NARRA JUSTIN.
¿Por qué haces eso? ¿Eres estúpido? Me dije una y otra vez.
Desvié por unos segundos mi mirada a nuestras manos cogidas. ¿Por qué le había
cogido la mano? Ni siquiera lo pensé, fue como un acto reflejo, me apetecía y
lo hice. Pero no tendría que haberlo hecho, ella pensará cosas que no son… o si
son.
Respiré, pocas veces me ponía nervioso con tan solo cogerle
la mano a una chica, pero Aly era diferente, ella no era solo una chica. De
reojo la miré, ella no hacía el intento de soltarme la mano, en cambio miraba
al frente, era como si estuviera intentando no mirarme. Pero yo quería que me
mirase, quería verle esos ojos grises, esas mejillas rosadas…. Y como por arte
de magia, Aly se giró. Ella no sabía que yo la miraba. Se quedó unos segundos
mirándome, me sonrió y volvió a mirar al frente.
- ¿Queda mucho? – me preguntó.
- No, ¿por qué? ¿Estas incomoda?- pregunté e inmediatamente
quité mi mano.
- No, no, yo no quería decir eso…
Tragué saliva y apoyé las dos manos en el volante. ¿Por qué
había hecho eso? Me había puesto nervioso, muy nervioso. Tenía ganas de volver
a cogerle la mano, pero quedaría ridículo. Puse mi mano por donde salia el aire caliente y noté como una mano me tocaba la mía,
la más cerca a ella. Su suave mano me toco la mano, haciendo que se me pusiera
la piel de gallina, sus mejillas estaban rojas, lo podía notar. Accedí y
despegué un poco la mano del volante, ella metió sus dedos y la terminó de
despegar, entrelazó los dedos y la volvió a poner donde estaba antes.
Y así estuvimos hasta que llegamos a donde yo quería llegar,
no hablamos, no nos movimos, no nos miramos, pero es que hay momentos en los
que todo eso sobra.
NARRA ALYSSA.
El coche paró y solté su mano rápidamente para evitar un
momento incomodo. Justin desabrochó su cinturón y salió del coche, fue hacia mi
puerta y la abrió. Yo estaba teniendo problemas para desabrocharme el cinturón.
- No sale, Justin- dije.
- Eso es lo malo de coches de segunda mano, que siempre
tienen un defecto. Aprieta fuerte.
Y eso hice, pero nada, me estaba poniendo nerviosa y muy
roja.
- No va- volví a decir.
- Anda, mira, déjame a mí.- dijo Justin.
Yo levanté las manos y Justin metió la mitad de su cuerpo
por mi lado. Estábamos muy cerca, mi respiración le daba en el cuello y tenía
una mano apoyada en el asiento muy cerca de mi pierna. Eché la cabeza hacía
atrás y Justin se colocó mejor, le daba golpes al botón hasta que por fin salió
el cinturón. Justin se quedó unos segundos como estaba, luego fue saliendo
lentamente. Hubo un momento en el que nuestras caras estuvieron a milímetros,
tan cerca que casi rozo mis labios y ese momento, me hubiera gustado que durara
para siempre. Justin se puso de nuevo bien y me ayudó a salir. Él cerró al
puerta detrás de mi.
- Gracias por ayudarme- le dije.
- Ha sido un placer.
Justin metió la mano en sus bolsillos y miró hacia delante.
- ¿A dónde vamos?- le pregunté.
- Nada más que nos acerquemos ya sabrás a donde vamos.
Estaba haciendo mucho frío, así que me puse a la altura de
Justin y me acerqué a él para tener algo más de calor. Él me miró y dudo en si
abrazarme o no, no lo hizo.
Estuvimos andando en silencio, toda la química que había
habido hasta hace unos segundos se había esfumado y me sentía rara. Llegamos a
una plaza y entonces supe a donde íbamos, era una cafetería donde ponían los
mejores batidos y donde nuestros padres siempre nos llegaban. Sonreí al ver que
él seguía recordándolo.
- Hacía mucho que no iba… Exactamente desde que te fuiste-
susurré.
- ¿Y eso?- me preguntó.
- No sé… Ir allí era raro si no iba contigo, no era lo
mismo.
Él sonrió y me abrió la puerta de la cafetería.
- Pasa.
Nada más entrar el frío se me fue, siempre me pasaba en esta
cafetería, además, me sentía como en casa, es todo antigua, de madera y demás.
Me encanta. Fuimos hacia unos asientos, una mesa de dos. Yo me senté y él se sentó delante de mí.
- ¿Qué vas a pedir?- me preguntó.
- Un chocolate caliente- sonreí.
- Como una niña pequeña- dijo sonriendo de lado.
- ¿Y tú que te vas a pedir? Como eres tan adulto…
- Un café.
- Ah, como los viejos- le dije mirando de reojo.
Él se rió. Una mujer vino a tomarnos nota.
- Hola muchachos, ya va haciendo mucho frío fuera ¿no?-
preguntó.
- Si- dije yo- pero aquí se esta perfecto.
Ella me sonrió.
- ¿Ya sabéis que vais a tomar?- preguntó.
- Si- dijo Justin- Dos chocolates calientes.
La mujer lo apuntó.
- Muy bien.- y se fue.
Cuando se fue lo miré y sonreí…
- Así que dos chocolates calientes…
- - él se encogió de hombros- Es que están muy ricos.
Y a los minutos vino la mujer con los dos vasos. Pasamos
unos minutos geniales, era como si volviésemos a ser esos dos niños que no se
separaban para nada. Él hacia bromas tontas y yo reía como siempre. Fue uno de
esos momentos que te trasportan mágicamente a la niñez. Lo miré mientras
hablaba, tenía los hombros relajados y sus ojos brillaban, estaba tranquilo
hablando conmigo, con su amiga de siempre.
Lo que tengo que parar son mis sentimientos, no quiero que
sigan creciendo. Lo que él espera es que yo sea su amiga y él es mi amigo, él
jamás me verá como otra cosa. Así que mas vale dejar de hacerme ilusiones, que
ahora es todo muy bonito pero cuando llegue la realidad será como pegarme
contra una pared y al final, la que saldrá dañada seré yo. Pero ¿por qué me
cogió la mano? Es decir, una mano no se coge así porque si. Así que mientras él
me hablaba yo me montaba mi propia exageración de cada momento en vez de dejar
que las cosas fluyeran, también tome unos segundos para mirarle esos preciosos
labios, aunque cada vez que lo hiciera tuviera más ganas de levantarme y
besarle como si no hubiese mañana.
Continuará... (subiré el 8)
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