Me encontraba en mi cama, podrían
ser las 3 de la madrugada, mi primer día había llegado a su fin por fin. En la
cama enfrente de mí, Margaret dormía plácidamente, me alegraba saber que esta
vez mi compañera de habitación era tranquila, esta vez me tocaba a mi ser la
rara. Me senté y estiré mi brazo hasta agarrar una libreta que me había traído,
era negra con arañazos y casi destrozada. Abrí con cuidado la libreta, unas
hojas cayeron en la cama, eran hojas de la anterior vez, tenía pensado dárselas
a Justin pero nunca surgió el momento, todo fue demasiado rápido. Dejé las
hojas arrancadas en una parte y miré las hojas nuevas. Muchas veces pasar de
página no significa que lo que viene va a ser mejor, simplemente que va a ser
diferente. Cogí un bolígrafo negro puse el cuaderno en mis rodillas.
Día uno.
Nuevo sitio, misma mierda. Esto es
diferente, ¿sabes? Esto es como más caro, aquí todo nos tratan con sumo
cuidado, me pregunto cuando dinero se habrán gastado mis padres en esta
tontería para que yo acabe muerta. Sí, he dicho eso y no me asusta la idea, no
sé cuánto faltará pero algo me dice que está cerca el final, ya no está él, ya
no hay nadie. Querido Diar perdona, pero no puedo llamarte así, todo me
recuerda a él y me duele, cada respiración, cada paso. Pero yo soy la estúpida
que lleva ahora mismo su jersey que huele a una mezcla de su olor con el mío,
me gusta pero lo odio y por eso… Mierda, una lágrima ha caído y se ha corrido
la tinta, te había dicho que lo odio. He tenido que comer demasiado y luego
tuve que merendar un yogurt y cenar, tengo ganas de vomitar. Odio este sitio.
Lo odio a él. Pero como bien dijo la directora, soy una buena actriz porque
solo odio a este sitio. Quiero dormir pero me aterra averiguar que monstruos
aguarda este lugar. Buenas noches querido Diar… lo siento por las lágrimas.
Me despertaron unas luces
intermitentes, o eso me parecieron a mi. Me tapé la cara con mi mano.
- Ups, lo siento, no sabía que
tenía el flash.
Aparté la mano de mi cara y me
senté en la cama, giré mi cabeza para ver como Margaret estaba de pie junto a
mi cama con su cámara en la mano. Me quité el jersey lentamente, lo doblé a los
pies de mi cama.
- ¿Y por qué sacaste más de una?-
pregunté, frotando mis ojos.
- Porque eres muy guapa cuando
duermes- sus mejillas se sonrojaron.
- ¿Qué? ¿Me has hecho fotos
mientras dormía?- pregunté, levantándome de la cama en un salto, intenté
ignorar el mareo.
- Si… si…- dijo aterrorizada por
mi tono de voz.
- ¿POR QUÉ?- chillé.
- Yo…yo…
Veía como su cara se ponía roja y
su labio inferior empezaba a tambalear.
- ¡BORRALAS! ¡YA!- grité,
intentando agarrar su cámara, pero ella se movía.
Margaret se sentó en el suelo, con
la cámara entre su pecho y sus piernas, se tapó los oídos, empezó a mecerse y a
gritar. Yo di unos cuantos pasos hacia atrás asustada por su reacción, ¿qué
acaba de pasar? Entonces una mujer entró en nuestra habitación y fue hacia
Margaret, se agachó a su lado y le susurró cosas, luego entró otra mujer que me
sacó del brazo de la habitación.
- ¿Qué pasa?- pregunté, todavía
atónita. Muchas chicas se habían asomado de sus habitaciones.
- Margaret no aguanta los gritos,
creía que te lo habían dicho.
- Llegué ayer- miré hacia atrás
para ver cómo se llevaban a Margaret de la habitación.
La mujer me soltó del brazo cuando
llegamos delante del comedor.
- Eres Grace, ¿no?
- Si.
- Vale, desayuna, luego te toca tu
primera sesión.
Y la mujer desapareció sin que me
diera tiempo de averiguar a qué se refería y donde tendría que ir. Abrí las
puertas pesadas del comedor y entré para ver a caras largas mirando sus platos,
mientras pasaba a sus lados me miraban entre suspiros. Llegué a mi mesa, si,
era mía porque tenía mi nombre y el de dos chicas más. Llegué y a los segundos
vino la misma mujer que ayer y se sentó delante de mi mientras yo desayunaba
pan con un zumo de frutas, después de una hora logré salir de allí.
Mientras andaba por el centro para
averiguar donde tenía que ir, me entraron ansias y me arrepentía que haber
entrado aquí porque tenía que comer, iba a ser u cadáver gordo… Entonces la
idea de haberme tirado de un puente y que luego la marea llevara mi cadáver no
me parecía una mala idea. Fui hasta una enfermera.
- ¿Dónde están los servicios?-
pregunté.
- ¿Para qué?
- Mear, joder.
- Acompáñeme.
Y la seguí por un pasillo hasta
que paramos en una puerta, ella metió una llave y la abrió, entre y observé que
solo había un retrete y era una habitación pequeña. Encendí la luz y cerré la
puerta. Me bajé los pantalones acompañados de mi braguita e hice pis mientras
pensaba como podía vomitar. Cuando se me ocurrió la idea de agacharme lo máximo
posible al agua del váter la puerta se abrió, gracias a Dios que yo me estaba
subiendo los pantalones.
- Sal- me dijo.
Le hice caso, aunque las náuseas
aumentaban por segundos.
- Me toca mi primera sesión pero
no sé ni donde es ni qué es.
- Te llevaré- me dijo.
A los minutos llegamos a una
puerta de madera cerrada, la mujer pegó y abrió la puerta mientras asomaba la
cabeza, luego me miró a mi.
- ¿Cómo te llamas?- me preguntó.
- Grace.
La mujer volvió a meter la cabeza
y luego abrió la puerta al completo, me empujó para que entrara y después cerró
la puerta. Levanté la mirada rápido para ver a un hombre que me sonaba mucho,
me quedé unos segundos mirándolo hasta que sonrió y supe quién era.
- Padre…- susurré.
- Aquí no me llaman así, lo
extrañaba- dijo haciendo un gesto con su mano para que me sentara.
Yo me senté en un sillón
negro que había enfrente a su mesa, pero
al ver mis piernas, las náuseas volvieron.
- ¿Puedo usar su servicio?-
pregunté.
- Claro, está allí- señaló una
puerta a la derecha.
Me levanté y fui hacia allí, cerré
la puerta y me apoyé en ella para respirar, sentía una pequeña presión en mi
pecho tan fuerte era que me dejé caer al suelo apoyándome en la puerta. Me
agarré las piernas para que mi pecho pudiera dejarme de doler. Empecé a
respirar violentamente, cerré mis ojos para intentar concentrarme pero lo único
que vi fue su sonrisa y eso no me relajaba, me ponía más nerviosa. Los ojos de
Justin me miraban, supe que era un recuerdo de una de nuestras noches, él me
acariciaba mi mejilla y me apartaba un mecho del cabello, después me besaba el
cuello y pude ver las estrellas en lo alto, el aire azotaba nuestros cuerpos
desnudos. Él me susurró palabras que hacían que me pusiera roja como una niña
pequeña, podía notar su cuerpo contra el mío, su cuerpo caliente protegiéndome
del frío.
Cuando abrí los parpados dejé el
camino libre a mis lágrimas, me puse a cuatro patas y fui lentamente hacia el
váter, abrí la tapa y me puse de rodillas para encender el grifo, mientras el
agua corría puse dos dedos en la punta de mi lengua y avancé con delicadeza, a
los segundos ya tenía el vómito en mi boca.
Me levanté y lavé mis manos, pude
notar los débiles que estaban mis uñas y mi garganta me dolía, enjuagué mi boca
y el agua fría al entrar en contacto con mis dientes hizo que todo mi cuerpo
tiritara. Me mojé la cara y la nuca, después salí del baño. Padre estaba
revisando unas hojas cuando salí.
- Perdona por tardar… he…
- ¿Has vomitado?- preguntó, sin
levantar su mirada.
- He tenido un ataqué de pánico.
Padre dejó los papeles en su mesa
mientras yo me sentaba.
- Estas cambiada- me dijo.
- ¿Para bien?
- Más quisiera yo… Esos ojos no
son de una persona que intenta avanzar.
Bajé mi mirada sin quererlo.
- Pero estoy aquí… ¿Eso no
significa que quiero avanzar?
- Grace, nos conocemos, sabemos
cómo eres…
- No me conozco- le corté.
- Te conoces, pero no quieres
admitirlo, sabes que tú no eres así pero te esfuerzas en serlo, sabes que no
perteneces a este lugar pero crees que te lo mereces. Ya te lo dije, no quieres
morir pero te empeñas en que es lo único que podrías hacer.
- ¿Me está diciendo que soy
egoísta?
Él se encogió de hombros.
- ¿Crees que eres egoísta?
- Si, mucho, solo pienso en lo
mejor para mí, en cómo acabar con mi vida. El mundo rodea a mí alrededor, yo
soy el sol, soy gorda como él.
- No cambies de tema.
Puse una mano en mi nuca para
restregarme las últimas gotas de agua que tenía.
- El otro día estaba leyendo un
artículo en el que se hablaba de como las jóvenes de hoy en día estaban equivocadas,
que los hombres no prefieren un alambre si no a una persona con más carne.
- Pero yo no quiero adelgazar para
hacer feliz a ningún chico, lo hago por mi misma, para ser feliz.
- ¿Qué significa ser feliz para
ti?
Me callé por unos segundos en los
cuales, jugué con mis dedos, recordé los dedos largos y las manos grandes de
Justin, sonreí.
- Que la gente me quiera.
- ¿Y no es lo mismo, Grace?
Quieres cambiar para ser feliz, para que la gente te quiera.
- Me… Me duele la cabeza Padre- me
llevé la mano a mi frente.
- Se supone que hoy solo tenía que
conocerte, pero yo te conozco demasiado bien, así que bueno, te puedes ir.
Me levanté, arrastrando con
cuidado el sillón.
- ¿Cuánto hace que trabaja aquí?-
pregunté.
- Desde ayer- dijo él firme-. Pedí
el cambio cuando me enteré que habías vuelto a este mundo.
- ¿Por qué yo?
- ¿Tan raro te resulta que haya
gente que te pueda coger cariño?
- No es lo común.
Y me fui de la sala. El día paso
tranquilo menos por las comidas, después de la cena volví a mi cuarto y allí estaba
Margaret, con su cámara en la mano, me miró y sonrió tímidamente.
- Hola.
- Hola- dijo ella.
- ¿Dónde has estado? Quería hablar
contigo- le dije-, quería pedirte perdón.
- No lo hagas, no es tu culpa, soy
yo. Y he estado en la habitación gris, hasta que me dejaron salir.
- ¿Habitación gris?
- Es una sala acolchonada de color
gris, te encierran allí cuando no te pueden controlar.
Yo fui a por mi/su jersey mientras
ella miraba unas cosas en su cámara. Me senté en mi cama y ella me habló de
nuevo.
- Mañana es
navidad.
- Ah- dije mirando mis uñas, con delicadeza, lentamente.
- ¿Crees que alguien vendrá a verte? – me preguntó.
- No creo que nadie se acuerde de que existo.
- ¿Y tus padres? ¿Y tus amigas?
- Me enfadé con ellos y mis amigas prefieren pasar la
navidad emborrachadas que aquí.
- ¿Y algún novio?
- No hay nadie.
- Pues eres hermosa como para que no tengas a nadie.
Me tumbé en la cama, dándole la espalda. “Eres hermosa” ¿no
podría haber dicho nada mejor? Me acordé de sus manos sujetando la máquina,
pasándola por mi piel, parando cada vez que gemía de dolor y su sonrisa cuando
vio el tatuaje terminado, cuando me dijo que le encantaba. Empecé a rascar mi
piel para olvidarlo.
- Tuve un novio…- susurré.
- ¿Cuándo cortasteis?
- Cuando me metí aquí, él me trajo.
- ¿Él te quiere?
- ¿Quién me puede querer a mí?
Acerqué la manga del jersey a mi nariz, esforzándome aun
podía distinguir su olor
- No eres una persona difícil de querer, yo ya te tengo
cariño. ¿Crees que vendrá?
- No.
- ¿Por qué?
- Le dije que lo quería fuera de mi vida.
- ¿Lo sentías de verdad?
Me sequé un par de lágrimas, maldita llorica.
- Lo quiero aquí conmigo- susurré- cada segundo de mi vida.
- ¿Y por qué no se lo dijiste?
- Porque no quiero que sepa que dependo de él, no quiero que
él sea un impedimento para… para morir. Quiero que me odia para que así no
tenga que sufrir.
Ella suspiró, oí como abría y cerraba cajones y después se
metía debajo de las sabanas.
- Yo creo que vendrá.
- Yo espero que te equivoques.
---------------------------------------------------
Subiré uno más.
No hay comentarios: