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Capitulo 39



Mi teléfono empezó a vibrar, pasé de él, no tenía fuerzas ni para mover mi mano. Serían las 5 de la madrugada y no había podido dormir. Apretaba fuerte mi labio inferior porque me encontraba cansada de llorar, podía notar el sabor metálico de la sangre en mi boca y los caminos de las lágrimas sobre mis mejillas, me ojos estaban hinchados y mi respiración era rápida y lenta, al igual que mis latidos, además, de vez en cuando, me daban pequeñas punzadas en el estómago acompañadas de arcadas. El móvil volvió a vibrar. Estiré mi mano y lo observé.

“No pases de mí, por favor. Necesito darte una explicación.”
“Grace, mi escritora, solo te pido que te conectes en el skype.”

En mis manos volvió a vibrar.

“Por favor.”

Me senté en mi cama lentamente, mis huesos dolían al estirarse, me hice una coleta con mi melena y cogí el ordenador de la mesa, lo puse en la cama y me quedé mirando la imagen del escritorio, que era una imagen negra, me reflejaba en él ¿y qué veía? Una chica destrozada, pero aun así, como tonta, haría cualquier cosa que él me pidiese. Moví el ratón hasta el símbolo de Skype y lo abrí, ni siquiera me pregunté cómo sabía el mío. Acepté la petición de “Diario” y justo, en ese momento me llegó una petición de llamada, era audio y cámara, yo la acepté pero quité la cámara.


Lo primero que vi fueron unos ojos cansados que solían estar llenos de vitalidad, se encontraba con una camiseta negra de mangas cortas y su cabello estaba totalmente despeinado, cerré los ojos para no soltar una lágrimas que iría acompañada de miles más.

- Grace- susurró-. No te veo pero escucho tu respiración agitada.

Me llevé las manos a la cara apenas conteniendo el llanto. Su voz era ronca, como si se hubiera agotado la voz de tanto llorar.

- Quizás esto es de egoístas, quizás debería de darte la opción de sacarme de tu vida pero se me hace imposible pensar que no podría verte más. Me repito una y otra vez que- él miro al techo- lo que dijiste en el coche es mentira, que no quieres que desaparezca de tu vida… Pero quizás es cierto y no te lo reprocharía, en el fondo, quizás he sido yo la persona que te ha hecho más daño, justamente la persona en la que más confiabas.

Cuando se frotó los ojos con sus manos no pude evitar llevar una mano a la pantalla, como si lo acariciara, él era una persona fuerte pero en el fondo solo era un niño asustado.

- Lo siento, siempre tengo miedo de no hacer lo mejor y me esfuerzo, para luego acabar haciéndolo aún peor. Lo siento, no quería hacerte daño, no quería hacer daño a algo tan hermoso y puro, eres como una pequeña muñeca de porcelana que tengo miedo de romper.

Pude ver como una lágrima cristalina bajaba por sus mejillas rojas por la irritación, quería estar ahí abrazarle, decirle que no tenía la culpa de nada, pero lo tenía, él era el culpable.

- No duermo si no estás aquí. Hace un rato me tumbé en la cama para intentar dormir, para que este día se acabase pero no podía, tenía los ojos más abiertos que nunca pero moviéndome acabé en tu hueco y… y todavía huele a ti. ¿Sabes que hueles muy bien?- puso una sonrisa tímida- Y por un momento cerré los ojos y dormí, pensando en ti, en tú sonrisas que eran escasas pero preciosas, me gustaba verte sonreír porque eso me hacía sonreír a mi también… Eran señales que por momentos hacía algo bien.

Su mirada se desvió a sus manos que empezaron a asomarse por la cámara, temblaban y sus uñas estaban comidas. Entonces se derrumbó enfrente de la cámara, agachó su cabeza hasta que apenas la pude ver y empezó a llorar fuertemente.

- Lo siento, lo siento, lo siento- empezó a murmurar una y otra vez-. No me eches de tu vida por favor.

Mi mano movió el ratón hasta activar mi cámara, pude ver mi cara blanca con ojos rojos y caminos de lágrimas. Justin levantó un poco su cabeza y luego se separó cuando me vio, se secó sus lágrimas y me sonrió, yo sonreí mentalmente porque no era capaz de expresar ninguna emoción.

- Es mentira eso de que los chicos no lloran…- susurró.


Yo moví mi cabeza como que lo creía. Él se quedó mirándome por un segundo, lentamente, analizándome, como intentando memorizar mi rostro como si fuera a ser la última vez que me fuera a ver ¿y si era así? Él me miró a los ojos y yo no desvié mi mirada, lo miré fijamente e intenté buscar en ellos algo que poder odiar, intenté pensar la semana que no hablamos pero recordé cuando besó mis cortes, recordé cuando me dejó por primera vez pero me acordé del tatuaje, pensé en esta vez y en lo que pasaría cuando el sol saliera y empecé a sentir algo extraño, no era odio, no se puede odiar a una persona que te ha dado tanto. Era injusticia, me sentía indefensa antes sus actos, nunca iba con la verdad por delante.

- ¿Grace?- me llamó.

Dejé de apretar las uñas contra mi carne y hablé lentamente.

- Quiero que me dejes. No hablaba en broma en el coche, quiero que desaparezcas de mi vida tan fácil como apareciste. Iré al manicomio pero no quiero que me visites, haré allí lo que tenga que hacer pero no con tu presencia. No me vuelvas a llamar, ni me envíes una carta, bórrame de cualquier red social y no intentes encontrarme.

Creo que Justin no pestañeó y a mí me sorprendió mi voz tranquila.

- ¿Por qué me dices eso?
- Porque estoy harta.
- Pero me quieres- podía notar angustia en su voz.
- Yo… Yo no sé querer Justin, todo el mundo tiene razón, no sé distinguir los sentimientos. Yo no sé nada.
- No, no, no, tú sabes lo que sientes. Eres muy lista Grace.
- Tú me ves con buenos ojos- mi voz casi se rompe-. Yo jamás te quise.

Si lo alejara de mí no sufriría tanto mi perdida cuando muriera, me recordé.

- Grace, no, me niego.
- Justin, como vuelvas a aparecer en mi vida te juro que hago una tontería.

Él mordió su labio inferior, me empezaba a doler mucho la cabeza, la parte delantera.

- Me voy, le avisé.
- ¿Entonces esto es un adiós?- me miraba fijamente.
- Para siempre- le aseguré, aunque las lágrimas me escocían en los ojos.
- No te creo.
- No quieres creerme- le dije.
- Esto no puede acabar así.
- Los finales felices solo pasan en las películas, Justin.
- Hemos pasado por mucho para acabar así.

Justin se había acercado más a la cámara, como si así me retuviera.

- Me tengo que ir.
- Grace…- me susurró.

Y fue lo último que escuché, dejé el ordenador sobre la mesa y como una niña chica al apoyar mi cabeza sobre la almohada empecé a derramar lágrimas.


Al despertarme al día siguiente lo primero que vi fue como mi cuarto estaba lleno de una luz apagada, era mi cuarto no el suyo; estaba sola, no estaba con él. Moví lentamente mi mano por mi cama, sintiendo el tacto suave, antes las cosas pequeñas me solían hacer feliz. Me senté en la cama recogiendo mi cabello en una coleta que se había soltado por la noche y restregando mis manos por mis ojos. Bajé lentamente de la cama, si no iba ellos me sacarían de la cama. Mis padres desayunaban vestidos y tranquilos.

- Buenos días- me dijeron al unísono.

Yo me di media vuelta y fui al cuarto de baños, cerré la puerta y fui al echar el pestillo cuando observé que lo habían quitado. Quise darle un puñetazo a la puerta pero no tenía fuerzas para mover mi mano. Me eché agua en la cara, espabilándome, sin mirarme al espejo. Volví a mi cuarto y en ese momento estaba mi madre poniendo unas cosas sobre mi cama desecha.

- Tienes que vestirte- susurró.

Entonces me di cuenta que estaba haciendo montones de ropa.

- Este es diferente, puedes llevar tu ropa siempre y cuando ellos lo acepten, no puedes llevar colores llamativos ni ropa extravagante. Por suerte toda tu es más o menos así, aunque no sé si tanto negro es bueno.

Yo solo miraba como sus manos iban por la ropa, doblándolas perfectamente. Jersey, camisetas, pantalones largos, pijamas, ropa interior…

- Te he puesto ahí un conjunto discreto- señaló mi mesa, donde había una camiseta de mangas largas verde botella y unos jeans oscuros.

Lo cogí y volví al cuarto baño, me lo coloqué y salí para ponerme mis converse bajas blancas. Mi madre se encontraba cerrando la maleta, cuando lo consiguió, me miró.

- Papá esta abajo con el coche, ha llegado la hora de irnos.


No afirmé, no hablé, no hice ningún gesto, simplemente seguí a mi madre por la casa hasta la puerta, eché un último vistazo diciendo adiós mentalmente, con suerte, no volvería.

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Subiré tres más.

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