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Capítulo 40


- Buenas señorita…- la mujer miró por sus gafas leyendo mi apellido.
- Grace, no diga mi apellido- dije rápido con mi mirada baja.

La mujer me sonrió lentamente.

- ¿Ha estado aquí alguna vez?
- Aquí no.

Miré el despacho, era de madera rojiza con detalles negros. Había libros por todas partes y nada de tecnología. Mi silla era de madera con el asiento acolchado en color vino tinto. El escritorio de la mujer era amplio y cada papel estaba en su sitio, como si tuviera unas marcas donde tuvieran que ir, no tenía fotos de familia ni nada que se podría relacionar con su vida privada.

- Nos comunicaron que estuviste en otro centro, así que pronto nos mandarán su expediente para saber cómo fue su estancia allí.

Yo a mire fijamente, ¿si estaba aquí no significaba que no me había ido bien? Esta vez tenía otras intenciones, no quería luchar y mucho menos morir en cautividad, pero era la única manera de morir sin estar cerca de nadie. Miré a los ojos de la doctora que se escondían detrás de las gafas, no parecía muy mayor, no más de 30 años, piel pálida y estirada, cuando sonreía se formaban unos pequeños hoyuelos.

- Esta vez se librara del test principal, me ha llegado la noticia de que sería una actriz esplendida y que no piensa colaborar.

Yo afirmé con la cabeza y ella sonrió.

- Pues Grace, pase a esa sala que le darán su vestimenta.

La mujer señalaba una puerta de madera al fondo de la habitación. Me levanté despacio y fui hasta la puerta, cuando posé mis manos en el picaporte, por un segundo vi unos dedos finos y blancos, como los de un esqueleto, al segundo después vi mis habituales dedos, demasiados carnosos y redondos. Abrí la puerta y allí me encontré con que me esperaba una mujer de constitución grande vestida con una bata blanca. Me sonrió, sus labios estaban sobrecargados con un carmín rojo.

- Desnúdese, hay que saber que no trae artículos punzantes o demás objetos- su voz era fuerte.

En mi primera vez me enteré de que muchas chicas aprovechando las aberturas de nuestro cuerpo metían ahí objetos de contrabando. Después de un extraño momento, en el que pude notar como anotaba mis cortes y observaba mi tatuaje, la mujer rebuscó en mi maleta hasta encontrar las cosas más comunes que pudiera ponerme, sacó un jersey blanco crudo y unos pantalones con elástico que no tenían cremallera. Me quitaron mis pendientes, collares y pulseras.

- ¿Pude preguntar si la chica por la que entro murió o logró salir?- pregunté mientras me vestía.
- Salió- dijo la mujer sonriendo mientras separaba mi ropa de la que valía y de la que no-. A ver si tenemos la misma suerte contigo.

No pude evitar poner una mueca en mi boca, por desgracia no la iban a tener. Terminé de vestirme, quitándome mis zapatos y poniéndome unas zapatillas blancas y blandas.

- Salga por la puerta que entró y se encontrará con la directora de nuevo, ella le explicará cómo son las cosas aquí. Espero que su recuperación sea leve.

Mientras me estaba marchando, pude distinguir entre mi ropa el jersey de Justin. ¿Cómo había llegado ahí?

- Perdone, ¿ese jersey me lo podría quedar?- lo señalé.
- ¿Lo quiere?

Afirmé con la cabeza.

- Lo podrías usar solo para dormir- me advirtió.
- Con eso me vale- le confesé.

Entonces ella puso el jersey en la ropa aceptable y yo me marché de la habitación. En la otra sala me esperaba la directora de pie, apartó la mirada de sus uñas cuando cerré la puerta.

- Grace, le encantará este lugar- dijo ella sonriendo.

Y empezó a andar hasta la puerta que daba al pasillo, yo la seguí inmediatamente. No podía dejar de mirar a mi alrededor con la boca abierta todavía no me creía que estaba encerrada, de nuevo. Cada paso que daba la doctora retumbaba en mis oídos el sonido de sus tacones, como un pequeño martilleo se metió en mi cabeza. Pude ver a otras mujeres vestidas con delantales blancos, todos eran mujeres, no había hombres. Pasé por un pasillo que acababa en una sala que tenía mesas de ajedrez, de billar y de otros juegos, luego había una televisión y sofás, pero estaba vacía.

- Es la hora de comer- me comentó la directora.

Yo afirmé con la cabeza y seguí andando, pasé por una puerta que se escuchaba mucho jaleo y di un pequeño salto.

- Es el comedor- dijo la directora-. Unas no quieren comer y otras comen demasiado. Siempre hay jaleo. Esperamos que usted no arme mucho follón.

Yo la miré a los ojos y luego miré la puerta, tuve que contener unas lágrimas, todo esto me ponía los vellos de punta. El pasillo que había enfrente nuestro era un largo camino con puertas a cada lado, todas cerradas, todas blancas con una ventana en lo alto. La señora siguió caminando y yo la seguí, se paró en la tercera puerta en la derecha. La cama de la izquierda estaba vacía pero la de la derecha estaba desecha y en la pared estaba llena de fotos de paisajes.

- Tu compañera es una excelente persona, siempre trata lo mejor que puede a los demás así que no sea desagradecida y no la trate mal.

¿Por qué estaba sacando malas impresiones mías si ni siquiera había hablado?

- Más tarde te traerán tu ropa, en el cajón de tu mesita de noche están las normas y ahora vamos a comer.
- He venido comida- mentí.
- Grace, aquí las mentiras no sirven de nada. Vayamos al comedor.

Salimos de mi cuarto, cerrando la puerta al salir. Fuimos por donde venimos, hasta llegar al comedor, en ese momento una mujer con rasgos latinos y morena de piel salía del comedor frotándose su delantal blanco con un trapo. Recordé cuando yo tiraba la comida y se revolvió mi estómago. Entré detrás de la directora, todas las chicas me miraban, todas eran pálidas y delgadas, en el otro extremo había chicas obesas con la mirada atenta en cada plato. Mi piel se iba erizando con cada paso que daba, yo no pertenecía a este lugar. Me llevó hasta una mesa donde había dos chicas más, removiendo un plato de sopa.

- Hola chicas, espero que todo vaya bien- dijo la directora.

Las chicas levantaron la mirada lentamente y sonrieron, luego bajaron su mirada al plato. No supe cómo interpretar eso. La directora me separó una silla para que me sentase, lo hice.

- Si no estoy mal informada, hoy tienes una visita esta tarde. No solemos admitir visitas hasta que las vemos oportunas, pero creemos que irá bien- dijo la directora.

Noté como se iba y venía el color en mi piel.

- ¿Quién va a venir?
- No lo sé.
- No me mienta- le advertí.
- Lo que más admiramos aquí es la sinceridad, Grace, no soy quién para mentirle.

La directora se apartó para dejar espacio a una mujer que venía con una bandeja con comida. Se despidió y me dejo a solas con las dos chicas, la bandeja y la mujer.

- Buenas, aquí tienes la comida, no te puedes levantar hasta que la termines.

Miré la bandeja, un plato de sopa más pequeño que el de las chicas de al lado, un filete de hamburguesa y una manzana. Con la manzana tenía más que sobra. ¿De qué me servía comer si moriría en un par de días?

- Solo quiero la manzana- murmuré.
- Por suerte paciencia me sobra cariño- la mujer se sentó en la silla enfrente mía-. Son cantidades pequeñas, no me iré hasta que se las termines.

Miré en busca de un vaso de agua porque encontraba mi garganta seca, encontré el vaso pero estaba vacío.

- ¿Y el agua?

La mujer cogió una botella que estaba a su lado y me echó medio vaso de agua.

- Aquí no somos estúpidos, no sabemos todo los trucos, a partir de ahora aprenderá a comer con el agua suficiente.

Mi mano empezó a temblar cuando fui a por la cuchara, mis ojos volvían a picarme, quería irme.

Después de dos horas, pude salir de allí, fui de las últimas. Cuando fui hacia mi habitación, pude observar como las chicas estaban por los pasillos, iban lentamente, con la mirada puesta en el suelo y algunas cantaban baladas tristes. Fui a mi habitación y me encontré con que estaba mi compañera. Tenía una melena por encima de los hombros, recta y negra, llevaba los labios pintados de un rosa palo y llevaba colorete color algodón de azúcar que hacía que tuviera apariencia de muñeca. La chica en sus manos tenía una cámara que supongo que estaba toqueteando hasta que entré.

- ¡Hola!- dijo con entusiasmo, era la única persona alegre que había encontrado hasta ahora.

La chica no era ni muy delgada ni muy gorda, estaba normal, lo que me extrañaba, pero no era yo nadie para juzgar.

- Hola- murmuré.
- Soy Margaret y tú eres Grace, ¿no?                               

Yo me moví lentamente hasta mi cama, sentándome en ella, era dura.

- Sí.
- El primer día puede ser estresante, pero te acostumbras créeme, he visto a muchas chicas nuevas llegar y siempre tienen la misma cara, pero tú…- Margaret me apuntó con la cámara, yo aparté mi mirada de ella-. Tú tienes algo extraño, es como si no te importara estar aquí pero a la vez lo odiases- la chica se quedó mirándome por un segundo mientras yo apretaba mi sabana entre mis puños, Margaret se encogió de hombros-. Da igual, aquí no hay nadie mejor que nadie, ¿has tomado ya tus pastillas? Si no te las tomas las mujeres se enfadan.
- No necesito pastillas- dije.

Margaret dejó la cámara a su lado y se levantó, fue hacia la puerta y con su mano me indicó que fuera con ella, la seguí y ella iba saludando a las chicas mientras las demás pasaban de ella o la insultaban. Llegamos a una pequeña ventana, dentro había una chica rubia y una morena.

- Hola Margaret, ¿qué pasa? Ya sabes que no han llegado las revelaciones- dijo la rubia, sonriendo.
 - Ya, ya, era para que la nueva se tomara sus chuches- Margaret me señaló.
- ¿Cómo es su nombre?- dijo la morena.
- Grace- mi voz sonó ronca.

La chica morena miró en una lista y le dijo un número a la rubia, esta fue hacia un lado y al segundo vino con dos vasos.

- Aquí tienes tus pastillas y un vaso de agua. Es provisional hasta que tengas tu primera revisión.
- ¿Qué son?- dije sin coger nada.
- Nada extraño, un relajante, unas pasillas para la noche y un relajante para el estómago. Aquí tienes agua.

Cogí los dos vasos, tomé el de pastillas y luego el agua.

- Abre la boca- dijo la morena.

Yo le hice caso, moviendo la lengua para que pudiera ver que no escondía nada, ella sonrió y Margaret se volvió, la seguí. Cuando llegué allí, Margaret se fue a su cama y yo fui a la mía, me tumbé boca arriba.

- ¿Quieres hablar?- preguntó.
- No.
- No sé para qué pregunto, nadie quiere hablar.

Y ahí se quedó todo hasta que media hora después, pegaron en la puerta buscándome, me dijeron que fuera a una sala y fui. Era como una sala de visitas pero lo que más me extrañó fue quienes estaban allí. Elsa y Sabrina estaban sentadas en un sillón, nerviosas. Cuando la puerta se cerró detrás de mi, las dos me miraron, una sonrisa cubrió sus caras.

-¡Grace!- dijeron las dos y vinieron a abrazarme.

Cuando sus cuerpos impactaron contra el mío, mis ojos se cubrieron de lágrimas, no de dolor si no de nostalgia. ¿Cuánto hacía que no me abrazaban con tanto entusiasmo?

- ¿Qué hacéis aquí?- pregunté mientras se separaban.
- Siéntate, hay mucho que contarte- dijo Elsa.

Yo me senté en el sofá que había enfrente de ellas, se miraron y sonrieron.

- Seguro que no entenderás que hacemos aquí, pero todo tiene su explicación, empecemos por el principio- dijo Sabrina, su voz sonaba diferente, alegre, segura de sí misma-. Rompí con mi novio, él estaba empezando a… abusar de mí, quería que lo  hiciésemos a todas horas y yo empezaba a no estar cómoda en esa relación. Entonces me junté más con Elsa y, hay una cosa que jamás te hemos contado…
- Soy lesbiana, Grace y sé que lo sabes, eres una chica que se fija en cosas que los demás pasan por desapercibido y si quería a Sabrina, desde siempre- le cortó Elsa.
- Yo siempre he estado dudosa… Elsa y yo teníamos una relación en secreto, yo ni pensaba que fuera una relación, solo creía que estaba experimentando como toda chica a nuestra edad o casi todas… Me besaba con ella, pasábamos las noches juntas y demás… Jamás pensé que podía haber algo más, hasta que rompí con mi novio y todo cambio. Elsa me ayudó a pasar por todo eso, me apoyó y me dijo que tú lo sabias sin que te hubiera dicho nada, que fuiste a una fiesta tan solo para que estuviera conmigo y nos dimos cuenta que quizás nunca te hemos apoyado como te merecías, que somos pésimas amigas. Siempre quisimos venir a visitarte la anterior vez, pero tus padres nos decían que necesitabas estar sola y después, cuando volviste…- pude notar como la voz de Sabrina se rompía un poco, lo que me pilló desprevenida-. No eras la misma, no eras nuestra Grace… aunque habías dejado de ser ella desde hace tiempo. No sabíamos cómo tratar contigo, teníamos miedo de empeorar las cosas y como gallinas, preferimos ni intentarlo. Jamás caímos en que no había una manera en la que teníamos que tratar contigo, no había ninguna manera especial, eras y eres Grace, la de siempre, nuestra amiga, quizás con unos problemas pero eres la misma.

Bajé mi mirada, no podía mirar a sus caras, hasta entonces no sabía que ellas eran una espina que tenía en mi y ahora empezaba a salir poco a poco.

- Quizás es tarde para pedir una disculpa- dijo Elsa-, pero más vale tarde que nunca. Esta vez será diferente, vendremos a visitarte, a desearte lo mejor, a mantenerte informada de todo para que cuando salgas no te hayas perdido nada. Haremos lo que esté en nuestras manos para que esto funcione, mereces algo mejor Grace, mereces ser feliz.

Y la habitación se quedó en silencio, yo no sabía que decir ni que esperaban que dijera. Así que hice lo que mejor se me daba, mentir.

- Gracias, esto…. Gracias por venir, por preocuparos por mí y por intentar que esto se me haga más leve, es el apoyo que necesito. Y seguro que esta vez saldré en nada con más fuerzas que nunca.

Ellas sonrieron. Yo mentí.

No iba a salir de allí nunca, pero ellas no querían escuchar eso.

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Subiré dos más.

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