Unos abrazos me agarran desde atrás, frotando mis brazos.
Pero no siento nada ni la lluvia sobre mi cuerpo, no sé qué está pasando, no
controlo mi cuerpo, no puedo levantarme.
- Hay que ir a casa, te vas a resfriar- me susurra mi madre.
¿Acaso me importa si me ocurre algo? Él está lejos y ya es
tarde para remediarlo. Noto como unos brazos me cogen y me elevan desde el
suelo, por la colonia sé que es mi padre, me gustaría moverme y pegarle,
gritarle, tirarlo a la carretera, pero no puedo ni siquiera abrir la boca.
- Te dije que pasaría algo así- dijo mi madre.
- Esto es una rabieta como la de cualquier adolescente-
justifica mi padre.
- ¿Cuándo te vas a dar cuenta de que nuestra hija no es como
las demás?
Dejo de prestar atención a la conversación porque me llena
de rabia querer arrancarles la cabeza y no poder moverme. Ya estamos en casa,
me llevan hasta mi cuarto, mi padre nada más dejarme sobre la cama desaparece
de mi cuarto. Mi madre se dedica a cambiarme el pijama por otro, nada más que
empieza a subir mi camiseta, mi corazón late fuertemente y le aparto las manos.
El tatuaje.
- ¿Qué pasa?- me dice.
- Yo me sé cambiar sola- le digo.
- Si hay más… cicatrices no pasa nada- su mirada está
nerviosa, la verdad es que si pasa.
- No es eso- digo cansada.
- ¿Entonces qué es?
- Hoy no quiero que me veas desnuda, ¿vale?
Mi madre se encoje de hombros, sé que intenta hacer lo mejor
que puede pero eso a veces no es suficiente. Ella se está alejando cuando, se
gira y me mira, noto en sus ojos el cansancio de tener sobre su espalda esta
familia de locos, pero me quiere, aun me quiere, pero eso no me importa.
- Buenas noches-
susurra.
- Mamá… ¿puedo tomar una pastilla?
Ella niega con la cabeza.
- Ya tomaste hoy una, lo sabemos. Intenta dormir, ya verás
como puede.
Ella cierra mi puerta, yo me cambio la camiseta, sin tocar
el tatuaje, pero sé que está ahí siempre sabré que esta ahí. Me siento de nuevo
en mi cama y estirando la mano alcanzo un libro, abro las páginas hasta que
encuentro un cuadrado recordado, hay cuatro pastillas, cojo dos de ellas y me
las trago sin agua ni nada. Vuelvo a dejar el libro y apoyo la cabeza en la
almohada.
- Justin- susurro.
Y esa palabra es como un interruptor que pulso, las lágrimas
van bajando de una en una. En mi pecho siento un vacío y lo recuerdo. Odio las
despedidas pero aun odio más el hecho de que él no me dejara despedirme, si
sabía que era nuestro último día, ¿por qué lo malgasté así? Alargué mi mano
hasta mi teléfono, busqué a mi diario y pulsé el botón, sabía que no me lo
cogería así que mi corazón latió fuertemente cuando si me lo cogió, esperé unos
segundos al oír su voz, pero solo escuchaba las gotas de la lluvia contra un
cristal, decidí hablar.
- ¿Quién dio piernas a los diarios? ¿Quién les dio la
oportunidad de escapar? Yo no sé quien fue y no pienso culparle porque en el
fondo todos somos culpables de nuestras decisiones. No sé qué decisión te llevó
a abandonarme aquí en este infierno, sola. Yo… - mordí mi mano para no romper
en un llanto- No puedo vivir sin ti Justin, te necesito a mi lado, dándome la
mano, de verdad que no puedo, me cuesta respirar ahora que no estas. ¿Eso va a
desaparecer? ¿Podré volver a sentirme bien ahora que estas lejos? La verdad es
que no quiero saber la respuesta porque eso sería que no te volveré a ver más.
Me gustaría pensar que dentro de unos días uno de los dos se rendirá e irá a
buscar el otro, pero ¿y si yo me rindo? ¿Y si me rindo en la otra manera? Mi
vida carece de sentido si tú no estar ahí para recordarme por lo que tengo que
vivir….
El silencio se apoderó de la conversación de unos minutos,
pero me pareció oír como Justin retenía un llanto.
- Me he tomado dos pastillas porque tú no estás para
ahuyentar mis monstruos y yo no tengo fuerzas para hacerlo. Soy muy débil para
esto, soy una maldita muñeca de trapo… Y…- mis ojos se cerraban- No te quiero
hacer sentirte culpable, porque tus razones tendrás, sé que es cansino cargar
conmigo pero yo creía que eras feliz… yo era feliz, como no lo había sido en
años. Mi vida caía en picado y tú fuiste quien me llevó a la cima de la
montaña, pero ahora todo va a la deriva. Me siento sin protección en una
montaña rusa y no me gusta esta sensación. Me hiciste que sintiera todo de
nuevo y ahora lo siento todo, todo lo malo también. Ya no puedo más- mi voz era
apenas un susurro raspado-, mis ojos se cierran solos, estoy perdiendo el
control y me aterra pensar lo que pueda hacer mañana. Lo que más me aterra de
todo esto, es que si yo muriera jamás nos volveríamos a ver porque tú estarías
en el cielo y yo en el infierno.
Con mis ojos cerrados, terminé la conversación que más que
eso era un monologo.
- Ojala pudiera odiarte, ojala pudiera no quererte como te
quiero. Creo que así todo sería más fácil, pero ni con todas mis fuerzas podría
llegar a odiarte ni aunque fuera un segundo, porque a los ángeles como tú no se
les pueden odiar. No sé qué pasara mañana, pero pase lo que pase, que sepas que
te quiero diario.
Como una tonta, esperé una respuesta, un suspiro, algo que
me indicara que él seguía ahí, que no había puesto el teléfono en algún sitio
mientras hablaba.
- No hubo un día que no fuera feliz a tu lado- dijo
susurrando.
Su voz sonaba rota y produjo en mi todo lo contrario a lo que
esperaba, quería que su voz me hiciera esto más leve pero no fue así, me hizo
sentir egoísta por reclamarle una excusa por todo esto, como si no tuviera
suficiente por aguantarme. Él fue quien colgó, dejé caer el móvil a mi mesita
de noche. Me removí en la cama, escuché como con mi rodilla apretaba un papel,
estiré mi mano y vi el trozo de papel de Justin. Lo puse sobre la mesita para
que se secara. Mañana lo iba a necesitar
Justin
Cuando supe que tenía que bajarme la tormenta ceso, la
llamada de Grace me había dejado sin ganas de respirar, sin ganas de que mi
corazón siguiera latiendo, pero tuve que encontrar la fuerza de donde no la
había para colgar el teléfono, para no decirle que la quería más que a nada.
Bajé lentamente, despidiéndome antes de la mujer, cogí las maletas y me dirigí
a un taxi para que me llevara a casa. Estaba tan cansado que hasta mi cuerpo
pesaba demasiado para mi, sentía los ojos rojos y como si ardieran, mi pecho se movía
poco porque las respiraciones eran cortas.
Cuando llegué a casa, el hombre me ayudó a sacar las maletas
del maletero, fui lentamente, pegue en la puerta de mi casa, era tan de noche
que me daba cosa tener que levantar a mi madre pero no sabía dónde estaban
las llaves. Mi madre apareció por la puerta con sus cabellos despeinados en una
bata. Sus ojos se abrieron cuando vio que estaba mojado y más blanco que
la nieve. Se movió para que pudiera entrar.
- ¿Justin? ¿Qué haces aquí?- dijo ella- ¿No fueron bien las
vacaciones con tus amigos?
- No me fui con ellos- mis ojos se fueron llenando de gotas.
Mi madre se mordió el labio inferior y asintió con la
cabeza.
- ¿Crees que no lo sabía? ¿Quieres contármelo ahora?
- Solo quiero dormir- digo, cansado.
- De acuerdo- dice besando mi mejilla- Mañana me cuentas.
Se vuelve a meter en su cuarto, yo lentamente voy hacia mi
cuarto, entonces algo se mueve en mi pecho y me doy cuenta de que Mini se
estaba despertando, cuando llego a mi cuarto la suelto en mi cama. Voy
deshaciéndome de mis ropas, me coloco el pijama más calentito que tengo y me
acuesto sobre la cama. Mini se mueve algo torpe sobre la cama hasta que llega a
mí, se sube encima de mi estómago y se hace una bola. Y aun así, aunque mi
cabeza no puede más, aunque mis ojos no aguantan más abiertos no puedo dormir,
porque solo duermo con mi abuelo y con ella, además, yo no tengo pastillas que
me ayuden a pasar a noche.
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Subiré 4 más. Intentar comentar pls <3
Dios,no puedo enserio, me ahogo en mis propias lágrimas. No me esperaba esa llamada para nada...
ResponderEliminarJoder puto padre de Grace ¿quieres dejarla en paz de una vez imbécil?
La madre me cae mejor, pero debería hacer algo si sabe lo importante que es Justin para su hija. Pero su padre aggg no lo soporto.
Bueno voy a seguir leyendo que me quedan 4 capítulos *_*
-Y