Grace
- Grace, despierta, ¿estás bien? No puedes dormir tanto, ¿te
tomaste algo?
Eso es lo que primero oigo, la voz de mi padre golpea mi
cabeza como un martillo. Me toca la mejilla, yo muevo mi cuerpo haciendo que la
mano caiga en la cama.
- Levanta, tenemos que hablar.
- Tú ya no eres nadie como para mandar en mi vida- digo
todavía con los ojos cerrados.
- Te recuerdo que eres menor de edad, levanta. Te espero con
tu madre en la mesa.
Se va. Yo sé que si no me levanto, él vendrá a por mí. Me
siento en la cama, cierro los ojos y muevo mis hombros, cada parte de mi cuerpo
me duele. Es una de esas noches que cuando te levantas parece que una manada de
elefantes ha pasado por todo tu cuerpo. De la ventana abierta, entra una brisa
fresca que hace que corra un escalofrío por todo mi cuerpo, miro por mi cuarto
y lo primero que veo es un jersey, su jersey. Me bajo de la cama y voy a por
él, me lo coloco sobre la camiseta y por un momento es como si estuviera ahí, abrazándome.
Antes de abandonar mi cuarto, cojo el trozo de papel ya seco y lo atrapo en mi
puño derecho. Voy a la mesa, donde ellos desayunan.
- Buenos días Grace- dice mi madre.
- Hola- le respondo.
En mi lado hay un vaso de té verde, mis cereales, leche y
una manzana cortada. Cuando veo la manzana es como si volviera atrás y
recordara a Justin diciéndome que como igual que una ratoncita, una sonrisa
cubre mi cara y voy a coger un trozo de manzana cuando mi padre se aclara la
garganta y todo mi hambre se esfuma.
- Hemos hablado con la doctora y hemos arreglado los
papeles- dice con seguridad, como si fuese lo correcto-. Dentro de cuatro días
una habitación se queda libre y podrás ingresar.
- No- fue mi respuesta.
- No estas como para tomar decisiones. Nosotros podemos
pensar con claridad y necesitas pasar unos días allí.
- La otra vez también iban a ser unos días y fueron meses.
- No mejorabas- dijo él, levanté mi mirada y vi cómo me
miraba serio-. Esta vez pondrás de tu parte y saldrás antes.
- O quizás no salgo y os facilitaría la vida.
- No digas eso ni de broma- susurró mi madre.
- ¿Y por qué tengo que internarme otra vez?
- No estás bien, puede parecerte a ti que sí, pero mira, ni
comes ni te sinceras- dice mi padre.
- Con Justin era feliz- digo e intuitivamente aprieto el
puño derecho.
- Creías que eras feliz. Ese chico no es bueno para ti, es
un chaval, ¿qué va a saber de cómo tiene que cuidarte? Es un simple idiota que
se ha encariñado contigo.
- No le insultes- bajé mi mirada a la mesa, mis piernas
empezaban a temblar.
- Tienes que olvidarte de él. Borraré su número de tu teléfono y
supongo que sabes que te vamos a quitar todas las redes sociales.
Mis manos temblaban y mi corazón latía fuertemente, sentía
como la sangre viajaba por todo mi cuerpo y mis ojos se cargaban de lágrimas
que no iban a salir.
- No vas a conseguir separarnos. Le quiero.
- ¿Qué vas a saber tú sobre el amor?- dijo, subiendo su tono
de voz mientras se levantaba y apoyaba las manos sobre la mesa.
- Más de lo que piensa, sé que tú no me quieres porque así
no se trata a una hija, tenga problemas o no- dije y a medida que hablaba subía
más el tono de voz-. Solo me quisiste cuando era una niña pequeña, luego crecí
y como no era la niña que quería que fueses empezaste a trabajar más.
¡Admítelo!- le animé- Dime cuantas veces deseaste haber tenido un hijo. Jamás
te importaba lo que me pasaba, solo mamá me iba a visitar, ni me llamabas.
Acabé levantada y mi cuerpo temblaba demasiado, ya no sabía
lo que hacía, había vuelto a perder el control. Cogí el plato que más cerca se
encontraba de mi y lo tiré contra el suelo.
- Para Grace, no rompas nada- dijo mi padre.
- Te importa más un mísero plato que tu hija.
Las lágrimas bajaban por mis mejillas y me sentía una inútil
por dejarle ver que todo eso me afectaba demasiado. Grité mientras cogí mi baso
con té y lo estampé contra el suelo, el té llegó hasta mis calcetines,
mojándolos.
- Si yo muriera todos estaríais mejor, soy un maldito
estorbo que solo sabe hacer las cosas difíciles.
Sentí como mi madre me abrazaba por atrás, pero yo solo
gritaba, mi mundo se venía abajo cada vez más deprisa. Y me veía en esta mierda de vida sin una mano que evitara mi descenso en este precipicio. Podía oír la risa de los monstruos, les gustaba ganar la partida. Mi padre fue hacia mi, se puso delante de mi, mirándome a los ojos, podía ver la decepción en ellos.
- Te odio- le susurré.
Él levantó la mano y me pegó en la mejilla, haciendo que doblara la cara y emitiera un grito de dolor. Era la primera vez que me pegaba. Mi madre me soltó asustada, no sabía que hacer. Yo me llevé la mano izquierda a mi mejilla y lo miré a él.
- Madura, Grace. El mundo no gira a tu alrededor- me dijo.
- Los muertos no maduramos- dije, mirándole a los ojos, desafiante.
Entonces escapé de esta situación, corriendo hacia el cuarto de baño. Todos se dieron cuenta demasiado tarde, oí el grito de mi madre, oí como mi padre corría, pero yo fui más rápida. Entré y cerré la puerta, mi padre empezó a pegar porrazos y pude oír el llanto de mi madre atreves de la puerta. Me quité el jersey de Justin porque empezaba a sudar.
Mis manos temblaba, todo temblaba, mi vista era lenta, sentía como todo iba más rápido de lo que yo podía ver, mi corazón latía tanto que creía que iba a salir de mi pecho, tenía un sabor a sangre en mi boca y supe que me estaba dando un ataque de ansiedad. Abrí todos los cajones, tiraba las cosas porque no podía reaccionar, de fondo escuchaba los gritos de mis padres, mi madre me decía que todo iba a ir a mejor y mi padre que tiraría la puerta abajo. El sabor metálico en mi boca aumentó y el vómito vino solo, sin que pensara en ello. No fui tan rápida y me manché la camiseta con un poco de vómito, entonces supe que echaba de menos sentir la comida traspasar por mi garganta, no controlar lo que expulsaba no me ponía nerviosa, no me importaba perder el control.
Cuando terminé, me senté en el suelo, pasé una mano por mi boca y me di cuenta de lo fuerte que apretaba el papel en mi mano derecha, no me había dado cuenta hasta entonces. Miré a mi alrededor y vi un mueble, abrí la puerta y había una caja, en ella se encontraban las cuchillas. Cogí una y la puse en el suelo, la pisé y se rompió, dejando las láminas libres. Mire mi antebrazo izquierdo, mi piel todavía con marcas. - Esta no eres tú- grito mi madre-. Y lo sabes cariño, esta no es la Grace que todos conocemos. Tú eres más fuerte. Deja que mamá entre y hable contigo. En mi mano izquierda tenía las dos láminas, cogí una con mi mano derecha, que todavía seguía agarrando el papel. Puse la cuchilla sobre mi brazo, el metal estaba frío. Sola se deslizo por mi piel, apoyé la cabeza en el váter y sentí la sangre brotar de la herida. Moví un poco más la cuchilla un poco y apreté, solté un pequeño chillido.
- Grace- intentó de nuevo mi madre-. Esto no le gustaría a Justin y lo sabes, él hizo mucho por ti, ¿se lo vas a agradecer así, mi vida? Abre la puerta, entraré solo yo. Venga cariño, podemos pasar por todo esto juntas, ¿vale?
Mi madre jamás había sido tan fuerte como en aquel momento, me arrastré por el suelo, soltando las cuchillas a mi alrededor junto al papel. Llegué a la puerta y la abrí, mi madre entró y luego cerró la puerta, se agacho al suelo y yo apoyé mi cabeza en sus piernas. Ella acariciaba mi cabeza, me acuerdo a cuando era pequeña y ella me acariciaba la tripa porque me dolía.
- Ya pasó, ya pasó- me susurraba.
- No puedo con esto más, mamá- le confesé.
- Lo sé cielo, pero tienes que fuerte. Vamos a ducharte, estas sudando y tienes que aclarar esa cabeza.
Mi madre me colocó apoyándome en la pared mientras ella iba a empezar a llenar la bañera. Todo a mi alrededor daba vueltas y sentía como garganta ardía, mi madre me miró y me sonrió, yo solo pude derramar un par de lágrimas. ¿Por qué ella era fuerte mientras yo estaba cansada de serlo?
- ¿Por qué no te rindes?- le pregunté
- Eres mi hija Grace, jamás me daré por rendida. Yo solo quiero verte sonreír y daría mi vida si eso te hiciese sonreír. Cuando seas madre lo entenderás.
- No creo que llegué a tener hijos.
- Nadie sabe lo que le espera el futuro- dijo acariciando mi mejilla- Venga, vamos a la bañera.
Y ella empezó a quitarme los pantalones porque sabía que apenas tenía fuerza para hablar. Cuando sus manos se movieron a mi camiseta, abrí los ojos de par en par y me separé de ella.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué no me dejas quitarte la camiseta?
La miré a los ojos, de verdad que no sospechaba nada…¿Si no puedo confiar en mi madre en quién confiaré? Tarde o temprano lo verá. Levanto mi mano lentamente e hice que la camiseta desapareciera quedando en sujetador, la mirada de mi madre fue al tatuaje.
- Te odio- le susurré.
Él levantó la mano y me pegó en la mejilla, haciendo que doblara la cara y emitiera un grito de dolor. Era la primera vez que me pegaba. Mi madre me soltó asustada, no sabía que hacer. Yo me llevé la mano izquierda a mi mejilla y lo miré a él.
- Madura, Grace. El mundo no gira a tu alrededor- me dijo.
- Los muertos no maduramos- dije, mirándole a los ojos, desafiante.
Entonces escapé de esta situación, corriendo hacia el cuarto de baño. Todos se dieron cuenta demasiado tarde, oí el grito de mi madre, oí como mi padre corría, pero yo fui más rápida. Entré y cerré la puerta, mi padre empezó a pegar porrazos y pude oír el llanto de mi madre atreves de la puerta. Me quité el jersey de Justin porque empezaba a sudar.
Mis manos temblaba, todo temblaba, mi vista era lenta, sentía como todo iba más rápido de lo que yo podía ver, mi corazón latía tanto que creía que iba a salir de mi pecho, tenía un sabor a sangre en mi boca y supe que me estaba dando un ataque de ansiedad. Abrí todos los cajones, tiraba las cosas porque no podía reaccionar, de fondo escuchaba los gritos de mis padres, mi madre me decía que todo iba a ir a mejor y mi padre que tiraría la puerta abajo. El sabor metálico en mi boca aumentó y el vómito vino solo, sin que pensara en ello. No fui tan rápida y me manché la camiseta con un poco de vómito, entonces supe que echaba de menos sentir la comida traspasar por mi garganta, no controlar lo que expulsaba no me ponía nerviosa, no me importaba perder el control.
Cuando terminé, me senté en el suelo, pasé una mano por mi boca y me di cuenta de lo fuerte que apretaba el papel en mi mano derecha, no me había dado cuenta hasta entonces. Miré a mi alrededor y vi un mueble, abrí la puerta y había una caja, en ella se encontraban las cuchillas. Cogí una y la puse en el suelo, la pisé y se rompió, dejando las láminas libres. Mire mi antebrazo izquierdo, mi piel todavía con marcas. - Esta no eres tú- grito mi madre-. Y lo sabes cariño, esta no es la Grace que todos conocemos. Tú eres más fuerte. Deja que mamá entre y hable contigo. En mi mano izquierda tenía las dos láminas, cogí una con mi mano derecha, que todavía seguía agarrando el papel. Puse la cuchilla sobre mi brazo, el metal estaba frío. Sola se deslizo por mi piel, apoyé la cabeza en el váter y sentí la sangre brotar de la herida. Moví un poco más la cuchilla un poco y apreté, solté un pequeño chillido.
- Grace- intentó de nuevo mi madre-. Esto no le gustaría a Justin y lo sabes, él hizo mucho por ti, ¿se lo vas a agradecer así, mi vida? Abre la puerta, entraré solo yo. Venga cariño, podemos pasar por todo esto juntas, ¿vale?
Mi madre jamás había sido tan fuerte como en aquel momento, me arrastré por el suelo, soltando las cuchillas a mi alrededor junto al papel. Llegué a la puerta y la abrí, mi madre entró y luego cerró la puerta, se agacho al suelo y yo apoyé mi cabeza en sus piernas. Ella acariciaba mi cabeza, me acuerdo a cuando era pequeña y ella me acariciaba la tripa porque me dolía.
- Ya pasó, ya pasó- me susurraba.
- No puedo con esto más, mamá- le confesé.
- Lo sé cielo, pero tienes que fuerte. Vamos a ducharte, estas sudando y tienes que aclarar esa cabeza.
Mi madre me colocó apoyándome en la pared mientras ella iba a empezar a llenar la bañera. Todo a mi alrededor daba vueltas y sentía como garganta ardía, mi madre me miró y me sonrió, yo solo pude derramar un par de lágrimas. ¿Por qué ella era fuerte mientras yo estaba cansada de serlo?
- ¿Por qué no te rindes?- le pregunté
- Eres mi hija Grace, jamás me daré por rendida. Yo solo quiero verte sonreír y daría mi vida si eso te hiciese sonreír. Cuando seas madre lo entenderás.
- No creo que llegué a tener hijos.
- Nadie sabe lo que le espera el futuro- dijo acariciando mi mejilla- Venga, vamos a la bañera.
Y ella empezó a quitarme los pantalones porque sabía que apenas tenía fuerza para hablar. Cuando sus manos se movieron a mi camiseta, abrí los ojos de par en par y me separé de ella.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué no me dejas quitarte la camiseta?
La miré a los ojos, de verdad que no sospechaba nada…¿Si no puedo confiar en mi madre en quién confiaré? Tarde o temprano lo verá. Levanto mi mano lentamente e hice que la camiseta desapareciera quedando en sujetador, la mirada de mi madre fue al tatuaje.
- ¿Cuándo te lo has hecho?- me preguntó con una voz calmada.
- Hace unos días… Es… es la letra de Jus…- su voz se quedó
atragantado en mi garganta.
Ella sonrió y me ayudó a ir a la bañera que ya estaba medio
llena, me quité el sujetador y entré. Cuando mi cuerpo notó el agua caliente
fue como estar en el paraíso, solté un gemido de alivio. Mi madre me empezó a
echar agua sobre mi pelo.
- El tatuaje es muy bonito y tiene toda la razón- dijo
sonriendo, no estaba enfadada.
- Era especial, algo entre nosotros…- mi voz era un susurro.
Mi madre empezó a enjabonarme la cabeza, mientras me miraba
atentamente.
- Muchas veces los padres nos equivocamos, queremos lo mejor
para nuestros hijos pero nos equivocamos. Pero lo peor es que cuando nos damos
cuenta del error que cometemos pocas veces tenemos el coraje de confesarlo,
sobre todo a nuestros hijos. Intentamos dar la lección de que los adultos
siempre tienen razón pero nunca es así.
- ¿Por qué me dices esto?- digo mientras paso mi mano por
los cortes, haciendo que la sangre que sale se vaya al agua.
- Hay que tener el coraje de hacer lo que nosotros creemos
que es lo correcto aunque otros piensen lo contrario y si nos equivocamos,
bueno, de los errores se aprenden.
- Papá y tú os habéis equivocado.
- No hablo de nosotros, hija- dijo aclarando mi cabello.
- Justin no se fue porque quisiera y sé que le fue difícil
separarse de ti. Nos envió un mensaje que decía que te cuidáramos porque
teníamos en nuestras manos su vida. Él te quiere y yo sé que lo quieres como a
nadie. Un amor adolescente puede ser igual de verdadero que un amor de adultos,
yo creo que incluso que más.
- Pero estamos lejos.
Mi madre cogió una toalla mientras se ponía de pie, yo la
miré, ¿qué me quería decir?
- Tu padre trabaja esta noche y yo, bueno, te tengo que
vigilar pero me quedo muy rápido dormida- dijo encogiéndose de hombros- Y creo
que cuando despertara tú ya estarías en un autobús, ¿acaso me equivoco?- dijo
mientras iba a la puerta.
- ¿Me estás diciendo que me vaya?
Mi madre levantó la mirada del suelo a mis ojos, su mirada
fue tierna.
- Una gran historia siempre necesita un buen final.
Y desapareció del cuarto de baño, cerrando la puerta al
salir. En mi cara una sonrisa se abrió paso poco a poco, sentí como la energía
invadía mi cuerpo. Salí corriendo de la bañera, me envolví en una toalla y salí
corriendo a mi cuarto, pero antes, cogí el jersey de Justin y su papel. Antes
de entrar en mi cuarto escuché como mi madre le decía a mi padre que necesitaba
descansar, que estaría en mi cuarto. Cuando me encerré en mi cuarto y me cambié
poniéndome unos jeans una camiseta de tirantes y el jersey de Justin me di
cuenta de que mi portátil había desaparecido, miré mi teléfono y tampoco estaba
su móvil, mi padre no había desperdiciado nada de su tiempo.
Los minutos y las horas pasaban, vi tres películas, mi madre
me trajo un yogurt y se fue sonriendo. Es increíble como en un día todo puede
cambiar, como de estar todo negro una pequeña luz empezó a aparecer. A las 9 mi
padre vino a decirme que se iba a trabajar y que me portara bien con mi madre,
que no molestara mucho, yo ni siquiera le miré. Nada más que cerro su puerta
cogí una mochila y empecé a guardar algo de ropa, pero entonces me di cuenta de
que cuando mi padre se diera cuenta de que había hecho la maleta sabría que
estaría en casa de Justin y no tardaría mucho en encontrarme, tenía que ganar
tiempo. Así que simplemente guardé mi teléfono, algo de dinero y con lo puesto
abrí mi puerta. Empecé a salir con cuidado hasta la puerta, mi madre estaba en
el salón con una taza de café en sus manos.
- ¿Ya te vas?- me dijo.
Yo le asentí con la cabeza.
- Toma, por si necesitas para el autobús- a su lado había
algo de dinero, lo cogí.
- Gracias- murmuré.
- Grace- dijo ella, su voz se notaba algo cansada-. No te
estoy diciendo que huyas con él, solo que necesitas una despedida que tu padre
no quería darte. Vuelve, ¿de acuerdo?
- Sí.
Hay mentiras que son necesarias. No tenía pensado volver,
jamás, jamás volvería a este infierno. Fui hacia la puerta y cuando la cerré,
escuché como mi madre daba un sorbo a su café, esto no le era fácil, pero sabía
que era lo correcto. El ascensor se me hizo interminable y me llevé un pequeño
disgusto cuando no vi a Mini esperándome, quizás ya había comido hoy o estaba
dormida, me hubiera gustado cogerla y huir con ella, no quería dejarla aquí,
nadie se acordaría de ella.
- Mini- susurré-. Ven pequeña.
Pero ninguna gatita negra apareció. Rendida y sabiendo que
tenía el tiempo contado, busqué un taxi para ir a la estación. Me sentía
perdida y notaba como todo el mundo pensaba que hacía a estas horas esperando a
un autobús, tenía miedo que llamasen a la policía por si acaso me estaba
escapando. Así que cuando llegó el autobús fui la primera en subir, me senté en
el asiento pegado a la ventana y esperé con ansias a que arrancara. Cuando
sentí como el autobús se ponía en marcha todo mi cuerpo empezó a temblar, ¿enserio
volvería a verlo?
Intenté dormir, intenté hacer algo para que el tiempo se
pasara rápido pero solo podía pensar en lo nerviosa que estaba. Metí mi mano en
el bolsillo del pantalón y saqué la carta que Justin me había enviado, allí
venía su dirección, al sacar la carta noté como un pequeño trozo de papel se
había caído. Me agaché y lo cogí, “se
fuerte”, lo apreté en mi mano y sonreí, ya mismo no tendría que ser fuerte
sola, él estaría ahí.
Apoyo mi frente en el cristal, aprieto fuerte mi mano y sonrío,
sonrío porque las sonrisas son mensajes de esperanzas. Cada vez que avanza el
autobús es como si me sintiera más cerca de casa, porque esa palabra no es un
lugar, es una persona, es él. Mis ojos se van entrecerrando poco a poco, entonces me
doy cuenta de lo cansada que estoy y del dolor de mi cabeza. Solo tengo que
dormir un poco y estaré ahí.
Y me encuentro en un taxis, impaciente, miro por todo los
lados, juego con la carta en mis manos, pero la guardo porque tengo miedo de
romperla. Nos metemos en un pequeño barrio de casas, mi corazón late tan fuerte
que es como si lo tuviera en mis oídos. El taxis empieza a disminuir la
velocidad, tapo mi boca para omitir un grito.
- Ya hemos llegado- me avisa.
Temblorosa saco un billete y le digo que se quede el cambio,
abro la puerta y me doy cuenta de cómo tiemblan mis piernas, hago un esfuerzo
para no caer al suelo. Todo es oscuro, pero la casa que hay delante de mi tiene
luz, avanzo lentamente, tropezando con mis pies pero sin llegar a caerme. Llego
a la puerta, toco con mis manos la madera y no puedo evitar las lágrimas que
bajan por mis mejillas, busco el timbre con mi visión borrosa, lo encuentro, lo
pulso más de una vez. Dentro escucho voces pero no puedo escuchar con claridad.
Escucho como quitan un pestillo desde dentro y mi corazón se para, hasta noto
como contengo el aire. La puerta se abre lentamente y lo siguiente que veo es
un cabello despeinado y son unos ojos dorados que me miran como si fuera un
fantasma. Entonces todo sale de mi boca en forma de llanto, pero aun así, voy
hacia sus brazos y él me recibe como si sus brazos hubiera sido hechos por y
para mí.
- ¿Grace?- me susurra al oído- ¿Cómo has llegado aquí?
- Si de verdad quieres desaparecer de mi vida múdate de
casa, aunque tampoco creo que eso se interponga en mi camino, de una forma u
otra siempre te encontraré.
- Yo siempre dejaré que me encuentres.
Las comisura de mi boca se elevan hasta formar una sonrisa,
el acaricia mi cabello y puedo notar como sus mejillas están mojadas.
- No me vuelvas a de…
No puedo terminar la frase porque mis labios están ocupados,
sus manos están en mi mejilla y yo cierra los ojos, dejando que esta sensación
llene todo mi cuerpo, es como si todo los monstruos se fueran mientras él me
besa, dejo de estar cansada, estoy con más fuerzas que nunca y todo eso porque
él está ahí.
- Te quiero- me susurra cuando se alejan nuestros labios.
- Te quiero- digo todavía con los ojos cerrados.
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Subiré 3 más. Intentar comentar en todos pls <3
No puedo explicar lo que lloré con este capitulo, en la parte del baño especialmente, tenes talento Trix <3
ResponderEliminarOH DIOS ASKDGHDSKJHJHGKJHASKJGSKHKDJGKDSHDSKAASDJ TE AMO TE AMO TE AMO POR HACER ESTE CAPITULO.
ResponderEliminarUNO DE LOS MEJORES CAPÍTULOS QUE HE LEÍDO NUNCA. Creo que he llorado mas que en toda mi vida. He tenido que ir al baño a por papel y todo, si me he mojado de lágrimas hasta el pijama con eso te lo digo todo.
AMO A LA MADRE DE GRACE, he comentado en el anterior capítulo de que debería hacer algo y lo ha hecho dkasjhkjhjahadjhgdajhgds.
No me quiero imaginar lo que hará su padre cuando se entere...
Voy a seguir dsajghjdahjdhjsk -Y
AHHHHHH, amo la novela.
ResponderEliminarYo aun sigo esperando a mi Justin.