

Cogí aire y la mire.

- Es todo esto… Tengo miedo que me sobrepase, no ser lo suficientemente fuerte para ella.
- Siempre vas a encontrar fuerza en el amor, recuerda eso.


Yo le sonreí y salí de la sala, Grace me esperaba cruzada de brazos apoyada en una pared, cuando salí ella me sonrió y noté como sus ojos brillaban. Fui hacia ella y la abracé, su cuerpo temblaba más que el mío. La abracé con todas mis fuerzas y le bese la cabeza, su latido fue relajándose. La doctora tenía razón, siempre iba a encontrar fuerza en ella… Pero sus anteriores comentarios me habían puesto en alerta, igual que lo que me contó la mujer del autobús: “Simplemente que llegará un día en el que tendrás que poner todas las cartas sobre la mesa y ver qué es lo mejor para ella y para ti, si dejarla libre o agarrarte al único hilo que os une.”

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Sé que dije que iba a subir dos, sé que dije que iba a subir antes pero... no tengo tiempo ni para respirar y además tengo un cacao enorme de lo que va a pasar y tengo que centrarme y aclarar las ideas. De todas formas en el capítulo siguiente ya sé lo que va a pasar así que puede ser que esta misma noche lo escriba y pasado mañana lo suba, así que... No tendréis que esperar mucho. Muchas gracias por seguir leyendo, sabeos que sois muy importante para mi :'')

Capítulo dedicado a la preciosa de @idealbiebs porque se hace mayor jhvtjvejtyvehjvyevthter Felicidades de nuevo cielo. <3

Y recordar que detrás de las  ☁ siempre habrá un ☀ resplandeciente esperándoos. LOVE YA.

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Capítulo 1



No pude soportarlo más, no podía aguantar más tener que escuchar la voz de ese hombre que no lo conocía de nada diciendo lo muy importante que fue para nosotros. Porque él no lo sabe, él no sabe ni la mitad, él no sabe las vidas que cambio y lo mucho que ayudó. Tampoco aguanto el llanto de la mitad de la sala que están ahí tan solo porque tenían a mi hermano en la lista de contactos del móvil… La mayoría lo tenían para llamarle cuando necesitaban algo y es que no hubo persona más bondadosa que mi hermano.

Me colocó los auriculares y empezó a sonar Gone Too Soon de Simple Plan, lo puse flojo, tampoco era plan de arruinarle la misa a mi hermano. Me encontraba en el último banco de la iglesia, vestida de negro y con una falda en honor a mi hermano, recuerdo las veces que se metía conmigo por eso. Tuve que levantar la cabeza para no llorar, abrí bien los ojos, mi hermano no se merecía que llorara en su funeral, él era una persona alegre. Él bromeaba con que cuando muriera pusiéramos música de discoteca y nos emborracháramos todos. Se lo recordé a mi madre, ella me tomo por loca.

Respiré hondo, es asombroso como Dios acaba llevándose de nuevo a los ángeles que había bajado a la tierra. Siempre pensé eso, mi hermano había sido un ángel que Dios había bajado y que ahora o bien lo necesitaba arriba o él creía que ya no lo necesitábamos… No creo que fuera lo último, porque nunca dejas de necesitar a una persona y menos a un hermano. Mi hermano fue el mejor novio, el mejor hijo, el mejor estudiante y sobretodo el mejor hermano. Se presentaba voluntario a cada cosa que podía, donaba la ropa que no utilizaba y era voluntario cada fin de semana en el comedor común.

Yo siempre intentaba ser como él, era mi ídolo, mi meta en la vida es hacer la mitad de las cosas que él hizo por todo el mundo. Él era mi modelo a seguir, bueno, el mio y el de casi todo el mundo. Su vida era perfecta, aunque tuvo que madurar demasiado pronto, mi padre casi siempre está destinado con el ejército y él tuvo que ser el hombre de la casa. Pero eso la vida se lo recompensó con la mejor novia del mundo y los mejores amigos. Su vida era envidiable, bebía en ocasiones contadas y no fumaba, amaba hacer deporte y tener una vida sana.

Y esa noche no fumo, no bebió, no se drogó, no hizo nada… tan solo conducía el coche de vuelta de la casa de su novia a casa. Pero tuvo la mala suerte de que otra persona si fumó, si bebió y si se drogó y que conducía un coche. Tuvo la mala suerte que esa persona decidiera no parar en aquel semáforo llevándose por delante el coche de mi hermano y con él su vida.  Me sequé rápidamente la lágrima que bajaba por mi mejilla, yo no podía llorar.

Pero él no se ha ido, una persona se va cuando ya nadie le recuerda y eso jamás pasará, yo jamás lo olvidaré ya que él fue mi segundo padre, mi hermano y mi mejor amigo. Así que hermano, esta sonrisa va por ti.

Sonreí hacia el ataúd. Quiero pensar que Dios le tiene preparada una buena vida ahí arriba, ya que se la merece como el que más. Espero que sea feliz, que pueda descansar y que por fin se sienta libre de las ataduras que significaba intentar sacar una familia a delante desde que tienes uso de razón.

Todo el mundo se puso de pie, aplaudiendo, llorado a lágrima viva. Pude ver el uniforme de mi padre, el cabello rubio de la novia de mi hermano y pude escuchar el llanto de mi madre. No sé como no se tiró encima del ataúd en toda la ceremonia. Mi hermano no quería ser incinerado, siempre decía que quería que tuviésemos un lugar donde llorar y en el que pudiésemos contactar con él.

Yo me puse de pie, quitándome los auriculares dejándolos en el banco, cerré los ojos, agaché la cabeza y le dije hasta pronto a mi hermano, ya que decir adiós es algo muy fuerte, algo que no me gusta decir… aunque esta persona ya no se encuentre entre nosotros

- Hasta pronto hermano- susurré.

Así que cuando todo el mundo empezó a ir hacía el ataúd o hacía mi madre, yo me escapé corriendo de la iglesia. Hacía un día soleado, miré al cielo con envidia, normal que hiciera este día tan hermoso… ahora el cielo tiene lo más preciado que yo tenía. Me senté en un banco cercano de la iglesia, doblé las piernas colocándolas en el banco y empecé a mirar mi teléfono. Sin saber cómo, me fui al contacto de mí hermano… No lo había borrado ni iba a hacerlo. Una persona se va cuando ya nadie la recuerda, me repetí.  Estaba tan absorta en mis pensamientos que ni me enteré que alguien se había sentado a mi lado hasta que habló.

- ¿Quieres?

Giré mi mirada lentamente y vi como en una mano, la cual tenía pequeñas heridas en los nudillos, había un paquete de cigarros y sobresalía uno.

- No, no.- dije rápido.

La persona se encogió de hombros y se guardó el paquete.

- ¿No te gustan las iglesias?

Levanté la mirada de donde había estado el paquete de cigarros hasta mirar a la persona que estaba a mi lado. Iba entera de negro: jeans negros, unas converses negras y un chaquetón negro  con la capucha sobre su cabeza, no le vía la cara. Hacía sol, pero corría un viento fresco… Uno de esos vientos de principios de invierno.

- ¿Sí o no?

Sin darme cuento lo había vuelto a hacer, me había vuelto a meter en mi mundo.

- Ahora mismo no- respondí.
- ¿Y eso?- preguntó el chico.

Su voz era dulce y cálida, es una de esas voces que te calman, que te relajan y la verdad es que ni me di cuenta de que necesitaba que alguien me hablara así para dejar de pensar en mi hermano. Pero él había hecho que volviera a pensar en él.

- La misa es por mi hermano- esperé unos segundo, él no dijo nada- Nadie lo conoce, el cura dice cosas de él y seguro que solo lo vio a la hora de bautizarlo y quizás cuando era voluntario.
- ¿Y tú lo conoces más que él?

No sé por qué pero la pregunta me enfado, pero yo sabía que él no lo hacía con mala intención. Lo más seguro es que él ni supiera quien era mi hermano. Le iba a responder cuando las puertas de la iglesia se abrieron de par en par, empezó a salir gente llorando, abrazados unos a otros. Cuando volví a mirar a mi lado, yo no había nadie, ya no estaba aquel chico de negro, su voz no me sonaba de haberla oído por el pueblo… y mira que es pequeño. Me levante y decidí que era hora de acercarme a mi familia, de aguantar el llanto de mi madre y la seriedad de mi padre.

- Oh, hija- dijo mi madre nada más verme y fue a mis brazos.

La abracé, la abracé fuerte como habría hecho mi hermano. La consolé por unos minutos, pero no pude decirle ninguna palabra para que se sintiera mejor, solo supe frotar mi brazo en su espalda. Mi hermano lo habría hecho mejor, mucho mejor, habría sabido cómo hacer que mi madre dejara de llorar, pero yo no soy él, jamás fui y jamás lo seré.

- Mamá, me voy… No aguanto más aquí.
- Pero te necesitamos –dijo ella con su voz rota.
- No os sirvo de nada.–dije mirándola a los ojos.

Me giré y estaba mi padre, baje la cabeza en modo de despedida y eché a correr. Y quizás eso era lo único que se me daba bien… correr, huir, yo era una experta en esto. En mi mente solo hay imágenes de mi hermano sonriendo, alegre, metiéndose conmigo, abrazándome. Él siempre estuvo ahí.

Gracias a Dios, esto es un pueblo pequeño y llegas a dónde quieres en cuestión de minutos, lo malo es que aquí todos nos conocemos, cuesta mantener un secreto ya que tarde o temprano hasta el frutero lo sabrá. Pero yo había encontrado un sitio o mejor dicho, mi sitio. En medio del bosque, había un saliente que era como la azotea del edificio más alto del pueblo, desde ahí te podías sentir el rey del mundo, todos estaban a tus pies.

Llegué ahí, no sé cómo no lo habían encontrado antes, puede ser porque está detrás de unos matorrales con pinchos. Ahora esta era mi segunda casa, hasta había una tienda de campaña para aquellas noches en las que no aguantaba en mi casa. Sé cuidarme por mi sola, mi hermano me enseño. Pero ahora mismo lo había olvidado todo y no sabía qué hacer.

Me senté en el borde del saliente, al principio mis piernas colgaron pero luego las subí y las doblé apretándolas a mi pecho.  Doblé la cabeza, escondiéndola, quizás así pudiera desaparecer, quizás cuando sacara la cabeza mi hermano estuviera a mi lado diciéndome que todo irá bien porque ahora mismo necesitaba que alguien me dijera eso, que me dijera que después de esta tormenta infinita va a salir el sol.
Entonces, en ese instante me permití llorar. Noté como con cada lágrima me sentía mejor y empecé a llorar más fuerte, temí que hasta me llegarán a escuchar los vecinos de abajo. Pero lloré, desgarrándome la garganta con cada llanto.

A los minutos conseguí dejar de llorar, pero seguía sintiéndome rota. ¿Alguna vez conseguiré asumir la muerte de mi hermano? ¿Cómo consigue la gente superar la muerte de un ser querido? ¿O es que jamás los quisieron? Porque… no sé… No creo que puedas olvidar que esa persona que siempre quisiste ya no estará a tu lado ¿no? Quité la cabeza de mis piernas y me quedé mirando como el sol empezaba a bajar. Eran las siete de la tarde. El peor día de mi vida empezaba a acabar, pero aunque hubiera sido el peor no sé si estoy lista para decirle adiós a este día, ¿qué pasará mañana? ¿Nadie se acordará de que él murió?
El sol siguió bajando, los pensamientos en mi cabeza no cesaban. El sol ya no estaba en el cielo, despareció, dejando al pueblo a oscuras… ya que el día que alguien muere el pueblo se queda sin luz esa noche. Siempre me gustó esa tradición, me venía aquí y observaba todo el pueblo a oscuras pero ahora que lo hacen por mi hermano ha dejado de gustarme.


Me tumbé, observando las estrellas que hoy alumbraban el cielo. Y no me lo permití, pero aun así, volví a llorar.

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La verdad es que no sé si es el momento para subir este capítulo... Mando toda mi fuerza a los Gleeks que lo lean, a Lea y a su familia. Yo puede que no sea Gleek, pero él estaba dentro de mi corazón, amo la serie y lo amo a él... Así que por favor, hoy recen por todos los que le rodeaban y esperemos que tenga la paz que se merece. 

Y bueno, ya fuera del tema de Cory... Este es el inicio de The Game, una novela a la cual tengo muchas ganas hervhvhyveyhvthjyvhevyverj Tengo granes planes para ella, la he estado pensando desde hace tiempo y la verdad es que espero que os guste tanto como a mi. Que suba esta novela no significa que deje de subir Rompiendo barreras, simplemente que subiré las dos a la vez. Los primeros capítulos siempre son algo aburridos, ya que son como pequeñas sinopsis... para mi pero la novela mejora mediante avanza... PD: voy a subir RB más a la tarde ;)

Espero que sea una gran novela y que me dejéis que sea vuestro cuentacuentos para poder contaros esta hermosa historia. love ya.

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RIP Cory Monteith, you will always live in our hearts.
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