Justo en la puerta del aeropuerto me esperaba un coche negro con un hombre de cincuenta años vestido
de traje apoyado en él.
- ¿La señorita Reeves?- me preguntó nada más verme.
Asentí con la cabeza, pocas veces me llamaban por mi
apellido. El hombre cogió las maletas de mi lado y las colocó en el maletero
del coche. Yo agarré el codo de mi brazo derecho con mi mano izquierda, estar
en un lugar desconocido y sola me había intimidado. No había sol en el cielo,
ya que lo tapaban las nubes. Iba a
extrañar a mi pueblo, lo sabía.
- Ya podemos irnos- dijo el hombre cerrando el maletero.
Yo volví a sentir con la cabeza y fui a meterme dentro del
coche. El interior del coche era de cuero negro, me coloqué el cinturón y me
quedé rígida en el asiento. El coche arrancó.
- ¿Nerviosa?- me preguntó.
- Un poco- admití.
- He oído hablar maravillas del internado al que va.
Asentí con la cabeza, tampoco sabía que decir. El hombre me
miró por el espejo retrovisor de dentro. Su bigote negro destacaba.
- ¿Prefiere que no le hable en lo que queda de viaje?
Quedará como una media hora.
- Me da igual, de verdad. Perdone si estoy siendo borde,
pero no estoy pasando por mi mejor momento.
- La entiendo, créame usted que la entiendo.
Mire al espejo y pude ver como sus ojos se habían aguado,
supe al instante que había perdido a alguien cercano hace poco.
- ¿Entonces es bonito el lugar al que voy?- dije intentando
cambiar de tema.
- Si, no tema, no es uno de esos castillos que sale en las
películas. Son edificios normales y corrientes.
- ¿El curso empezó hace mucho aquí?
- No, la semana pasada. No habrán dado mucho temario.
Quité las manos de mis piernas y toque el cuero del asiento,
giré mi cabeza y miré por la ventana, mis movimientos eran parecidos a los de
un robot. Solo se veían árboles y pequeñas casas. Se parecía a mi pueblo, pero no era mi
pueblo.
- ¿Tendré que llevar uniforme?
- Me temo que sí. Falda gris y un polo blanco.
No es feo entre lo que cabe.
- Está bien, menos tendré que pensar cuando me levante cada
día.
Falda. Mi hermano siempre me decía que apenas me ponía
falda, que siempre llevaba pantalones como los chicos. Por eso me puse una
falda es su funeral, para que viera que su hermana también lleva falda. En su
funeral. Mi hermano estaba muerto. Empecé a llorar.
Al principio eran dos o tres lágrimas, luego la cosa
empeoró, vi como el hombre me tendió un pañuelo blanco. Lo cogí y me sequé las
lágrimas.
- Gracias- dije con un hilo de voz.
- ¿Por qué? Aquí no ha pasado nada.
Por el espejo vi como me guillaba un ojo. ¿Era tan fácil ver
que no me gustaba que la gente me viera llorar? Le sonreí, se había ganado mi
sonrisa.
- Descansa, yo la despertaré cuando lleguemos.
Asentí con la cabeza y me acomodé en el sillón. Siempre
pensé que el mejor lugar donde dormir es en un coche, el traqueteo que lleva me
relaja. No pude llegar a contar cincuenta respiraciones ya que me dormí.
- Señorita, señorita- me decían mientras me movían el brazo-
Ya hemos llegado.
Abrí los ojos lentamente, el conductor había abierto la
puerta más cercana a mi para despertarme y podía notar como aquí hacía más
frío. Me dio un pequeño escalofrío y me abracé.
- ¿Ya?- pregunté.
- Si, ahora le espera una mujer para enseñarle todo lo que
tiene que saber.
El hombre se alejó de la puerta y pude salir. Estiré un poco
los brazos y lo miré.
- Gracias por el viaje.
- Ha sido un placer
señorita. Tenga mucha suerte.
Sonreí y asentí con la cabeza. Mis maletas ya estaban fueras
del maletero, cogí mi mochila y me la coloqué en la espalda. Vi como el hombre
se metía en la parte delantera del coche y se despedía con la mano antes de
largarse. Me había caído bien, no sé porque, pero siempre me llevo mejor con la
gente mayor que con la gente de mi edad.
Levanté la mirada y vi el internado, eran edificios no muy
bajos, la fachada era de color beige, grandes ventanas blancas y tejados rojos.
Era bonito. Se podían ver desde donde yo estoy cuatro edificios iguales
formando un cuadrado, pero había bastante distancia entre cada uno. Los edificios estaban lejos, eran alargados y
en el que estaba enfrente mía estaba la puerta principal, había un camino de
azulejos hasta una acera donde me esperaba una mujer muy alta y delgada, con su
cabello rubio recogido, con una falda de tuvo negra, una camisa blanca y una
americana negra. Daba la apariencia de ser muy estricta. Me acerqué a ella,
arrastrando como podía mis maletas.
- ¿Hayley Reeves?- preguntó.
- Esa soy yo.
- Encantada, yo soy la señora Rigby.
Me tendió su mano y yo la acepté, tenía una voz dulce para
lo sería que parecía.
- ¿Por dónde desea empezar?- preguntó.
- Al ser posible dejando las maletas.
- Oh, no se preocupe, ahora el conserje se las llevará a su
cuarto. Empezaremos por la pista de pádel y con la de baloncesto.
La mujer aunque llevaba unos tacones con un tacón más fino
que un alfiler, andaba más rápido que yo. Me fue difícil mantenerme a su lado.
Me empezó a enseñar el exterior, había para practicar cualquier deporte desde
baloncesto hasta hípica. Algo que me gusto mucho fue que todo estuviera rodeado
de verde, me recordaba a mi pueblo.
La mujer hablaba como si me quisiera vender la residencia,
que si el césped era de primera calidad, que si disponían de las mejores
pelotas para jugar al tenis. Lo último fue la gota que colmó el vaso y empecé a
preguntarle cosas que me interesaban.
- Y dígame ¿compartiré habitación?
- No, sus padres cogieron una para que no tuviera compañera.
- ¿Allí estará mi uniforme? ¿Y cuándo empezaré las clases?
- Si y mañana lunes te incorporaras.
- ¿Dónde está todo el mundo?
- La gente suele reunirse dentro, son las seis y ya empieza
a hacer mucho frío.
- ¿Me podría llevar ya a mi habitación?
- De acuerdo, mañana te enseñarán las clases. En tu habitación encontrarás un plano y tu
horario.
Asentí con la cabeza y la seguí. Entramos en uno de los
cuatros edificios, empecé a ver gente, todos vestían el mismo uniforme, escuché
risa, murmullos… Mi cabeza siempre creía que todo eso era por mí, que yo era el
motivo de sus risas y murmullos. Cuando pasé al lado de un grupo de chicas, me
miraron de arriba a bajo. Me volví a sentir pequeña, pero sé que no tendría que
sentirme así, soy más fuerte que todos esos comentarios. A mi lado pasó una
chica, tenía el polito desabrochada marcando pecho y jugaba con su pelo rubio
teñido. Iba a dar un paso más pero con mis reflejos vi como la chica iba a
poner su pie, yo hice lo que mi hermano me enseño y la que fue al suelo fue
ella.
- Ay, lo siento chica, aprende a ver por dónde vas- dije
sonriéndole.
La chica me miro y si las miraras mataran yo estaría ya
muerta. Me volví a girar y avance para volver a ir a la vez que la señora
Rigby. Pude escuchar unas risas, nadie me iba a ridiculizar, nadie.
- ¿Sabes por qué se ríen?- me preguntó. Yo me encogí de hombros.
– Adolescentes…- susurró.
Tuvimos que subir unas escaleras de mármol, estábamos en el
tercer piso o cuarto, la verdad es que no le di mucha importancia. Avanzamos
por un gran pasillo con puertas altas de madera. La señora Rigby paró de golpe
haciendo que casi me tropezara con ella. Del bolsillo de su chaqueta sacó una
llave, la metió en la cerradura y abrió la puerta.
- Esta es su habitación- dijo ella.
Entramos en la habitación, ella primero. Es una habitación
grande, me la esperaba mucho peor. Hay una ventana y justo debajo de ella un
sofá, a la derecha hay una cama con sábanas blancas con barrotes, a los pies de
la cama a escasos metros se encuentra un armario de madera blanca y justo
ahora, a mi derecha nada más entrar, se encuentra una mesa de estudio con
estanterías arriba. También hay dos muebles para guardar cosas a mi izquierda y
una mini nevera.
A mi izquierda están mis tres maletas, en la mesa de estudio
hay varios papeles y sobre mi cama está el uniforme.
- En la mesa está el horario, un mapa y toda la información
que vas a necesitar. La cena se sirve a las nueve en punto y son las –miró su
reloj- Quedan dos horas.
La mujer dejó las llaves sobre la mesa, aunque la habitación
estaba amueblada todavía tenía un poco de eco.
- Te dejaré a solas para que vayas colocando todo. Con
cualquier duda estoy en mi despacho.
Ahora mismo estaba saturada de información. No sabía ni qué
hacer ni nada, me quedé mirando mis maletas y me asusté cuando escuché el golpe
de la puerta al cerrarse. Todo esto era verdad, ahora sí que sí, ya no había
marcha atrás.
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Subiré otro más ^^
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