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Capítulo 48



- ¿Qué quieres decir? –pregunté, acomodándome en la cama.
- Lo que tú piensas. He estado en un psicólogo, mejor dicho, en dos.

Él me miró, esperando una reacción pero yo no supe que hacer ni decir. Una enfermera vino, interrumpiendo nuestra mirada, me quita la aguja del suero pero me deja la vía y la bolsa allí, me dije que si tengo problemas que la avise, se va y vuelvo a mirar a Justin. Sus ojos, mientras me miraban, se llenaban de nuevo de lágrimas, él apartó la mirada.

- ¿Por qué?- pregunté.
- Hay más de un motivo.

Justin se acomodó en el sillón, apoyó sus codos sobre sus rodillas y su cabeza sobre las palmas de sus manos y sin mirarme, habló.

- Yo era muy joven cuando mis padres se separaron era apenas un niño, tenía 4 ó 5 años. Toda mi infancia se podía resumir en pelea de mis padres. Él jamás me tocó a mí, pero si a mi madre. Cuando venía borracho a casa mi madre me encerraba con llave en una habitación y se enfrentaba a solas con él. Yo me quedaba pegado a la puerta oyendo gritos y sintiendo impotencia, aunque en aquellos entonces no sabía lo que sentía… solo sabía que quería abrir la puerta y salir a ayudar a mi madre. Me recuerdo llorando y pegando porrazos a la puerta, acaba con los nudillos ensangrentados y morados. Mi madre a la hora venía a la habitación, abría la puerta me curaba las heridas y dormía conmigo… Siempre tenía una herida o un moratón.

Justin me miró por un segundo y se llevó la mano a sus ojos para quitarse las lágrimas y después miró al suelo. Yo simplemente lo miraba, no quería creer que una persona como él lo había pasado mal.

- El único momento de paz era cuando íbamos a visitar a los abuelos, pero mi madre me prohibió contarle nada al abuelo ni a la abuela, me dijo que ella lo solucionaría. Hasta que llegó un día en el que mi madre me despertó por la noche, me miró a los ojos apartándose los mechones que tenía sobre sus ojos, me besó la frente y me sacó de la cama. Recogió todas mis cosas y me dijo que fuera silencioso hacia el coche. Recuerdo que iba con el chaquetón de puntillas por el salón hacia la puerta de entrada, cuando la abrí corrí hacia el coche y mi madre salió segundos después. Cuando el coche empezó a arrancar, mi padre salió de la casa con una botella en la mano, mi madre pisó el pedal y el coche se alejó pero la botella logró estamparse contra el maletero. Fuimos a un pequeño motel y allí estuvimos viviendo unos días. Entonces un día fue mi madre a bañarme y notó que por mi costado derecho- dijo mientras se tocaba el costado- tenía pequeñas marcas rojas y se asustó. Yo no pude decirle nada porque ella creía que era una alergia pero no podía llevarme al médico porque tenía miedo de que mi padre nos encontrara.  Yo le dije que no era alergia, que me lo hacía yo mismo. Lo hice para que se tranquilizara, pero no sirvió para nada, empezó a llorar y escondió su cabeza en mis pequeñas piernas, mientras ella lloraba yo le dije que me pegaba pequeños pellizcos porque si ella sufría yo también. Ella me abrazó y me dijo que ya había acabado todo. A la mañana siguiente dejamos el motel y fuimos a casa de mis abuelos, ellos nos recogieron con los brazos abiertos y mientras yo jugaba en una habitación mi madre les contó todo. Lo único que pude escuchar y que me acuerde, fue “Justin necesita ayuda y yo no puedo pagarle un psicólogo”. Yo no sabía que era eso, hasta que al día siguiente, mis abuelos me llevaron a la consulta y allí conocí a una mujer. Me gustaba, yo podía hablar con la mujer y ella me daba piruletas. Deje de hacerme daño desde el momento en el que llegué a casa de mis abuelos, el único problema eran las noches… Pero se solucionó cuando una vez me dormí con mi abuelo. Él fue mi padre, él me crio, él me dio las lecciones que un padre te tiene que dar. Solo estuve unos 6 meses en el psicólogo, iba un día a la semana. Luego mi época de niño fue buena, vivía con mi madre y mis abuelos, mi madre encontró un buen trabajo y llegó a ser jefa del departamento… Un día me dijo que mudarnos de casa, pero yo temía las noches lejos de mi abuelo.

Él sonrió de lado y volvió a apoyar la espalda en la silla,  me miró y yo seguía mirándole como si estuviera en shock. Quería ir a acariciarle el costado derecho y besarle los labios, pero creía que si me bajaba de la cama me marearía. Justin iba a volver a hablar pero una mujer entró con la merienda.

- Hola chicos. ¿Cómo estas, Grace?- me preguntó.

Ella me sonaba de cuando estaba en la otra planta, era joven pero no podía asociarla a ningún momento o nombre. Yo me encogí de hombros y ella sonrió dejando la bandeja con la comida.

- Ahí hay una pastilla, es un relajante, tómatela después de comer si no, te sentará mal.
- Vale.

La enfermera miró a Justin.

- ¿Vale?
- Si, tranquila- dijo él sonriendo.

Yo miré de reojo a la bandeja, podía sentir como Justin me miraba… Pero la bandeja solo me producía ganas de llorar y de tirar la comida por la ventana. Quité mis ojos de ella y miré a Justin. Él me producía ganas de llorar, sí, pero también hacía que mi corazón latiese rápido y que mis mejillas cogieran color. Llevaba más o menos tres días sin comer.

- Sigue- le dije.
- Mi madre accedió a quedarnos allí pero a cambio le pagaba un pequeño alquiler a mi abuela que ella se gastaba en ropa para nosotros y pequeños regalos. Cuando tuve 12 años, a mi abuelo le diagnosticaron una enfermedad, jamás me dijeron mucho sobre ello… pero a mí me sorprendió porque mi abuelo era una de las personas más sanas que había. Él me dijo que no pasaba nada, que no se iba a rendir tan pronto, pasaron dos años y nos dejó. Me quedé un mese sin hablar, sin comer, sin ir al colegio. Adelgacé 7 kilos, creo. No tenía ganas de vivir. Con 14 años ya no quería ver lo que me preparaba el futuro, porque si no estaba esa persona que me hacía levantarme con una sonrisa cada día ya no tenía sentido para mí la vida. Yo volví a pellizcarme. Mi madre volvió a llevarme al psicólogo, pero esta vez no me gustaba, el hombre que me tocó me dijo que tenía que olvidar a mi abuelo porque ya no estaba con nosotros… No me gustó ese hombre, pero mi madre no me quitaba porque le preocupaba mi estado. Un día escuché que las cosas en el trabajo de mi madre iban mal y que no iba a poder pagar el psicólogo y lo que mi abuela ganaba y lo que le había dejado mi abuelo no daba para mucho… Decidí que era suficiente, que no iba a seguir pensando en mí. A la siguiente consulta empecé a mentir, le dije que me había dado cuenta de lo equivocado que estaba y que dejaría de actuar así. Fui a cuatro consultas más y el hombre me dio el alta. Cuando llegué a mi casa un día, me di cuenta que yo les hacía daño a mi familia con mi estado de ánimo. Empecé a mentirles a ellas también, las sonrisas falsas aparecieron en mi cara y todo empezó a ir mejor. No volví a contarle a mi madre como me sentía e intentaba hacerle la vida más fácil, volví a comer a ir a la escuela, me apunté al baloncesto. Mi adolescencia fue toda una mentira.

Yo lo miré, seria, había una pregunta que me comía la cabeza.

- ¿Sigues si querer seguir viviendo?- pregunté.
- ¿Quieres la verdad?
- Por supuesto.
- Hay veces en los que no veo el sentido a seguir respirando… Pero- Justin se levantó del sillón y se acercó a mí, acarició mi mejilla suavemente- tú me diste una razón para sonreír de nuevo.

Agarré su mano y tiré de él para que se subiera a la cama, los tumbamos, mi cara quedó cerca de la suya, cogí su mano y miré sus preciosos alargados dedos

- ¿Crees que es verdad lo que dicen?- le pregunto.
- ¿Qué dicen?
- Que no nos queremos, que simplemente nos complementamos…Que yo produzco dolor y a ti no te importa sentirlo.

Justin apoyó su frente contra la mía.

- Si eso no es amor, dime tú que es.
- Pero tú eres él único que ama.
- No lo creo- él agarró mi mano y la besó-. Tú me quieres Grace, yo sé que me quieres… Tú quizás no lo sabes pero yo sé que me quieres y mucho.

Acerqué nuestras manos a mis labios y bese su mano, estaban calientes y su calor era lo único que me reconfortaba. Por primera vez, estaba cansada de identificar cada cosa que sentía… si lo quería, pues perfecto y si no… pronto acabaría esta mentira. Lo miré a los ojos, él me estaba mirando y supe que era verdad lo que decían, que los ojos son la puerta del alma y sus ojos me decían que me iba a echar de menos.

- ¿Por qué yo?- pregunté- ¿Por qué me hablaste ese día por twitter?

Él sonrió, al parecer recordar el principio de todo esto le hizo feliz por unos segundos.

- Sabía que había cuentas en twitter de gente con problemas, gente que utilizaba esas cuentas como un diario buscando a alguien para no sentirse solo. Jamás seguí a una cuenta de esas, hasta que una tarde encontré la tuya, fue hace tiempo hace mucho… Leí unos cuantos tweet, no muchos, pero me sacaron una sonrisa, uno decía algo como “Si sabía que me iba a perder me podría haber perdido yendo detrás de un conejo” y luego le seguía uno que decía “Todo los derechos al escritor de Alicia en el País de las Maravillas” me hizo gracia y sonreía, y ese día te juro que lo necesitaba.

Lo volví a mirar y estaba sonriendo, su mirada estaba perdida en la nada algo poco común en él… Justin siempre permanecía en el presente, pero ahora el futuro comparado con el hoy fue nuestra edad de oro.

- Te seguí al instante y los siguientes días mi twitter se llenó de tweets tuyos, esa época fue mala para ti y estuviste un tiempo sin conectarte… No sabes la fuerza de voluntad que tuve para no hablarte. Hasta que llegó ese día, un viernes… lo cuerdo como si fuera ayer… Hiciste los ¿20 cosas sobre mi?

Yo asentí con la cabeza, era increíble que se acordara aún.

- Entonces no pude aguantar más, te hable, fue algo tan estúpido como “sigue” y tú me confundiste con una chica y tú inocencia me encantó, tanto que cada segundo que no me contestaba me ponía de los nervios y cuando me contestabas, aunque fuera con un comentario borde, sonreía. Cada tweet era una señal que seguías ahí y con eso, en ese momento, me bastaba. Puede sonar acosador, pero desde el momento en el que vi tu tweet de Alicia, pensé “Da igual si es un barco a la deriva, yo me quiero subir en él. Sé que hay un gran iceberg que ahora solo se ve la punta, pero me da igual si acabamos como en el Titani, que ella viva y yo muera… Solo me importa sacarle una sonrisa… hasta en el último momento” Entonces decidí arriesgarlo todo aunque me quedase sin nada, hasta que no apareciste tú mi vida no tenía mucho sentido. Tú le diste la luz que necesitaba, esa chispa que encendió mi llama.

Doblé mi cabeza y sentí las lágrimas frías bajar sobre mi mejilla, Justin apretó la mano que todavía nos unía.

- Que sepas que todavía estoy aquí, escritora, y que te apoyaré en cualquier decisión dando igual lo descabellada que sea. Pero no me puedes obligar a que te deje ir sin luchar, sin llorar, sin dar lo mejor de mí.
- ¿Sabes que es lo mejor de mí?- le pregunté, girando mi cabeza hacia él.
- Todo en ti es bueno.

Negué con mi cabeza.

- Desde el día en que nos conocimos, tú te convertiste en mi mejor parte y no quiero que te vayas.
- Hasta el último respiro seguiré siendo tu diario. Yo solo esperaba que ese momento no llegara tan pronto.
- Las escritoras pocas veces tiene más de un best seller, y tú has sido el mío.

Justin se apoyó en su brazo y acercó su cara a la mía, sentí sus labios dulces contra los míos. Fue un beso lento que me hubiera gusta que durara para siempre, pero por desgracia todo lo bueno acaba dejándote un sabor dulce en la boca por unos segundos. Justin mantuvo la mano sobre mi barbilla por unos segundos, me miró, como si memorizara cada parte de mi rostro. Se bajó sobre la cama mientras suspiraba.

- Tienes que tomarte la pastilla- dijo Justin mientras miraba la pastilla que la enfermera había dejado junto a la merienda-. Pero come algo antes, si no te sentará mal
- No quiero comer.
- Grace…
- No me insistas por favor- dije mirando mis manos como empezaban a temblar, solo quería pasar mis últimos días feliz, sin peleas.

Justin me miró, era difícil mirar a esos ojos y negarme, pero sabía como me sentiría si probaba bocado, aunque mi estómago rugía un poco… Negué con la cabeza.

“No tienes hambre” me dije a mi misma.
“La verdad es que si tienes, foca”

Cerré los ojos y apreté mis puños.
“¿Por qué no me dejas?”
“No me iré hasta que te mueras”
“Eso será pronto” dije mientras relajaba mis manos.
“Eso espero”

Abrí los ojos y Justin me miraba atento, asustado, preparado para levantarse y hacer lo que le pidiese.

- Me tomaré la pastilla- le dije. Quizás así la voz se callaría, siempre aparecía cuando me relajaba.
- Pero te sentirás mal.
- Estoy acostumbrada a tomar relajantes sin comer.

Justin echó agua en un vaso de plástico y me lo trajo junto a la pastilla. Sus manos, que solían ser firmes, temblaban un poco. Cogí la pastilla y pegué un buche al vaso de agua. Creo que pude sentir como el agua chocaba en mi estómago vacío.


- ¿Y cómo empezó? – dijo Justin mirándome.
- ¿El qué?
- Todo esto.

Me quedé mirando a algo detrás de él, no miraba a nada exactamente, solo intentaba recordar el principio.

- No recuerdo el día en el que me puse delante del espejo y ya no lograba ver algo bello en mí. Creo que sucedió poco a poco, día a día la cosa se iba poniendo peor. Siempre fui la más rellenita del grupo, la amiga fea… Un día me harté y decidí no comer ese día. Lo demás fue una sucesión de decisiones, al no comer me dolía el estómago e intentaba evitar ese dolor pensando en otras cosas. Un día me fui a dar una vuelta fuera de mi casa cuando conocí a un grupo de chicos/as. Ellos me invitaron a que fuera a beber con ellos, allí me di cuenta que el alcohol era un buen sustito para la comida y que fumar hacía que me olvidara de todo. Yo era una niña inocente y allí aprendí todo. Las chicas me enseñaron a vomitar y que no se me notara en las uñas ni en ningún lado, me enseñaron a hacer creer a la gente que comía, me dijeron que me hiciera coletas, porque así se me notaría menos que se me caía más el pelo por la falta de vitaminas y miles de cosas más. Lo peor fue cuando mi madre empezó a decir que había bajado mis notas, que los profesores la llamaban porque no ponía atención en clases y… ¿qué quieres que te diga? Hasta que no supe controlarlo no podía pensar en otra cosa que no fuera “tengo hambre pero no tengo que comer”. Un día llegué a casa y mis padres estaban discutiendo, cada uno echaba la culpa al otro y la única culpable era yo, pero en aquel momento el mundo entero me parecía el culpable. Fui a mi cuarto llorando y saqué un regalo que me hicieron las chicas del grupo ese, era una cuchilla afilada. Y desde ahí, cada vez que sostenía la cuchilla era como una dosis de morfina, me relajaba y podía tener el control. Hasta que un día, perdí el…- me llevé la mano a la boca.

Estaba sintiendo unas nauseas de golpe, miré a Justin con los ojos abiertos como plato y él busco rápidamente algún recipiente. Justin corrió hasta una parte de la habitación y me trajo el cubo de la basura, que era redondo y plateado. Pero cuando fui a apartar mi mano para coger el tubo pero no me dio tiempo, una arcada vino y empecé a vomitar. Agarré el cubo y expulsé un poco de vomito allí. Justin apartó los mechones de mi cabello que estaba por mi cara mientras que yo abrazaba el cubo porque otra arcada se avecinaba.

- Tranquila cielo- dijo Justin acariciando mi cabeza.

Yo le miré por encima del cubo, pero tuve que desviar la mirada porque volví a vomitar, esta vez terminé en tos, mi garganta me ardía. De repente sentí como se abría la puerta y más de una persona entraba.

- ¿Qué ha pasado?- dijo una voz masculina.
- No… no sé- dijo Justin.
- ¿Se lo ha provocado?- preguntó el mismo hombre mientras unas enfermeras me quitaban el cubo y me tocaban la frente.
- No, no. Se tomó una pastilla que le habían traído, empezamos a hablar y de repente le han venido las nausea.
- ¿Ha comido?
- No- dijo Justin seco.

Me gustaría decirle algo a Justin, que no se preocupara, pero las enfermeras me bajan de la cama.

- Vamos a que cambien las sabanas. ¿Podrás ducharte por ti misma?- me pregunta una de ellas.

Yo afirmo con la cabeza, me sacan casi a rastras de mi habitación, miro atrás para ver como Justin me miraba mordiendo su labio inferior nervioso. Volveré, me hubiera gustado decirle, pero no me sale la voz. Me llevan a un baño en el que hay un pato de ducha pequeño, no hay espejo. Me ducho con cuidado, no tengo fuerzas ni para levantar la mano pero puedo sentir el olor a vomito en mi cuerpo. Así que me froto, intentando que salga toda la suciedad de mi cuerpo. Luego salgo, me encuentro que tengo un nuevo pijama sobre un mueble, me lo pongo y al salir me encuentro con que solo hay una enfermera apoyada a la pared. Con el pelo mojado vuelvo a mi cuarto, allí me esperan mis padres, mi padre nada más verme me da un chicle de menta, le sonrío. Tengo que admitir que me desilusioné al no ver a Justin, pero no veía a mis padres desde la mañana. Me siento sobre mis sabanas nuevas, tengo mucho frío y las sabanas tiesas no me lo quitan. Hablo con mis padres hasta que mi madre rompe en lágrimas y mi padre se despide llevándosela. Justin vuelve a aparecer, con la mano en los bolsillos y con cara de recién despierto. Nada que ve mi cara, se da media vuelta y a los minutos vuelve con un secador.


- Tendrás frío- me dijo mientras enchufaba el secador.
- Un poco- admito.

Él sonríe de lado y empieza a secarme el cabello con delicadeza, podría acostumbrarme a esta clase de cuidados. Al terminar, deja el secador allí y me acaricia la frente y baja hasta mi cuello, me acerca a él para darle un pequeño beso.

- ¿Cómo estás?- me pregunta.
- Mejor- le debería de haber dicho que ahora, con él aquí, estoy mejor.
- Nos quedamos en mitad de una conversación- me recuerda, sentándose sobre el sillón y echándose una fina manta sobre él, pero ni él esta cómodo allí ni yo aquí.

Lo miró y me muevo hacia atrás disfrutando que no tengo el suero puesto y doy unos golpes en el lado que hay libre de la cama, él sonríe y viene sin dudarlo.

- ¿Dónde me quedé?
- En cuando un día se te fue de las manos.

Apoyo mi cabeza sobre su pecho.

- Si, mi madre me pilló en un intento de suicidio y me llevó al médico y de allí al manicomio. Estuve el verano entero, pero no fue como esta vez, yo en vez de ir a mejor… empeoraba. Hice lo mismo que tú, mentí, dije que mejoraba y un día me soltaron. Entre al instituto, hablamos y ahora estamos aquí… He tenido mis épocas buenas y otras pésimas, supongo que una no sale nunca de esta vida.

- Tú puedes hacer lo que quieras con tu vida, que para algo es tuya.
- Quiero terminar con ella, esa es mi decisión. No me voy a producir más daño, pero sé que el final está cerca. Lo sé como los osos saben que el invierno se acerca y van a invernar.  No tiene sentido intentar remontar si tarde o temprano volveré al mismo sitio.

Nadie dijo nada, pero yo tenía muchas cosas que decir.


- No quiero que estés aquí en mi último día.
- No te voy a dejar.

Negué con la cabeza.

- Quiero que tu último recuerdo mío sea con mi corazón latiendo y mis ojos abiertos.
- Todavía no puedo asumir que te vayas a ir.
- ¿Sabes que es lo peor? Que yo lo asumí hace tiempo. Creo que mueres mentalmente cuando tu vida no tiene más valor para ti y no sé si es más doloroso morir mentalmente o físicamente… Físicamente es rápido, pero si mueres mentalmente tienes que cargar con un cuerpo que ya no deseas hasta que tu hora llega. ¿Me entiendes?
- No. No puedo entender que algo tan hermoso quiera acabar con su vida.
- Toda vida tiene su fin.

Justin buscó mi mano y yo se la di encantada.

- Si pudieras volver al pasado, ¿qué cambiarias? ¿Te hubiera gustado no conocerme?- me preguntó.
- Si pudiera ir al pasado y me dieran dos caminos, uno lleno de felicidad pero en el que tú no estás, y el otro el que yo cogí… Haría lo mismo que he hecho… simplemente porque lo único bueno que he hecho fue hablar contigo y cometería los mismos errores una y otra vez si al final, tú eres quien aparece para rescatarme.
- No te he podido rescatar, si no, no estarías aquí.
- Créeme cuando te digo que me has salvado más de una vez. Tú voz fue mi vía de escape para un día malo.

Justin respiró profundamente, metió su mano caliente debajo de mi camiseta y llegó hasta donde estaba el tatuaje.

- Hemos hecho tantas locuras…- susurré.
- Y las que nos quedarían por hacer.

Giré mi cabeza, cansada de ese tono suyo de reproche, pero sé que demasiado era que ya no llorara. Le bese la mejilla.

- Tiene que prometerme que cuando yo no esté, tu mundo seguirá.
- Mi mundo seguirá, pero más lento. No puedo prometerte que estaré igual después que la segunda persona que me ha marcado la vida se vaya junto a la primera.
- Solo… sonríe, ¿vale?
- Soy experto en eso.

Acaricié su mejilla, me dolía más la idea de dejarlo a él solo que morirme… Le había perdido el miedo a la muerte más de una vez, cuando bailas un vals continuo con la muerte sabes que en algún momento te tienes que dejar llevar. Empecé a toser y Justin me ayudó a incorporarme sobre la cama. El vómito me había dejado la garganta irritada, me habían advertido que vomitar te producía daño en el esófago y en el propio estómago… Me pregunto si parte de que comer me siente mal sea porque tengo algo mal dentro de mí. Miro a Justin que me mira asustado, no sé porque me mira de esa manera hasta que noto algo caliente sobre mi barbilla, llevo mi mano allí y al separarla veo sangre en mi mano. Cierro mi boca y el sabor a metálico esta ahí. Cierro los ojos fuertemente, tanto que duele y noto como mi boca se abre pero para soltar un llanto doloroso. La tos me vuelve y se mezcla con el llanto, me llevo la mano a la boca y cuando la aparto y abro los ojos, hay más sangre. Giro mi cabeza para mirar a Justin y allí esta él con unos pañuelos en su mano. Los cojos y me limpio la sangre de mis manos y de mis labios.

Justin se tumba de nuevo en la cama, con lágrimas sobre sus mejillas, yo me acuesto casi encima de su cuerpo, llorando. Porque todo esto me supera, porque me duele hasta respirar y solo quiero dormir.

- Te tengo una sorpresa para mañana- me susurra-. Tranquila, estaré aquí contigo hasta que te duermas, y también cuando te despiertes… Quizás tu plan es intentar que me aleje de ti, pero no lo vas a lograr, si tú no quieres luchar por tu vida, yo lucharé por ella…Porque permiteme ser egoísta, pero no sé que haría con mi vida cuando tus ojos se cierren para siempre.


Logro sonreír un poco, pero solo unos segundos. Me dormí, pero cuando abrí mis ojos en la madrugada, Justin seguía ahí, me desperté porque escuché pequeños gemidos de un llanto débil, a Justin le temblaban los labios así que dejé que él me abrazara fuertemente, colocándose un poco sobre mi... Él sufría más por mi que yo. Él se preocupaba por mis propios sentimientos que yo misma.

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El final está tan cerca que solo quiero irme a mi cama y llorar porque no quiero acabar con esta historia... Quien sabe, quizás suba un maratón de dos capítulos. Espero que este capítulo no os haya subido porque para mi me ha sido muy tierno escribir sus historias y como se necesitan.. Bueno, que lo siento por no haber subido pero es que últimamente no tengo animo ni para escribir, pero leer que queréis que suba y demás (aunque al parecer no queréis leer el final) Estoy recibiendo muy buenos comentarios sobre la novela y eso me pone muy feliz, enserio.

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Capítulo 15


Tyler no preguntó nada ni yo quise saber por qué estaba a esas horas en el pasillo del internado. Me acompañó hasta donde empezaba la escalera para subir a mi planta, él se despidió con la mano. Allí me acordé que mi mochila seguía en el gimnasio con mi pijama y mis cosas. Volví aunque mi cuerpo temblaba, cuando llegué al gimnasio solo se escuchaba como unas gotas chocaban contra el suelo haciendo un ruido sonoro. ¿Se había ido ya? No me atreví a mirar, simplemente cogí la mochila y me fui corriendo a mi cuarto, allí me cambie y me metí en la cama.

Una vez ya debajo de las sabanas noté como mis manos temblaban y que no cogía entrar en calor, quizás era por el cabello mojado o porque la mirada de Justin no se iba de mi cabeza, me obligué a dormir porque tenía que hacerlo, porque al siguiente día tenía clases y un chico no iba a hacer que me quedara la noche sin dormir.

A la mañana siguiente tuve que ponerme antiojeras. Cuando salí, Abby ya estaba allí, tenía que hablar con ella porque el ambiente que se había generado entre las dos no me gustaba para nada, así que lo primero que dije fue que teníamos que hablar ahora mismo, ella asintió y fuimos a la cafetería y empezamos a desayunar.

- ¿Qué pasa?- me pregunta.
- No quiero que estemos así, porque de una forma u otra sé que eres la única persona en la que puedo confiar
- Si lo sabes, ¿por qué sigues juntándote con ellos?
- No sé Abby, no sé- me llevé las manos a la cara- Es simplemente que no veo a Tyler tan malo como me lo dices, son solo adolescentes.
- ¿Y Justin?
- Él parece ser el típico que chulea pero que luego no podría matar ni a una mosca.

Algo dentro de mi me decía que me equivocaba y la risa de Abby me lo confirmó.

- Te equivocas en los dos, pero es normal ¿sabes? Ayer por la noche lo pensé, lo pensé y te comprendí. Vienes de un pueblo en el que lo más malo que puede ocurrir es que atropellen una cabra y cuando vienes aquí y te digo que hay mafiosos pues te puede chocar, porque la única referencia que tienes de eso son películas y quizás algún libro. El tipo malo que se enamora de la chica y acaba muriendo por la chica o cosas de esas. Pero esa no es la realidad. Aquí lo que pasa es que chicos se enfrentan casi a diario a muerte por conseguir cosas que les harán sentir poderosos. Nadie se va a enamorar de ti y nadie te dirá la verdad, quizás hasta yo te estoy mintiendo… Pero no, yo por suerte, sé lo que es eso y no quiero eso para ti. Esta vida te destruye desde adentro para fuera poco a poco, cuando menos te des cuenta ya sabrás como manejar un arma.
- Nunca.
- Nunca digas nunca, Hayley.

Yo me reí negando con la cabeza y Abby sonrió.

- Pues ábreme los ojos entonces- le dije.

Abby miró su desayuno hasta que levantó la cabeza sonriendo.

- ¿Estas ocupada mañana por la noche?
- No, ¿por?
- Pues no hagas planes, te voy a abrir los ojos de golpe.
- ¿De un puñetazo?- le pregunto metiéndome una cucharada de cereales en la boca.
- Casi.

Y empezó a reír, entonces supe que los humos se habían calmado un poco y que volvíamos estar como antes. Terminamos de desayunar y fuimos a nuestras clases. No vi a nadie en toda la mañana, ni a Justin ni a nadie de los suyos ni a Tyler ni a nadie de los suyos… Eso significa que la mañana fue un poco aburrida para lo que andaba acostumbrada. Llegó la hora de la comida y llevé a Abby fuera de la cafetería para comer en la terraza ya que hacía un buen día. Esta vez hice caso a Abby y nos sentamos en otra mesa, una que estaba vacía y un poco aislada de todas las demás. Cuando entró Justin fue como en una película todas las personas se giraron y él entraba por la puerta sonriendo a todos, se quitó las gafas y pude fijar que no había nada en su cara que reflejara lo de anoche. No tenía ojeras, ni ojos rojos, ni piel pálida… Aunque tampoco sé cuáles son los efectos secundarios de haber tomado droga.

No se fijó en mi ni un segundo, aunque Eddy si notó mi presencia y se lo dijo a Camille, si las miradas mataran… La segunda persona que entró y que hizo que todo el mundo se girara fue Tyler, aunque este venía solo y con una sonrisa tan grande que reflejaban en ella los rayos del sol. Él se dio cuenta de que estaba en un segundo y vino directo a mi mesa.

- ¿Qué tal chicas?
- Bien- dijo Abby y siguió comiendo.
- Bien ¿y tú?- dije yo.
- Genial, te estaba buscando, ayer me dejaste un poco preocupado.

Lo último que quería es que sacara a relucir el tema justo aquí y ahora.

- Fue una tontería… Déjalo.
- Enserio ¿no quieres hablar de ello?
- No –digo un poco más seria mientras intento mirar detrás de él, allí descubro que Justin se dio cuenta de que estaba allí y mira atento a Tyler.

Tyler me mira algo preocupado y después se gira para ver a donde estoy mirando, cuando se da cuenta que allí esta Justin vuelve a mirarme.

- Si quieres luego hablamos cuando estemos a solas.
- Vale.

Tyler aprieta su labio inferior y se da media vuelta algo indignado, yo vuelvo a mirar por última vez a Justin y veo como está sonriendo y mirando a una chica morena de piel, él de reojos mira a mi mesa y su sonrisa se vuelve más amplia. Su juego me vuelve loca… su juego… el juego sigue en pie. Abby me da una patada por debajo de la mesa, otra cosa más que tengo que contarle. Mientras recogemos las cosas de la comida le cuenta una mentira, que ayer mientras estaba bailando caí mal y Tyler apareció y me vio en el suelo… Al parecer a ella tampoco le extrañó que él estuviera a esas horas por allí. Vuelvo a mi habitación y hago unos cuantos deberes hasta que llamaron a la puerta. Me levanté, me coloqué una chaqueta ya que me había quitado el uniforme porque no tenía planeado salir de mi habitación en todo el día y abrí la puerta para encontrarme con nadie, pero me llevé una sorpresa al ver que en mis pies se encontraba una caja pequeña y rosa. La cogí en mis manos y busque una tarjeta, no había una tarjeta que me indicara de quien era.
Entre dentro y cerré la puerta, solté la caja en mi cama y me senté, le quité la tapa y pude ver un par de bailarinas rosas  sobre varios papeles blancos. Las cogí y las miré, estaban en perfecto estado. El rosa era de un tono pálido precioso y los cordones eran del mismo tono. Me quité rápido las zapatillas que llevaba y me las puse, fue un gusto poder ponerme de puntillas de una vez. Las bailarinas eran de mi talla y me encantaban. Pero, ¿de quién eran? Me las quité y volví a mirar la caja, no había nada en ella. Solo tres personas sabían que me gustaba bailar y solo una sabe que no tengo bailarinas y Justin es la persona de la que menos me lo espero.

La tarde del miércoles llegó antes de lo que pensaba. Abby vino a las 7 a mi cuarto, ella venía con un tejanos, una camiseta sin mangas y de abrigo una chaqueta de cuero. Ella nada más verme en mi pijama fue directa a mi armario, me sorprende como con su apariencia dulce sepa tanto de todo esto. Sacó unos shorts de cintura alta y un jersey negro de mangas largas pero corto de zapatillas me cogió unas botas negras, me hice una coleta alta y salimos.

- ¿Dónde vamos?- pregunté.
- Fuera de aquí.
-Pero es miércoles.
- Sígueme y veras.

Bajamos las escaleras y fuimos hasta la entrada, algunas personas se nos quedaban mirando, pero me acaba de dar cuenta que no había tanta gente como solia haber. Cuando estuvimos en la entrada, un coche blanco estaba parado con la puerta abierta. Abby dejó paso para que entrar primero, cuando ella se sentó y cerró la puerta, el coche arrancó.

- ¿Y esto?
- Es mi coche, pero me da miedo conducir así que cuando lo quiero utilizar tengo a un chofer.

Cuando Abby vio la cara de asombro que tenía empezó a reír y no le dije nada porque seguro que mi cara era para echarse unas cuantas risas.

- ¿Estas de broma?
- No- dijo ella encogiéndose de hombro- ¿Quieres algo de beber?
- No gracias.

Me acomodé en el asiento de cuero y me fijé como salíamos de la residencia, solo había salido de aquí dos veces desde que llegué y la verdad es que esta es la vez que más nerviosa estoy, no sé que va a pasar ni a donde voy a ir.

- Relájate- me dice Abby.

Yo la miro y asiento. Dejo de mirar la ventana y miro al conductor, es un hombre mayor y de color que mira por un segundo el espejo de arriba y mueve su cabeza. Yo aparto la mirada pero vuelvo a mirarlo de reojo para ver como sonríe mirando la carretera. Hay nubes probablemente llueva, quizás no hoy, pero lloverá. Cuando el coche para, Abby mira a su alrededor un poco nerviosa luego me mira a mi y se relajaba.

- Vamos.
- Vale.

Abby abre la puerta y se dispone a salir cuando el chofer hablara.

- Tengan cuidado señorita, con cualquier cosa llámenme.
- Lo haremos- dice Abby en un tono muy alegre y después me ayuda a bajar del coche.

 Estamos en una calle poco transitada en la que hay carteles iluminados que parpadean, unas cuantas farolas iluminan la calle y hay tiendas cerradas y unas cuantas abiertas, hay chicas sentadas en el bordillos y unos chicos saliendo de un callejón. Abby me agarra fuerte la mano y empieza a guiarme hacia donde estaban los chicos, ellos nos miran pero no nos prestan mucha atención, entramos en el callejón y está muy oscuros, hay dos cubos de basuras y creo que he oído el sonido de una rata. Abby paró delante de una puerta que parecía como si fuera hecha de piedra con una franja roja a la altura de la cabeza. Abby pegó dos veces y dos ojos aparecieron en la franja roja.

- Deja de hacer el tonto y abre- dijo Abby.

La puerta se abrió lentamente y ella tiró de mi mano para que entrara justo detrás de ella.

- Hace mucho que no venías por aquí- dijo una voz detrás de nosotras.

Yo me giré para ver a un chico de piel tostada y grandes ojos azules.

- Y no me verás más- dijo Abby y empezó a caminar tirande de mi como si de su perro me tratara.

Tuvimos que pasar por pasadizos estrechos hechos de un material frío y un poco ásperos, al llegar a una habitación empecé a reconocer a gente, había unas taquilla y mesas, en la pared había máquinas que expulsaban refrescos y cosas de comer. Abby siguió tirando de mi y bajamos unas cuantas escaleras, cuanto más nos acercábamos a un sitio más fuertes se escuchaban los gritos. Llegamos a un sitio que tenía pequeñas gradas de cemento repletas de gente gritando, cuando me pude fijar en el centro de la sala vi un cuadrilátero de esos en los que los luchadores pelean, ahora mismo estaba vacío. Enfrente de mi, al otro extremo de la sala, había tres chicas subidas a una plataforma bailando bien ligeras de ropa.

- ¿Dónde me has traido?- grité en su oído para que me escuchara.
- ¿No querías que te abriera los ojos? Este es su mundo de verdad.

Abby tiró de mi para bajar por unas pequeñas escaleras mientras que algunos tíos nos silbaban, me sentía un poco acosada, cuando quedaban solo dos filas para estar a ras del cuadrilátero Abby paró y nos metimos en la fila en busca de dos asientos libres, fue difícil pero lo conseguimos. A mi lado había una chica con el cabello recogido arriba de su cabeza, pero aun así pude ver que era de un azul electrizante, miré al lado de Abby y había un chico moreno que la miraba sonriendo, Abby miraba al frente pero sé que sabía que la estaba mirando así.

- Así que estas de vuelta- dijo el chico.
- Solo por hoy.
- Que pena- dijo el chico acariciando la mejilla de Abby, me dieron ganas de apartársela de un manotazo-. Esto no es lo mismo sin ti.
- Algunos conseguimos salir, no como otros- dijo ella y yo tuve que contener mi sonrisa.

El chico apretó su mandíbula y la sonrisa se fue de su cara.

- ¿Ya se te ha olvidado como hay que actuar aquí? ¿Quién eres para hablarme así? Aquí no está tú padre para protegerte.

Pude ver como Abby desviaba la mirada y mordía su labio inferior, me moría de impotencia.

- Ismael, ¿se te ha olvidado como hay que tratar a las chicas?

Levanté mi cabeza al oír esa voz conocida, la sonrisa en mi cara apareció sola. Tyler estaba allí, al lado del chico ese de pie sonriendo con una camiseta de tirantes negras.

- No, no- dijo el chico sin mirarle a los ojos
- Pues anda, vete a que te de el aire.

El chico se levantó corriendo y desapareció en un pestañeo de ojos, Tyler nos miró y sonrió.

- ¿Qué haces por aquí?- me preguntó.
- Yo… Eh… Yo…
- La he traído yo- dijo Abby seria.
- ¿Esa es tú forma de alejarla de todo esto?
- A ver si así ve como de capullos sois.

Tyler sonrió y negó con la cabeza.

- Me voy, me esperan en otro lado. Hayley, espero que vengas otro día para animarme a mi.
- No va a venir más- contestó Abby por mi.
- ¿Te he preguntado a ti?- dijo Tyler mirándola, luego bajó hasta su oído y le susurro algo que hizo que recibiera un manotazo en el estómago de parte de Abby.

Tyler se fue riendo y cuando iba a preguntarle que pasó a Abby las luces empezaron a parpadear, las bailarinas dejaron de estar alumbradas y solo había una gran luz blanca que iluminaba el centro del cuadrilátero.

- Buenos días señoras  y caballeros, espero que hayan hecho ya sus apuestas porque la pelea está a punto de comenzar. Tapen los ojos de sus niños y que las embarazadas salgan, esto ya no tiene marcha atrás.

Todo el mundo empezó a aplaudir y a gritar, yo solo supe mirar a Abby que miraba impaciente a su alrededor. Entonces una luz iluminó una parte de la zona de abajo y cuando salió una persona todos empezaron a gritar de nuevo

- En la banda derecha tenemos a Julio y en la banda izquierda…

La luz cambió de sentido y los gritos eran aun mayores, todo el mundo se puso de pie y yo tuve que hacerlo porque si no no veía nada. Antes de que gritaran su nombre, vi como Justin avanzaba con la cabeza agachada dando golpes al aire con sus guantes, con unos pantalones rojos y anchos y sin camiseta. Mi corazón se paró por un segundo. Iban… ¿Iban a pelear? Al principio me quede un poco sorprendida por eso cuando todo el mundo se sentaba yo me quedé unos segundos de pie esperando que fuera una broma, pero no lo era. Justin bebió de una botella que Eddy después le sostuvo y dejó la toalla que llevaba en su mano fuera del ring.

Yo miré a Abby, intentando ver en ella lo asustada que yo estaba, pero ese sentimiento solo era mio, todo el mundo estaba impaciente de que empezara menos yo, aunque hay que admitir que me gustaría ver como Justin se llevaba unos buenos golpes… pero no muy fuertes. Justin y el otro chico se saludaron y sonó de golpe un pitido y todo empezó. Me agobié directamente en el segundo puñetazo que Justin le dio, todas las personas gritaban y mi cabeza me empezaba a doler. Entonces decidí evadirme de mi alrededor y fijarme en algo, me fijé en como el cuerpo de Justin se empezaba a llenar de sudor y se tensaba cada vez que le tocaba el otro contrincante, que la verdad es que eran pocas. Justin le pegó un puñetazo en la mandíbula y el chico por unos segundos empezó a moverse sin el control de su cuerpo. Justin aprovechó para mirar a su alrededor y saludar a las personas que lo animaban, entonces pasó sus ojos por mi, a primeras creía que no me había visto, pero cuando entrecerró los ojos para fijarse mejor, supe que me había visto y no pudo levantar la mano para saludarme porque el otro chico le pegó en las costillas. Justin se dobló por unos segundos, los mismos segundos en los que yo contuve el aire porque era como si me hubieran pegado a mi. Justin levantó la cabeza y con ella su puño, pegando en la mandíbula del chico, haciendo que este se doblara igual que él había estado antes, pero Justin aprovechó la situación y empezó a pegarles rodillazos en el estómago hasta que el chico cayó al suelo. No sé si eso era romper alguna norma, aunque creo que no, porque nadie decía nada, solo gritaban y aplaudían.  Aún estando el chico en el suelo, Justin seguía dando patadas, ¿no tenía que parar ya? Los chillidos se aplacaron y todo el mundo se puso de pie en silencio. Solo se oía el sonido del chico gimiendo en cada golpe. Eddy saltó corriendo al cuadrilátero y cogió a Justin por la espalda, pero Eddy no era nada para Justin, de un empujó lo apartó pero no tuvo tiempo de hacer nada ya que un chico más corpulento agarró a Justin de un brazo y con ayuda de Eddy lo apartaron de allí.
Esto me confirmaba mi teoría de que tenía problemas para controlar su ira, lo que al parecer le venía genial aquí.

- ¿Y? ¿Ahora qué piensas?- me preguntó Abby mientras Justin se iba por donde había venido, sin pedir perdón ni mirar atrás.

Aunque siendo sincera, nada me había abierto los ojos, ¿por qué veía tan normal que dos chicos se pelearan? ¿Por qué mi vello no se ponía de punta ni grité cuando empezó la pelea?

- Esto no funciona, Abby.
- Yo ya no sé qué más hacer- dijo ella levantándose.
- Dejémoslo como está. Ya veré por mi cuenta que nada de esto me conviene… Pero Abby ¿Cuándo lo haga que va a pasar? No me puedo ir de aquí, mis padres no están aquí y querrán una razón y no le puedo decir a mi padre que es porque esto está lleno de mafiosos y personas que pelean sin importar que la otra persona esté por los suelos- por un momento paré, cogí aire y averigüé que tenía la boca seca- Voy a ir a por algo de beber, ¿quieres algo?
- No, voy a ir al baño, ¿te espero en la salida? ¿Sabrás ir?
- Claro.

Y nos separamos, tengo que asumir que me daba miedo estar sola aquí, pero las personas no se movían de sus sitios al parecer iba a tener lugar otra pelea. Subí las escaleras hasta ir a la cafetería/bar, allí había un hombre de unos 35 años con una gran cicatriz en su mejilla izquierda limpiando unas jarras, me miró y me sonrió.

- ¿Qué quieres muñeca?
- ¿Tienes coca cola?
- Claro.

Se giró y me dio un vaso junto a la lata de coca cola.

- Algo me decía que no me ibas a pedir un vaso de wisky- dijo el hombre sonriendo, su sonrisa era amable.
- No me gusta- dije haciendo una mueca.

El hombre soltó una risa.

- Me alegra saberlo, eso me da esperanzas con mi hija. Es extraño encontrar a chicas como tú aquí.
- ¿Me lo debería de tomar como un cumplido?- pregunté echando el líquido al vaso.
- Por supuesto- dijo él.
-  Pues gracias, ¿cuánto es?- pregunté.
- Nada- dijo una voz al lado de mi, giré mi cabeza y vi a Justin apoyado en la barra.

Llevaba una chaqueta sin mangas y su cabello estaba mojado, la única señal de la pelea era una pequeña rasga en su labio y algo me decía que un moratón en sus costillas.

- No, enserio, dime- le dije al hombre ignorando a Justin.
- Lo siento cielo, lo que él dice va a misa- y se alejó de mi parte de la barra.

Yo bebí de mi vaso y miré a Justin, él cogió una botella de debajo de la barra y pegó un trago.

- Tienes el don de alejar a las personas amables de tu lado- le dije.
- No lo creo, tú sigues aquí.

Puse los ojos en blanco, pegué un nuevo trago y dejé el vaso fuerte en la barra y me di media vuelta para irme cuando una mano caliente agarró fuerte mi brazo haciendo que mi estómago me doliera de repente, como si tuviera una pequeña punzada. Me giré y allí estaba Justin.

- Todavía seguimos jugando, ¿lo recuerdas?- me dijo.
- ¿Cómo olvidarlo?

Él sonrió de lado.

- Hayley,  ven ahora conmigo a celebrar la victoria con los demás.
- ¿Quiénes son los demás?
- Mi equipo, vamos.
- He venido con Abby- dije.
- Eddy se encargará de decir que ya tienes otro acompañante. Venga- agarró mi mano- te gustará donde vamos… Hay grande espejos y barras.
- No voy a bailar delante de todos- dije mientras él tiraba de mí.
- Pero delante de mí sí.
- Ni en tus sueños- dije seria.
- Venga Hayley, he ganado la pelea, me merezco un regalo.
- No quiero ir a ningún lado contigo a solas.
- Te mueres de ganas de estar a solas conmigo- y apretó la mano que me sostenía.

Yo paré por unos segundos e hice que parara.

- He dicho que no.
- ¿Me vas a obligar a hacerlo?- me dijo.
- ¿El qué?
- Hayley, te reto a que vengas conmigo.

Miré a sus ojos color miel, él tenía una mirada divertida.

- Eres un gilipollas y sé que te han llamado cosas peores, no te preocupes en decirlo.

Él sonrió de lado y volvió a tirar de mí. En cuestión de segundos volvía a estar encima de aquella moto que me había subido ya una vez pero esta vez podía sentarme bien y gracias a Dios, me pude agarrar a la moto en vez de a él aunque me lo sugería. Ya era bien de noche y mi estómago empezó a rugir un poco en el camino, además tenía la duda de si Abby se había enterado de por qué no me iba con ella y si sabía que no era por voluntad propia. Cuando Justin paró, había delante de nosotros una nave con apariencia de estar abandonada, él la bordeó y aparcó al lado de otras motos y tres coches. Él se bajó y como era normal, ni me ayudó a bajar, Justin avanzó delante de mí con la mano en los bolsillos. Yo empezaba a arrepentirme de mis shorts y mi estómago rugió por segunda vez antes de ponerme a la altura suya.

- Tengo que estar pronto allí, mañana todavía hay clases.
- Dile a los profesores donde has estado y no tendrás problemas.
- ¿Y dónde se supone que estoy?

Justin me miró y después sacó una llave que abrió la cerradura de una gran puerta, él pasó antes que yo y después de cerrar la puerta me respondió.

- En nuestra casa. No es nuestra casa literalmente, solo venimos aquí para divertirnos.
- Ah.

Justin dejó las llaves en un mueble que había y avanzó, yo le seguí. De repente el pasillo acabó y dejó una habitación enorme al descubierto. Allí había tres sofás rojos, una televisión bien grande, una esterería con cuatro libros, una mesa blanca con seis sillas y al fondo una mesa de billar. En los sofás había personas y solo dos de ellas conocía de verdad. Camille se encontraba encima de las piernas de un chico moreno de piel, pero no mucho y un cabello muy oscuro, luego a su lado estaba Eddy con una cerveza en la mano, al lado de Eddy estaba un chico blanco y muy flaco, con tatuajes hasta en su cara y un cabello casi rubio que estaba entretenido liando algo en un papel. Al chico sobre el que estaba sentado Camille me sonaba de haberlo visto pero el otro era la primera vez, estaba segura.

- ¿Dónde están Miller y James?- preguntó Justin y nadie respondió- Capullos, decirme donde están.
- Al pareces hubo complicaciones después de que salieras del ring- dijo el chico que estaba liando algo.
- ¿Con?
- El chico nuevo de Tyler, el Jaime ese- respondió Eddy.

Entonces levantó su cabeza y asustado se levantó, todos nos miraron y Camille se levantó también.

- ¿Qué hace aquí?
- Es cosa mía- dijo Justin.
- Por desgracia toda tu mierda nos salpica a nosotros, Justin- respondió Camille.
- Pues apartaros- dijo Justin y fue hasta una nevera que había cerca y sacó una cerveza.

El chico moreno sobre el que estaba Camille se levantó.

 - Relajaos, esta no sabe ni dónde está, ¿no la veis? Esta hasta asustada, y ya que estamos hagamos presentaciones en condiciones. Yo soy Hugo- se acercó hacia mi y me tendió su mano- ¿Tú eres Hayley?
- Si- dije y a la vez afirmé con la cabeza.

Hugo llevaba una camiseta de mangas cortas gris y unos tejanos oscuros, era más alto que yo y un poco más corpulento que Justin. Tenía una pequeña barba de dos días en su mandíbula cuadrada y unos ojos oscuros, en general su mirada era oscura. Pero en su voz se notaba cierta simpatía. Hugo me sonaba de haberlo visto por el instituto.

- A Camille y a Eddy ya los conoces- dijo Justin bebiendo de su cerveza.

Camille iba con su cabello rubio rizado, una minifalda pegada granate y una blusa negra pero que era casi trasparente. Eddy iba con su cabello marrón oscuro un poco despeinado, con una camisa azul claro y unos tejanos oscuros. Eddy me saludó con la mano.

- Norman, no seas mal educado- dijo Justin sin ganas.
- Paso- dijo el tal Norman encendiendo su cigarro, él seguía en el sofá-. Estoy cansado de presentarme a chicas que no vendrán más por aquí.

Pero ahora que no había nadie en el sofá pude ver que llevaba una camiseta de tirantes negras con los costados cortados y se podía ver sus costillas con tatuajes. Al ver que le miraba, expulsó humo hacia mi.

- ¿Te la puedes llevar ya, Justin? Me está poniendo nervioso y por favor, no te olvides las bragas cuando te vayas, ya tenemos muchas.

Camille no pudo contener la risa, Eddy chocó los cinco con él y Hugo se llevó la mano a la cabeza, Justin sonrió de lado y yo estaba allí como una tonta sin saber a donde ir. Por suerte ese momento se vio interrumpido por el sonido de la puerta. Llegaros dos chicos más. ¿No se sentía Camille rara de ser la única chica? Uno de los chicos parecía el más mayor de todos con una nariz un poco puntiaguda, barba de tres días y un cabello revuelto, su mirada igual de oscura que la de Hugo. El otro chico era rubio, pero rubio de verdad, tenía su cabello peinado hacia atrás, con pequeños ojos azules y llevaba en su boca un cigarro y cuando levantó la mano para agarrarlo no fui la única que se fijó en que sus nudillos estaban un poco tocados.

- ¡James!- gritó Camille y fue hacia el rubio.
- Estoy bien, fue solo un mal golpe.
- Fueron dos- dijo el chico que iba a su lado.
- Cállate, no que hacer preocupar a las damas, además, es la noche de Justin- dijo James.
- Él ya se trajo su diversión- dijo Norman en el sofá.

James miró a su alrededor y cuando me vio se empezó a reír.

- ¿Tú eres la de la escuela?
- Mi nombre es Hayley.
- ¡Es la de la escuela!- dijo mirando al chico que venía con él que estaba riendo, pero paro y me miró detenidamente.

- Él es Miller- dijo Justin.

Él chico de cabello oscuro y de nariz un poco respingona apartó su mirada de mí y se sentó en el sofá.

- Bueno, ya que están las presentaciones nos vamos- dijo Justin.

Lo miré y él me hizo una señal con la cabeza para que le siguiera. No es que quisiera seguirle, pero prefería estar solo con un estúpido que con todas esas personas mirándome. Lo seguí. Justin pasó por la nevera otra vez y sacó una botella y cogió dos vasos de chupitos de la parte de arriba. Yo antes de seguir a Justin por un pasillo giré mi cabeza y todos estaban mirando, aceleré mi paso. Justin me llevó a una habitación en la que había una enorme cama blanca, sentía la tentación de tirarme encima de ella y probar si es tan blandita como aparenta.

- ¿Te gusta el vodka?
- No.
- Bueno, me da igual.

Justin abrió la botella del líquido trasparente y la echó en los chupitos, se acercó hasta donde yo estaba y me dio uno.

- Siempre que estoy contigo acabo bebiendo- dije.
- Nunca te dije que fuera una buena influencia.
- Pero… ¿cómo haces que no se te note mañana? ¿No tienes resaca?- pregunte bebiendo el chupito, cuando sentí como bajaba por mi boca tuve que contener la mueca.
- ¿Resaca?  Yo deje de tener eso hace mucho tiempo. Mi resaca es cuando no bebo.

Sin preguntarle me senté en la cama, estaba más blanca de lo que creía parecía una nube.

- Te reto a que te bebas 5 chupitos seguidos- le dije.
- Bebo 10 si tu bebes 5- dijo sonriendo de lado.
- Vale.

Mierda, si con uno empezaba a notarme algo extraña no quería imaginar con cinco pero quería ver si esos 10 chupitos producían algún cambio en el. Justin fue hasta un mueble y saco 13 vasos de cupitos, los separó en cuatro y en nueve, luego puso el chupito que él había usado antes y lo puso con los nueve y luego puso el mío junto a los cuatro. Cogió la botella y los llenó. Me puse de pie y me quedé junto a él.

- Las señoritas primero- dijo señalando mi grupo de cinco.

Asentí con la cabeza, era caballero para las cosas que no tenía que ser. Justin se acercó a mi, apartó un mechón de mi oreja y pegó los labios a ella.

- Seguidos.

Lo miré y cogí un chupito y lo bebí de golpe y eso mismo hice con los demás sin apartar la mirada de sus ojos. El último me sentó como una patada y no pude evitar la mueca en mi boca, él se rio y luego empezó a coger sus bebidas. Cuando acabó se lamió su labio inferior y me sonrió.

- ¿Otra ronda?- me preguntó.
- No gracias- dije entrecerrando los ojos porque me sentía un poco mareada- ¿Dónde está el servicio?
- ¿Ya vas a vomitarlo? Creía que aguantarías más.
- Esto es mucho líquido para mi vejiga, idiota.
- La puerta de la derecha.

Salí de la puerta apresurada, porque él tenía razón, sentía el vómito ya en mi garganta. Agradecí a Dios que cuando abrí la puerta allí se encontraba el baño, cerré con el pestillo e inmediatamente me arrodillé delante del retrete. Me levante y bebí unas cuantas veces agua y la escupí para que se fuera el sabor de mi boca a vómito, me eché agua en la nuca porque empezaba a sentir calor y apreté mi coleta. Salí del cuarto de baño y antes de volver a la habitación con Justin, una puerta entre abierta me llamó la atención. Fui silenciosa y me asomé por el hueco abierto, allí había un piano, dos guitarras y un violín. ¿Hace cuánto que no veía un piano? Mucho, así que no me lo pensé dos veces al entrar.

El piano era de cola, con un blanco resplandeciente que me llamaba a gritos, se parecía al que había en la iglesia cuando iba. Dejé al descubierto las teclas y me senté. Pasé mis manos por las teclas sin pronunciar sonido y luego toqué lo que primero  había aprendido en mi vida, Fur Elise de Beethoven. Me encanta tocar esa canción, se puede decir que aprendí a tocar el piano solo para tocar esa canción. Estaba centrada en la canción cuando alguien quitó mis manos de las teclas bruscamente, levanté la cabeza y allí estaba Norman.

- ¿Qué haces?- preguntó.
- Yo… Yo…
- ¿Alguien te ha dado permiso para tocar esto?
- Lo.. lo siento.
- Vete de aquí, vuelve con Justin, como todas hacen.

Me levanté corriendo, pero tropecé con una pata del piano y caí de culo al suelo. Norman seguía allí delante de mí, sin reírse ni nada pero la mirada de desprecio era lo demasiado doloroso para mí. ¿Por qué me miraba así? Alguien entro corriendo a la habitación y hasta que no se puso al lado de Norman no me di cuenta de era Justin.

- ¿Qué hace ella aquí?- le preguntó Norman.
- Iba al baño, tuvo que haberse equivocado.
- Aprende a controlar a tus zorras.
- Vete a drogarte Norman.

Norman me miró por última vez y se fue de la habitación. Justin me miró de arriba abajo.

- Eres patética, levántate a no ser que quieras hacerlo sobre el suelo.

Me levanté con cuidado porque el tobillo me dolía un poco. Cuando me fui detrás de Justin de la habitación tuve que cojear un poco y él se dio cuenta.

- Así no me vas a poder bailar.
- Déjame que me vaya, por favor- suplique, estaba cansada de estar allí.
- No te vas a ir hasta que me bailes.

Justin se veía más serio que antes de que me hubiera ido, me fijé en él, en como tenía los ojos un poco rojo… Otra vez no, por favor. Me fijé en la habitación y al lado de los vasos, ya vacíos, había una tarjeta cuando a un papel envuelto.

- ¡Le dices a él que se drogue cuando tú acabas de hacerlo!- grité.
- ¿Acaso te importa?- dice él acercándose a mi.
- ¿Sabes lo malo que son las drogas?
- Todavía hay una droga peor- dijo cuándo apoyó una mano en mi cintura, yo quería huir pero… ¿A dónde? Solo supe moverme hasta que tropecé contra una pared.
- ¿Cuál?
- Tú.
- ¿Se lo dices a todas?
- Lo más seguro, pero ahora no me acuerdo.

Apoyé la cabeza en la pared, todo el cuarto estaba empezando a moverse y mis ganas de vomitar volvían otra vez.

- ¿Sólo me vas a dejar ir si te bailo?
- Si- susurró moviendo su boca de mi cuello hasta mi mejilla-. Soy un chico fácil de hacer feliz.

Miré la habitación por encima de su hombro.

- Aquí no puedo.

Justin sonrió de lado y me agarró del brazo para sacarme de allí para ir a otra habitación. La otra era blanca, como todas, pero esta estaba cubierta de espejos y en medio había una silla roja, en un extremo de la sala había un reproductor de música. Fui hasta allí, cuanto antes acabásemos mejor, saqué mi teléfono busqué una canción y coloqué el teléfono para que sonara. Antes de darle al play le miré, estaba sentado en la silla esperándome. Eso me ponía muy nerviosa, hacía mucho que no bailaba para nadie y menos así, pero es que nunca había jugado a un juego como este. Pulsé el botón y la canción empezó a sonar, cerré mis ojos e intenté imaginarme que estaba sola. Con estas botas me era complicado, así que preferí quedarme en calcetines aunque resbalara. Estiré mi brazo y noté como el jersey dejaba al aire un trozo de mi estómago pero no me importaba, luego cuando bajé mi brazo derecho doblé mi espalda y giré mi cuerpo, di unos cuantos pasos mientras colocaba mis manos en mi cabeza y después las deslizaba por mi cuerpo, di un pequeño salto en el que acabé en el suelo, pero aproveché que había quedado bien paro una vez estado allí agarrar mi rodillas y después tumbarme el suelo para apoyar mis manos e intentar hacer un puente. Cuando me salió a la primera me impulse y me coloqué de pie pasando mies piernas por donde estaba mi cabeza terminé de pie con el corazón en la boca y lágrima en los ojos.

Por un segundo creía que allí estaba mi hermano y que estaba bailando para él pero cuando abrí los ojos y vi a Justin mirándome atentamente sin apenas pestañear tuve que volver a cerrar los ojos para no llorar, empecé a dar vueltas sobre mi piernas y cuando abrí los ojos Justin no estaba sobre el sillón y de repente la música paro y empezó a sonar una canción más movida. Paré de moverme y miré detrás de mi, Justin se había quitado la camiseta y venía hacia mi haciendo movimiento con sus manos y movía sus hombros al ritmo. Cuando estuvo a un metro de mi colocó su pie detrás del otro y se agachó levantándose dando una vuelta. Empezó a bailar delante de mi y me sorprendí de lo bien que lo hacía se acarició su cabello mientras movía su cuerpo hacia delante y detrás. Coloco su mano encima de su paquete y empezó a mover sus piernas al ritmo de la música se acercó a mi yendo a mi espalda mientras moví su cabeza, coloco sus labios en mi nuca y agarró mi cintura y empezó a moverse. ¿Por qué hacía que me entraran ganas de bailar de esta manera? Yo empecé a bajar sobre él hasta que llegué al suelo me giré sobre mis pies y Justin aprovechó y me empujó de la cabeza y caí al suelo, pero me levanté de un salto quedando cara a él. Justin sonreía, yo me acerqué a él dando largos pasos, cuando llegué a su cuerpo a apoyé mi mano en su hombro y bajé, pero Justin me agarró del jersey e hizo que subiera. Estábamos cara a cara, él coloco sus manos en mis mejillas y se acercó a mis labios.

- I'm about to fuck who i'm dancing with- me susurró.

Lo empujé intenté empujar pero él me agarró del jersey otra vez lo que hizo que el efecto rebote ocurriera y quedara más cerca de él. Intenté empujarle pero a su lado yo era una muñeca de porcelana.

- Suéltame- le dije.
- Suéltate tú.

Le miré a los ojos, estaban algo rojos pero esa mirada que me decía que no estaba bromeando seguía ahí. Levanté mi pierna y le di con la rodilla en su parte, él me soltó y se agarró su miembro, pero antes de que pudiera huir muy lejos él estaba delante de mí.

- ¿Te sientes intimidada?
- No
- ¿Por qué?

Puso su mano en mi hombro derecho y me dio un pequeño empujón.

- Puedo contigo.

Mentía pero no le iba a decir la verdad

- No- dijo él seguro y me volví a dar un nuevo empujón.

Levanté mis puños e intenté pegarle pero él paraba todos mis movimientos. Levanté mi pierna para pegarle esta vez en el estómago pero me agarró e hizo que callera al suelo y él encima de mí. Sentí su respiración cerca y nuestros corazones se movían rápidos.

- Ves.
- Tú también estas en el suelo- le dije con mi respiración agitada.
- Si, pero encima de ti- dijo sonriendo.

Lo empujé fuera de encima de mí y él se quedó sentado a mi lado.

- Entréname- le dije.

Justin me miró y empezó a reír.

- Lo digo enserio, entréname. Hay muchos idiotas de los que me tengo que defender allí.
- ¿Yo soy uno de ellos?- dijo mientras se levantaba.
- Tú eres el primero.

Desde el suelo tenía una visión perfecta de su cuerpo sudado y lleno de tatuajes. Estaba cansada de sentirme indefensa cuando andaba por la escuela al igual que hace unos minutos en esa sala, si algo hubiera pasado no me podría haber defendido.

- ¿Para qué perdería el tiempo entrenándote?- me dijo yendo hacia la música para pararla y luego cogió su camiseta y se secó el sudor.
- Porque es un reto. ¿Te atreves a entrenarme hasta que consiga tirarte al suelo?
- No quiero estar hasta los 70 años entrenándote, bailarina.

Yo me levanté, me coloqué mis zapatos y me arreglé el cabello.

- ¿Aceptas?
- Claro, pero será cuando yo diga, tengo un horario apretado.
- Vale, ahora llévame al internado.
- ¿No quieres pasar la noche aquí?
- Todavía no me he vuelto loca como para aceptar eso.

Justin se lamió su labio inferior.


- Pero loca por mí ya estás.
- ¿Puedes conducir en tu estado?
- He conducido en peores situaciones muñeca.

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Me emocioné y me salió así de largo el capítulo (no sé porque los capítulos de TG siempre me salen largos, creo que es porque quiero que pasen muchas cosas y no sé resumir ups). La verdad es que yo hubiera quitado la parte final pero era la más interesante del capítulo... aunque quizás pudo haber sido más "caliente" pero salió así, ya habrá partes más caliente. Perdonarme por no haber podido subir antes pero es que... bueno, que importan las escusas. Gracias por seguir leyendo y por estar todavía interesados en a novela aunque tarde en subir. 
PD: creo que es la primera vez que he descrito a los personajes basándome en unos actores, si queréis saber quienes son me lo decís lol
PD2: ¿Soy la única que quiere que haya ya un beso?
PD3: Si hay faltas decírmelo porque estoy ya mareada de tantas letras y no quiero leerlo otra vez sorry.

Si leíste pulsa el botón  Los comentarios me motivan a subir solo lo digo... *codo* *codo* *guiño* *guiño*. MIL GRACIAS POR LEERME Y POR TODO, GRACIAS. Si me decís que creéis que va a pasar posiblemente subiré antes porque me inspiraré y blah blah blah.
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Capítulo 47


Canción

Han pasado como unos tres días, creo, aquí el paso del tiempo es algo raro. Simplemente me hacen que me mueva, me cambian el suero, me traen comida la cual me niego a comer, mis padres vienen y se van, Justin se viene y se sienta sin decirme nada. ¿Por qué ya no me hablará? ¿Vendrá solo para ver cómo me muero poco a poco? Hoy me toca hablar con padre, pero antes me van a pesar.

Una mujer me ayuda a levantarme de la camilla, me suena, si, es la mujer que se sentaba delante de mi mientras me veía comer. Cuando ve que la reconozco me sonríe y baja su mirada para quitar unos cables que había a mis pies. Me coloco mis zapatillas y ella me lleva por el pasillo.

- Hola- le digo.

Ella no me habla.

- ¿Por qué no me hablas?
- No me gusta hablar con las personas de esta planta y menos con chicas que han estado antes abajo.
- ¿Por qué?- giro mi cabeza y me aparto el cabello de los ojos para mirarla, por un momento veo como mi muñeca es muy pequeña y mis dedos son alargados.
- Porque no quiero cogerles cariño si se van a ir.
- ¿No crees que me vaya a recuperar?
- Si usted no quiere, no.

Por fin alguien es sincero. El camino hasta una sala es en silencio y antes de entrar, ella aprieta la mano que me agarraba.

- Por favor, señorita, despierte de su mundo y vea lo que tiene aquí.

Yo simplemente empujo la puerta, pero es demasiado pesada y no puedo abrirla, expulso un pequeño grito de impotencia y empujo la puerta más fuerte. La consigo abrir y entro, allí hay una mujer que me recibe si una sonrisa. Me quita el suero y el camisón, me quedo desnuda ante la báscula, me niego a subir hasta incluso lloro, pero a la mujer no le importa, ella me coloca encima y rápidamente sale mi peso en la báscula. Ya no me importa nada, porque dentro de poco dejaré de pesar, pero miro por curiosidad, 38 kilos. Ese fue en un día mi meta. Algo dentro de mi grita de orgullo, yo no expreso nada. La mujer me coloca el camisón y el suero y me acompaña hasta otra puerta. Cuando la abre puedo ver a Padre sentado en su escritorio comiéndose una manzana, cuando me ve la deja en un lado y se baja de la mesa. Yo ando hasta un sillón.

- Perdona, es que es la hora de la comida… ¿No tienes hambre?- dice tirando la manzana.
- No.
- Ah.

Padre busca mi expediente y lo coloca sobre la mesa, empieza a mirar unas hojas y luego me mira a mi, se levanta de su silla y se sienta en la que hay al lado de la mia. Él me contó una vez que no tenía un diván porque una vez se le durmió un paciente y como que no le hizo mucha gracia.

- ¿Por qué estás aquí?- me pregunta.
- Me he vuelto a intentar suicidar.
- ¿No crees que hay algo en tus planes que debes de cambiar? Siempre fallas.
- Cuando vuelva a mi habitación pensaré en que hago mal para solucionarlo.

Él se calla y me mira.

- No me gustaría que te fueras, el mundo necesita más personas como tú.
- ¿Cómo? ¿Estúpidas?

Él sonríe.

- No. Personas sinceras y fuertes, personas que aunque quieren morir siempre logran que su plan falle. Necesitamos más personas así.
- Hay otro tipo de personas más interesantes.
- Puede ser.

Él se vuelve a callar.

- ¿Por qué querías hablar hoy conmigo?
- ¿No se supone que el que hace las preguntas soy yo? Pero por ser tú lo dejaré pasar. Algo me dice que el final se acerca y quería tener el placer de hablar contigo antes de que sucediese. ¿Justin lo sabe? ¿Y tus padres?
- Lo supondrán.
- ¿Eres tan cobarde que no les has dicho que no vas a luchar?
- Creo que es obvio.
- Yo creo que creen que eres más lista que eso, creo que creen que vas a salir de esto.
- Ya no, esta vez no.
- Pues díselo, a los tres, cara a cara. Siéntate delante de ellos y diles que ya no quieres luchar, que te dejen morir.
- No lo van a aceptar.
- Hazlo, por lo menos sabrás que lo sabía, así les matas las esperanzas ahora.
- No quiero que sufran…- me muerdo las pocas uñas que tengo.
- Van a sufrir tarde o temprano.

Nos quedamos en silencio ¿por qué me está diciendo esto? ¿Acaso él no es quien me tendría que dar ánimos?

- ¿Por qué me estas diciendo esto?
- Esta es nuestra última consulta Grace, aquí se acaba tu expediente con los psicólogos, o por lo menos conmigo. Ahora cuando te vayas teclearé en el ordenador que es imposible arreglar tu cabeza, que eres incurable.

Una espina se clava en mi corazón.

- ¿Por qué?
- Es lo que querías, ¿no? Así si mueres tus padres podrán decir que estabas loca.
- Cállate.
- Levántate- me dice serio.

Lo hago, me cuesta porque estoy cansada.

- Estás delgada, muy delgada, tanto que tengo miedo de que si te agarro del brazo se rompa. ¿Es lo que querías?

Noto como se me acumulan las lágrimas en los ojos.

- Si- digo.
- Pues listo. Estas delgada y que quieres que te diga, no te favorece nada.

Lo miro por última vez a la cara y me voy de la habitación, me gustaría haber dado un porrazo pero la puerta pesa demasiado. Antes de irme oigo como alguien da un puñetazo fuerte, sé que es él. Voy hasta mi habitación y me siento en la cama, con el corazón en la boca. A los segundos entra Justin a la habitación, me mira y viene corriendo hacia mi.

- ¿Puedes respirar?- dice nervioso.

 Niego con la cabeza.

Justin mira a su alrededor y a los segundos me da una máscara respiro y el oxígeno entra en mis pulmones. Justin se acerca más a mi, apoyo mi cabeza en su cuerpo y él me acaricia el cabello. Levanto mi mirada y veo como él tiene la cabeza levantada con la mirada puesta enfrente.

- Te quiero decir una cosa Justin.
- ¿Qué pasa?
- Quiero que dejes de tener esperanza. Piensa en mí como si tuviera cáncer y estuviera en mis últimos días. Y cuando me vaya, quiero que pienses que estaré mejor porque el dolor habrá cesado.

Aparto la mascarilla del oxígeno y coloco mis manos en sus mejillas, atraigo su cara a la mía y junto nuestras frentes.

- ¿De acuerdo?
- No quiero que me dejes- sus lágrimas  se acumulaban en sus ojos.
- Vamos a hacerlo fácil, Justin.
- ¿Cómo se puede hacer esto fácil?
- Vamos a contarnos cosas de nosotros mismos porque en el fondo no me conoces. Te voy a contar mi historia, diario, y tú me contarás la tuya. Así cuando yo ya no esté aquí serás la persona que mejor me conoció y yo allí arriba estaré con tu abuelo conociéndote tan bien como él lo pudo hacer. Siempre he tenido el miedo a que si me iba nadie me iba a recordar, ahora sé que siempre permaneceré en tu memoria y eso es lo que más me importa.

Sus lágrimas empezaban a chocar en mi cara y no me importaba, llorar es lo más puro que tiene el ser humano, ahí sabes cómo eres realmente. Y me gustó que Justin llorara ahí, porque es señal de que le importaba. Él no puso pegas, no dijo nada, simplemente agachó sus labios y besó los míos lentamente.

- Estoy cansada de vivir por los demás.
- Yo jamás quise que vivieras por mí, siempre quise que vivieras por ti misma, porque te mereces ser feliz. No te puedo decir que esté de acuerdo contigo, pero si estás segura en que estos van a ser tus últimos días… No quiero pasarlos de malas contigo.

Bajé mi mano hasta la suya y la apreté, Justin hundió su cabeza en mi hombro, él empezó a llorar y yo le acaricié la cabeza.

- Tranquilo, todo va a salir bien.
- Nada va a salir bien, Grace.

Yo cogí aire profundamente y luego lo solté, Justin se apartó y se limpió las lágrimas que tenía bajo sus ojos.

- Te toca empezar a ti. Cuéntame algo tuyo que no sepa.
- ¿Quieres saber mis secretos?
- Creo que así es la única manera de conocer a alguien bien.

Justin se sentó en un sillón que había enfrente de la cama, yo lo miré y observé que aun cansado era la persona más preciosa que había conocido.


- Pues… No eres la única que ha ido a un psicólogo. 

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Ya no sé como pediros perdón por no subir en tanto tiempo y que además el maratón es super pequeño y no como me hubiera gustado que fuese, pero quería subir así que escribí rápido, de todas formas creo que dentro de nada subiré uno porque ese va a ser rápido de escribir y me lo quiero quitar de encima. He llorado escribiendo estos capítulos y lloraré mucho más con los que quedan. ¿Qué pasará? ¿Por qué Justin también fue a psicólogos? ¿Y Mini? ¿DONDE COÑO ESTÁ MINI? Espero que os haya gustado.

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